viernes, 20 de abril de 2012

TIEMPO DE PENTECOSTES

Felipe y el etíope
26: Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: «Levántate y ve hacia el sur por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto».
27:Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace, reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros y había venido a Jerusalén para adorar,
28: volvía sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías.
2: El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro».
30:Acudiendo Felipe, lo oyó que leía al profeta Isaías, y dijo:
—Pero ¿entiendes lo que lees?
31: Él dijo: —¿Y cómo podré, si alguien no me enseña? Y rogó a Felipe que subiera y se sentara con él.
32: El pasaje de la Escritura que leía era este: «Como oveja a la muerte fue llevado;
y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca.
33: En su humillación no se le hizo justicia;
mas su generación, ¿quién la contará?, porque fue quitada de la tierra su vida».
34: Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe:
—Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo o de algún otro?
35:Entonces Felipe, abriendo su boca y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. 36Yendo por el camino llegaron a un lugar donde había agua, y dijo el eunuco:
—Aquí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?
37: Felipe dijo: —Si crees de todo corazón, bien puedes.
Él respondiendo, dijo: —Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
38: Mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó.
39: Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el eunuco no lo vio más; y siguió gozoso su camino.
40: Pero Felipe se encontró en Azoto; y, al pasar, anunciaba el evangelio en todas las ciudades hasta llegar a Cesarea.



Hechos 8:26-40
ENCONTRARSE, DIALOGAR Y APRENDER
LAS 5 «R» DEL COACHING - (ACOMPAÑAMIENTO)
Relacionar – Reflexionar Reenfocar – Reconocer – Revisar


La técnica del coaching (acompañamiento, asesoramiento) se utiliza en empresas y también se puede emplear en la vida de la Iglesia. He aquí cinco (5) «R» que, como ayuda-memoria, son claves para los encuentros interper-sonales donde podemos aprender unos/as de otros/as:
7 Relacionar de la mejor manera a las personas; ¿cómo estás? (escuchar a la otra persona de manera intencional);
7 Reflexionar y descubrir los asuntos claves que entran en juego como problemas que perturban la falta de crecimiento personal o grupal; ¿dónde estás? (¿qué sueñas o esperas?)
7 Reenfocar la perspectiva para determinar las prioridades y, por lo tanto, los pasos a seguir en la acción; ¿hacia dónde quieres ir? (clarificar la visión);
7 Reconocer los recursos humanos, a los efectos de descubrir los dones personales, lo que cada uno/a puede aportar; para ello es imprescindible alentar a las personas en este proceso de re-descubrimiento de sí mismas; ¿cómo vas a llegar? (herramientas, recursos) ;
7 Revisar lo actuado para evaluar, celebrar lo positivo y revisar los planes; ¿cómo te fue?
Finalmente podemos decir lo siguiente: CELEBRAR los logros (aunque sean pequeños, o aunque sea solamente el aprendizaje).

