jueves, 28 de agosto de 2008

Vivir la Reforma

¿Más fácil antes o ahora?

¿Es más fácil o es más difícil vivir los valores de la Reforma hoy de lo que fue hace 500 años? En ese tiempo todo era nuevo, todo estaba por hacerse y era necesario consolidar una forma de vivir diferente a la que se tenía. Hoy en día hay toda una historia que nos marca, hay una tradición que tratamos de honrar y la realidad nos sigue desafiando a encontrar respuestas que sean auténticas. Todo esto es cierto, sin embargo a causa de la secularización del siglo XX pareciera que la vivencia de la fe ocupa otro lugar en la vida de las personas, o sino, al menos la religión debe “competir” con una larga lista de realidades que también reclaman nuestra atención, muchos de estos temas son importantes y valen la pena.

¿Cuál es el sentido de la reforma protestante hoy en día? Esta es una pregunta que debemos hacernos cada día, al menos si buscamos ser coherentes en la vivencia de la fe. La tan repetida máxima reformada que dice que “reformados siempre reformándonos” a veces es solo eso: una máxima, una intención que cuesta mucho llevar a la práctica porque las tradiciones del pasado parecieran que nos dan identidad, y nos cuesta pensarnos sin ser de “esa” manera.

Quiero compartir con ustedes algunos temas que creo nos desafían a vivir nuestra fe en forma renovada y al mismo tiempo arraigada en las profundas raíces de la historia.

g La soberanía de Dios sigue siendo un punto de partida esencial en el mundo como nos toca vivir hoy en día. La realidad nos señala que muchas situaciones demandan nuestra lealtad para lograr nuestra adhesión. La cultura consumista que nos lleva a 'soñar' tener lo que no tenemos, o a ser lo que no somos. Dice Jesús “nadie puede servir a dos amor…no se puede servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6: 24).La sociedad que nos rodea quiere convencernos que nuestra identidad está en la cantidad de cosas que tenemos o el lugar importante que ocupamos y que entonces la vida es una carrera tras esos logros. Nuestras madres y nuestros padres de la fe estaban convencidas y convencidos que Dios tenía un propósito para la vida y que creer en Dios hacía una diferencia, tanto que la voluntad de Dios era algo que marcaba las prioridades de la vida y buscaban compartir esa voluntad para que todas las personas sintieran que la vida tenía sentido. Tal vez hoy no compartamos toda su metodología, pero debemos preguntarnos si esa convicción de la soberanía de Dios marca nuestras palabras, pensamientos y acciones. Misión, evangelización, servicio, proclamación de la voluntad de Dios solo tienen sentido si Dios es la fuente que nos nutre.

g La cultura del éxito y la prosperidad va haciéndose cada vez más popular e incluso permean nuestras iglesias. Se extiende la creencia que la voluntad de Dios es la prosperidad que si a las personas les va bien económicamente y tiene éxito es porque Dios así lo quiere, y por el contrario, si no hay prosperidad o éxito social es señal que hay un pecado en la vida por la que Dios no bendice. Pareciera que en muchos sectores sociales esta se vuelve la norma con la que se mide la vida. Ante esta realidad ¿como se sentiría Jesús en su cruz, muriendo por nuestra vida? Según las pautas de esta forma de pensar Jesús en la cruz es la imagen misma de fracaso ya que ninguna persona exitosa y próspera muere la más maldita de las muertes, y menos aún puede ser eso la voluntad de Dios. ¿Qué hacemos con este tema central de la fe? Sin muerte, no hay resurrección y como dice el apóstol Pablo, si no hay resurrección nuestra fe no tiene sentido. No siempre la prosperidad es voluntad de Dios, y menos aún podemos creer que el servicio, la diaconía, el compromiso con “huérfanos, viudas, extranjeros o los pobres” es señal de fracaso. La lógica de Dios es bien diferente a la lógica de nuestros tiempos.

g La plenitud de vida como promesa de Jesús sigue siendo lo que nos desafía al compromiso, a la solidaridad, a la renovación de la esperanza. ¿Creemos que Jesús vino para que toda la creación tuviera vida en plenitud? Entonces como vivimos la vida ante las situaciones de acuciante injusticia es importante. Una economía que privilegia a pocas personas y excluye a multitudes, la guerra, la destrucción de la creación, la violencia, el hambre, la discriminación y violencia que sufren las mujeres, la discriminación por motivos sexuales, la niñez abandonada, la terrible realidad del VIH Sida, el dengue, la tuberculosis. Cuanto de todo esto que destruye la vida podría ser diferente si se aplicaran esfuerzos reales para honrar la vida siguiendo la voluntad de Dios, no en teoría sino en práctica de manera que la vida fuera el don de Dios y no un club de privilegiados.

