martes, 5 de enero de 2010

Epifanía del Señor




Escrito por Ángel Moreno de Buenafuente. Publicado en Ecclesia

Escuche esta noticiaAcabo de llegar de Polonia, donde he visitado los lugares en los que aún quedan vestigios de la barbarie del holocausto, de la represión, y la memoria del miedo. El 31 de diciembre último, un día frío, gris, con nieve y hielo, envuelto en niebla y humedad por fuera y por dentro, me invadió una ráfaga de intensa soledad. Enmudecido ante el espectáculo doloroso, como tantos otros visitantes en cuyas facciones se dibujaban la seriedad, el silencio y la tristeza, me preguntaba: “¿Dónde estaba la luz redentora en la ocupación tiránica? ¿Dónde la esperanza, en tiempos de tanta represión? ¿Dónde brilló la estrella en la persecución solapada o violenta de los años 1939-1945? ¿Dónde brilla hoy el resplandor de la gloria de Dios?”

En medio de tanto horror, en el pabellón 11, celda 18, del Campo de Concentración de Auschwitz, unas flores y cirios votivos recordaban la entrega martirial de San Maximiliano María Kolbe. En la celda 22, se mostraban cómo uno de los prisioneros, mientras aguardaba la muerte, tuvo tiempo de dibujar en la pared unos bajorrelieves del cuerpo humano y de Cristo en la cruz. También vi alguna partitura de música compuesta en noche de oscuridad, y vasos sagrados donde se celebró la Eucaristía en clandestinidad.


No deseo aliviar la pesadilla que me produjo la visita a los campos de concentración con un discurso estético. Mas ante el muro infranqueable del exterminio y del sufrimiento que sigue presente en tantos países, recordé que a los Magos también se les ocultó la luz, y el mismo genocida, a quien preguntaron para conocer el lugar donde había nacido el Mesías, sirvió de indicador para llegar hasta Belén, donde pudieron adorar al Niño en brazos de su madre y gozar de la noticia del Salvador del mundo.


En tantos casos, la Epifanía sucede de manera paradójica, a través de mediaciones adversas, impropias, como en el caso de Herodes, quien entra en escena con la estrategia mentirosa, y a pesar suyo, se convierte en mediación para el hallazgo. “Llamó en secreto a los Magos y los mandó a Belén”.


Estoy seguro de que hoy también existe, en medio de circunstancias difíciles, la luz. Los sinceros, que buscan la verdad y la descubren a través de paradojas.


Los Magos, al llegar hasta el Niño, después de atravesar la noche, la duda, y el camino errado, son conscientes de que han sido conducidos, aun por valles de tinieblas hacia el Mesías.


Son muchos los ejemplos en los que se repite el camino de los Magos hacia Belén para ver al Salvador del mundo; a pesar de los que intentan obstruir el camino, el poder de Dios reconvierte la roca en manantial, el desierto en vergel, a Herodes en indicador de la dirección adecuada para encontrar al Señor.


La Epifanía sigue siendo el milagro de los que esperan contra toda esperanza, creen contra toda contradicción y aman en toda adversidad, demostrándose “cómo los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa de Jesucristo.”