Las 5 «R» del Coaching en el relato de Hechos 8:26-40


RELACIONAR (¿cómo estás?):
diálogo entre el evangelista Felipe y el etíope eunuco, funcionario de la reina Candace de Etiopía. El africano era por lo visto un simpatizante de los judíos y se volvía de Jerusalén leyendo un rollo del profeta Isaías. Comienza el diálogo entre ambos por una inspiración especial del Espíritu Santo en Felipe. El acercamiento de Felipe al etíope será intencional, ¡bajo la guía del Espíritu Santo! Conclusión pastoral: debemos estar atentos a las posibilidades de encuentro con los desconocidos.
REFLEXIONAR (¿dónde estás?): el Espíritu inspira a Felipe para dirigirse hasta el etíope. Llega hasta allí y le pregunta: «¿Entiendes lo que lees?». Se interesa por este desconocido, con quien entablará una fructífera conversación. El etíope necesitaba ayuda para interpretar al profeta Isaías. Felipe le ofrece generosamente esa ayuda, después que aquel le rogara que se sentara a su lado para explicarle. Conclusión pastoral: cuando podemos ayudar a un semejante no debemos rehusarnos, poniendo excusas. Dios puede obrar a través de nosotros y en un encuentro que no imaginamos ni hemos previsto. Son las sorpresas de Dios…
REENFOCAR (¿hacia dónde quieres ir?): Felipe no tenía previsto el Bautismo del etíope, pero llegado el momento, después de la enseñanza bíblica y del interés manifestado por el funcionario africano, Felipe accede. La propuesta viene del propio interesado, no por imposición del «ministro» o evangelista. Pero éste comparte la inquietud de sellar el encuentro y el compromiso con Cristo con el Bautismo. El evangelista ayuda al africano a reenfocar su vida hacia Cristo. Ello implica, además del testimonio personal, el interés por la lectura de la Biblia y la enseñanza cristiana, el Bautismo como expresión visible de la nueva vida que está asumiendo. Esta nueva vida le concede una perspectiva diferente.
RECONOCER (¿cómo vas a llegar?): Felipe alentó a su interlocutor y lo introdujo en el conocimiento de Jesucristo. Felipe reconoció en el etíope a un prójimo que es digno de ser tomado en cuenta en su necesidad específica. El etíope tenía una importante inquietud y Felipe salió a su encuentro. Recursos disponibles en el encuentro: el Espíritu Santo, la fe de Felipe (obediencia al Espíritu), su disposición para el acompañamiento pastoral y su don para enseñar; por parte del africano: la Biblia (rollo del profeta Isaías) y la disposición a aprender de un extraño.
REVISAR (¿cómo te fue?): el relato nos dice que el eunuco «siguió gozoso su camino», es decir, celebró a su modo el encuentro inspirador. El gozo manifiesta alegría y gratificación y, ante todo, el sentido de la presencia de Dios. El gozo al final del encuentro implica, entonces, un paso adelante en el camino con Dios. Felipe, por su parte, continuó enseñando el Evangelio.
Encontrarse, dialogar y aprender: la Biblia está llena de ejemplos… y nuestras vidas también pueden tenerlos. Bendecido tiempo de Pentecostés en la fuerza del Espíritu Santo.


Wilma Rommel - Álvaro Michelin Salomon
Basado en: Robert LOGAN y Sherilyn CARLTON: El ABC del Coaching
– Descubra el poder del Coaching en su vida y ministerio.
Monterrey, México, 2003 (trad. del inglés).

jueves, 19 de abril de 2012

LA BIBLIA TENIA RAZON
«Y tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai su nuera, mujer de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur de los caldeos, para ir a la tierra de Canaán; y vinieron hasta Harán y se quedaron allí» (Gén. 11:31).«Pero Jehová había dicho a Abram: vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré» (Gén. 12:1).«Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot se fue con él. Y era Abram de edad de setecientos años cuando salió de Haran» (Gén. 12:4).«Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y a todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán» (Gén. 12:5).


Los viajes de Abraham


Si bien hoy es aceptado que Abraham fue nómade durante la mayor parte de su vida, tampoco hay pruebas de que no haya nacido en Ur de los caldeos (Gén. 10:28) y de que en su niñez y adolescencia haya vivido en Nacor, ciudad a la que llama «mi tierra» en el capítulo 24 del Génesis.
Hasta principios del siglo pasado la zona de Harán era desconocida. Sólo en 1933, en base a un casual descubrimiento de una estatua mutilada que es desenterrada al cavar una tumba, se efectúan excavaciones que conducen a nuevos y emocionantes conocimientos.
Durante las excavaciones que se prolongaron durante seis años bajo la dirección de expertos del Museo del Louvre vienen a la luz el templo de Ishtar, la diosa de la fecundidad y una grandiosa ciudad (Mari) que comprendía un enorme palacio construido en el tercer milenio antes de Cristo y que comprendía 260 salas y patios. En los archivos de este palacio se encuentran 23.600 tablillas de terracota con escritura cuneiforme. Este palacio era una de las grandes maravillas del mundo, una joya de la arquitectura del antiguo Oriente, al punto que viajeros de muy lejos venían para admirarlo.
Los ejércitos de Hammurabi de Babilonia, hasta 1700 años a.c. sometieron este reino, situado en el curso medio del Eufrates destruyendo la gran ciudad. Sin embargo no consiguieron destruirla totalmente. Quedaron en pie muros de hasta 5 metros de altura e instalaciones, tanto en los baños como en las colinas, que bien podrían ser puestas en funcionamiento hoy día, cuatro milenio después de su destrucción, sin necesidad de la más mínima reparación.
En los cuartos de baño se encontraban las bañeras, en las cocinas los moldes para el pan y en las hornallas hasta el carbón.
Los habitantes de esta ciudad y del reino circundante eran amorreos que se habían hecho sedentarios y amantes de la paz. Las conquistas, el heroicismo y el fragor de las batallas no eran de su interés. Sus rostros, como aparecen en sus estatuas y pinturas irradian una admirable serenidad. Sin embargo, la defensa y la seguridad de la región no los libraba de ciertas preocupaciones militares, dado que en sus confines vivían tribus nómades semíticas para las cuales eran una verdadera tentación las ópticas pasturas y los campos de sembradíos. Entre estas tribus se hallaban los descendientes de Benjamín, el último de los hijos de Jacob.
Cuando en París los asiriólogos comenzaron a descifrar la escritura cuneiforme de las tablillas de terracota, encontraron en los informes de los gobernadores de la región, una serie de nombres de la historia bíblica más que familiares y que se enuncian en Génesis 11. Nombres de antepasados de Abraham emergen de la noche de los tiempos como nombres de ciudades de la Mesopotamia nordoccidental, situadas en la llanura de Aram o Padam-Aram. En medio de esta llanura está Harán que, según la descripción debió ser una ciudad floreciente en los siglos precristianos XIX y XVII.


