Todos estos fueron objetos de veneración a los cuales se le atribuían poderes sobrenaturales.
En contraposición al culto a las reliquias existieron otros griales, provenientes de las tradiciones orales que se extendieron por medio de la literatura del siglo XII y XIII. El poeta francés Chetien de Troyes, nacido en 1150, escribió una serie de cuentos de hazañas caballerescas y aventuras, vinculadas a las leyendas del Rey Arturo, sus caballeros y la búsqueda de un Santo Grial.
Desde 1180 a 1187, este autor, escribe el cuento del Grial o Perceval, obra que queda inconclusa debido a su muerte. En ella se describe un objeto o grial con características mágicas. Entre los años 1200 y 1210, el autor francés Robert De Borron, escribe la primer novela sobre el grial con alto contenido cristiano. Se trata de una trilogía, Le Roman de l’Histoire du Graal, que completa el ciclo del rey Arturo. De Borron, cristianiza el concepto del grial por medio de la inserción de un relato “fantástico” en el cual José de Arimatea además de solicitar y sepultar el cuerpo de Cristo (ver: San Mateo, 27.57-58; San Lucas, 23.50-54; San Juan, 19.38-42) según lo descripto en los evangelios, utiliza el cáliz usado por cristo en la última cena para recoger la sangre de cristo emanada de la herida ocasionada por la lanza de los soldados romanos. Nótese, que ninguno de los evangelios describe esta última acción, siendo ésta una invención literaria del poeta. La historia se centra en la búsqueda del grial por su valor como símbolo relacionado a Jesucristo. Pero entre 1205 y 1215, se escribió una de las obras más emblemáticas sobre el grial, un extenso poema llamado Parzival, de 24.810 versos compuesto por el germano Wolfram von Eschevach. El grial de Wolfram se describe como una piedra (o esmeralda) caída del cielo, que tiene la propiedad de proveer prosperidad y alimentos. Es notable su paralelismo con la santa cena, donde la copa contiene vino (símbolo de la sangre de Jesús convertida en vino) y pan (el cuerpo de Cristo convertido en alimento) que viene para saciar a los hambrientos y sedientos de fe, en forma de alimento. El mundo griálico, en esta novela, es un mundo superior al artúrico, donde el personaje podrá llegar a ser el rey del castillo del grial por medio de la humildad y su preocupación por las dolencias del prójimo.
Pero existen otros griales, que arribaron a nuestra cultura contemporánea. Uno de ellos, llega a nuestros días influenciado por los sucesos políticos de mediados del siglo pasado y el esoterismo; el otro fue producto del arraigamiento del cantar de barbas valdenses y perfectos cátaros en la florida tierra de Europa meridional.
El esoterismo moderno relaciona los siguientes factores: templarios, castillo de Montsegur (última fortaleza cátara donde junto a los cátaros murieron dos valdenses) y cátaros de linaje real. Relatan que los templarios custodiaban el Cáliz en el Castillo de Montsegur. Esto desde el punto de vista material es totalmente erróneo, ya que tanto cátaros como valdenses se opusieron, hasta las últimas consecuencias, al culto del “objeto¨. Albigenses o cátaros y valdenses recorrían la misma tierra, compartían debates y los creyentes se esparcieron desde la Cataluña al norte de Italia y países bajos.
Volviendo a las novelas griálicas, es muy importante tener en cuenta que éstas eran escritas para conformar el modelo caballeresco y la formación de los nobles de la época, razón por la cual tuvieron gran difusión los mitos artúricos. En un escalón superior, se encuentra el Parcifal de Wolfram uno de los primeros libros publicados por la imprenta en 1477. Este libro según los historiadores de la historia Occitana, posee una amplia influencia y paralelismos con la historia Occitana del siglo XII. En la próxima edición del Mensajero, analizaremos estos paralelismos desde una visión religiosa, la efervescencia social de la época y la búsqueda de Dios por parte de personas no doctas.