g La centralidad de la Biblia como origen de lo creemos, o como dice el conocido himno “que me dice lo que soy, de quien vengo y donde voy”. Sostenemos la fe en nuestra cotidiana relación con la Biblia: leerla, aprender, ser corregidos y corregidas por la palabra de Dios. No solamente los textos que tanto conocemos y amamos sino también los textos que nos incomodan y que nos llaman a mirar la vida, nuestras prácticas, nuestras realidades con otros ojos los ojos puestos en la enseñanza de Dios. Dice el salmo 19 que la enseñanza del Señor “es fiel, es justa, es pura, es perfecta y nos da vida”. Hay que volver a la Biblia, leer lo que Dios sigue diciendo y abrir la vida a lo nuevo que aprendemos, debemos esforzarnos para volver a esos textos que dicen lo que no queremos escuchar y aprender a escuchar de nuevo lo que creemos que dice pero que a veces puede ser diferente. ¿Cuánto hace que la Biblia no nos sorprende, no nos desestabiliza? La Reforma fue posible entre otras razones porque dejaron que el Espíritu de Dios se expresara abriendo ventanas y puertas y dejando entrar un soplo de aire renovado.

Por supuesto hay muchos otros temas para considerar. En los programas de trabajo de la Alianza Reformada Mundial (http://www.warc.ch/) hay mucho para ver y seguir hoy trabajando por los valores que nos nutre nuestra tradición reformada. En el año 2009 se celebra el 500 aniversario de Calvino, buen momento para considerar algunas de sus enseñanzas más incómodas, pero necesarias. Quisiera desafiar a la iglesia a dedicar un tiempo para leer y estudiar en grupos la Confesión de Accra sobre la Injusticia Económica y Destrucción de la tierra; que bueno sería encontrar los medios económicos para traducir al castellano el Manual de participación de mujeres y hombres en la vida de la iglesia. Hay cosas que desde nuestra región podemos hacer dentro del espíritu vivo de la Reforma.

Creo que ni más fácil ni más difícil que antes, es diferente, este es nuestro tiempo y las respuestas las debemos proveer ahora para este tiempo. Hay mucho por hacer y es un buen tiempo para preguntarnos como vamos a “apropiarnos” de nuestra tradición reformada para seguir siendo reformados en este tiempo, siempre en proceso de reformarnos.

Roberto H. Jordan
Pastor Iglesias Reformadas en Argentina
Miembro del Comité Ejecutivo de la Alianza Reformada Mundial.

Palabras malas y plumas de ave

Había una vez una mujer que tenía una costumbre muy mala y desagradable. Hablaba mal de toda la gente.
Una vez se dio cuenta que una mujer sobre la cual ella había comentado cosas desagradables, era realmente una persona muy buena y agradable. Así que ella lamentó mucho haber hablado mal de su vecina. Quería retirar de alguna manera sus palabras dañinas y trabar amistad con esta mujer tan buena, y con este fin fue a ver al Rabí de la ciudad y le contó su historia.
El Rabí, que era una persona muy sabia y muy conocedor de las leyes, le dio el siguiente consejo:
«Anda al mercado y compra un pollo. En el camino de regreso a tu casa, saca las plumas del pollo y las dejas caer en el camino».
La mujer fue al mercado e hizo todo lo que se le dijo. Cuando regresó a la oficina del Rabí, le dijo: «Aquí está el ave sin pluma. Hice todo lo que me dijiste.»
El Rabí le contestó:
«Esta era sólo la mitad de tu tarea. Ahora regresa al mismo camino y recoge todas las plumas que tiraste.»
La mujer fue a buscar por todos lados, pero no pudo encontrar sino tan sólo dos plumas. Volvió a la oficina del Rabí y le dijo: - «Son éstas las únicas plumas que pude encontrar, y nada más».
«Bueno, eso sería una buena lección para ti» - le dijo el Rabí. «De la misma manera que a las plumas se las llevó el viento y no se pueden encontrar nunca más, lo mismo pasa con las malas palabras que las lleva el viento para siempre, y nunca más puedes recuperarlas.»


Que Dios nos ayude a hablar verdad, paz, afectos, solidaridad.
Que Su palabra sea la lámpara que ilumine el andar cotidiano. Amén.

Claudia Florentín