Harán, la patria del padre los patriarcas Abraham, la patria del pueblo hebreo, está aquí documentada auténticamente por primera vez, por cuanto lo señalan los textos de la época. Un poco más arriba, en el mismo valle del río Belikh, estaba otra ciudad de familiar nombre bíblico: Nacor, la patria de Rebeca, mujer de Isaac.
Según los datos bíblicos, se puede calcular exactamente que Abraham dejó Harán 645 años antes de la salida de los hijos de Israel de Egipto, quienes bajo la guía de Moisés se dirigirían a través del desierto hasta la tierra prometida en el siglo XIII a.c. Esta fecha, como veremos, ha sido establecida arqueológicamente. Abraham debe haber vivido hacia el 1900 a.c., según lo demuestran las excavaciones y los hallazgos, tanto en Harán como en Nacor.
Los documentos prueban por primera vez que la historia de los patriarcas contenida en la Biblia no es –como a menudo y con gusto fue llamada- una «pía leyenda», sino que constituyó la descripción de hechos de una época que puede ser perfectamente atribuida en el tiempo.


La ruta de Harán, la patria de los patriarcas, hacia la tierra de Canaán se extiende por más de 1000 kilómetros en dirección sud. Descendiendo a lo largo del río Belikh, se alcanza el Eufrates, desde donde, por un camino caravanero milenario a través del oasis de Palmira, la bíblica Tadmor, se llega a Damasco y, desde aquí, girando hacia el sud-oeste, al lago de Genezaret. Es una de las grandes vías comerciales que desde tiempos inme-moriales conducen del Eufrates al Jordán, desde los reinos de la Mesopo-tamia hacia las ciudades fenicias del Mediterráneo y hacia el lejano Egipto.
Hoy, para recorrer el itinerario de Abraham se necesitan cuatro visas:
7 Para Turquía, donde está Harán
7 Para Siria, pasando por Damasco entre el Eufrates y el Jordán
7 Para Jordania
7 Para Israel que ocupa el antiguo Canaán.
La antiquísima ciudad de Damasco, con sus mezquitas y los restos de las construcciones romanas, está situada en medio de una vasta y fértil llanura que cada primavera, en los innumerables jardines y a lo largo de los bordes de los campos cercanos a sus muros es todo florecer de damascos y almendros de color rosado. Campos ubérrimos se alternan con olivares y amplias plantaciones de moreras. Sobre esta llanura se alza el célebre Hermón, con sus 2750 metros, de cuyo lado sur brotan las aguas del Jordán. Este monte, que domina los dos países, visible a gran distancia, parece que ha sido puesto por la naturaleza como piedra divisoria entre Siria y Palestina.
Continuando por la ruta hacia el sud se llega a un puente, bajo cuyo arco se escurren las aguas de un estrecho y rápido río: el Jordán, lo que significa haber llegado a Palestina en Israel. Diez kilómetros más adelante se llega al lago de Genezaret, en el cual desde una barca predicó Jesús en cercanías del pueblito de Capernaúm. Dos milenios antes pastaban sobre estas orillas los rebaños de Abram, dado que viniendo desde la Mesopotamia hacia Canaán se pasaba delante del lago de Genezaret, también llamado Mar de Galilea o Lago Tiberíades.
Canaán es la estrecha y montañosa franja de tierra comprendida entre la costa del Mediterráneo hasta los márgenes del desierto, y significa "país de la púrpura", porque desde tiempos remotos sus habitantes extraían de un caracol marino un famoso colorante muy usado en el mundo antiguo: la púrpura.
Canaán es además la cuna de dos cosas cuyos efectos fueron trascen-dentales para el mundo: la palabra "biblia" y nuestro alfabeto. Una ciudad fenicia dió su nombre a la palabra griega que significa "libro": de Biblo, la ciudad marítima de Canaán, derivó «biblion" y luego "Biblia". En el siglo IX A.C. los griegos tomaron de Canaán las letras de nuestro alfabeto.
La parte del país que debía transfor-marse en patria del pueblo de Israel fue bautizada por los romanos con el nombre de sus más acérrimos enemigos: "Palestina", que deriva de "Palishtim", que es el nombre con que eran llamados los filisteos en el Antiguo Testamento.
Hacia 1850 A.C., es decir a mediados de la época de los patriarcas, Canaán estaba a manos de Egipto, o sea sometido a la soberanía de los faraones. De esa época el mundo posee un documento único, una verdadera joya de la literatura antigua. El autor es un cierto Sinuhe, un noble de la corte que es envuelto en una intriga política, y al temer por su vida, emigra a Canaán consiguiendo pasar clandestinamente la gran muralla que los faraones habían construido para evitar que los asiáticos entraran en Egipto. Esta es la muralla que los hijos de Israel atravesaron no pocas veces y es muy probable que el primero haya sigo Abraham cuando, durante una carestía, se dirigió a Egipto, según Génesis 12:10.
Sinuhe no sólo cuenta en detalle su vida en Canaán; como se enriqueció gracias al apoyo de un príncipe nómade que lo había conocido en Egipto y como, luego de un cierto tiempo vuelve a Egipto llamado por el mismo faraón, donde es recibido con gran alegría para vivir allí hasta el fin de sus días.
Lo curioso es que de esta narración de Sinuhe se halló no uno sino varios ejemplares: algo así como el primer "best-seller" del mundo y referido precisamente a Canaán. El relato de Sinuhe sobre Canaán es verídico del tiempo en que allí llegó Abraham. Por otra parte, los textos en jeroglíficos sobre las campañas bélicas egipcias no sólo concuerdan con la narrativa de Sinuhe sino que se repiten también en algunos versículos bíblicos. Así en Deut. 8: 7-8 se lee: "Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales que brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel".
La descripción que hace Sinuhe de su vida entre los amorreos, bajo tiendas circundadas de sus rebaños y sometido a continuas luchas con los prepotentes beduinos que deben alejar de sus pasturas y pozos de agua, corresponde exactamente a la narración bíblica de la vida de los patriarcas. También Abraham y su hijo Isaac deben luchar por sus pozos, según Ge, 21: 25 y 26: 15
En el corazón de Samaria se extiende un valle amplio y llano en el cual, en la base del monte Garizim fueron encontradas las ruinas de Siquem. Desde tiempos remotísimos en la llanura de Siquem existen dos pasos: uno conduce al rico valle del Jordán; el otro atraviesa las solitarias alturas, corre al sud hasta Betel, y más allá de Jerusalén desciende hasta el Néguev, el país del Mediodía de la Biblia. Quien sigue este camino encuentra pocos habitantes en la región colinosa central de Samaria y de Judea: Siquen, Betel, Jerusalén y Hebrón. Quien elige el camino más cómodo, encuentra las ciudades mayores y las fortificaciones más im-portantes de los cananeos en los óptimos valles de la llanura de Jezrael, en el fértil litoral delante de la Judea y entre la rica vegetación del valle del Jordán.
Abraham eligió para su primer viaje exploratorio en Palestina el camino fatigoso y solitario que a través de las alturas se dirige al sud. Aquí las boscosas pendientes de las montañas proveían albergue y refugio y abundantes pastos para sus rebaños en los claros. Más tarde los mismos senderos fueron recorridos muchas veces en los dos sentidos por él y su familia, como también por los demás patriarcas. Aunque los fecundos valles de la llanura lo atrajeran fuertemente, Abraham prefirió tener el pie sobre la montaña, ya que en caso de un encuentro, sus arcos y sus hondas no habrían podido competir con las espadas y lanzas de los cananeos. Por eso Abraham no se atrevió a abandonar las montañas.


Adaptado y traducido por el Editor.