“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora: tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado… tiempo de guerra y tiempo de paz.” (Eclesiastés 3:1-2, 8b).
“Después que Juan fue encarcelado, Jesús fue a Galilea predicando el Evangelio del Reino de Dios. Decía: EL TIEMPO SE HA CUMPLIDO Y EL REINO DE DIOS SE HA ACERCADO. ¡ARREPENTÍOS Y CREED EN EL EVANGELIO!” (Marcos 1:14-15)
Todo tiene su tiempo: las estaciones del año lo tienen, la sucesión de la noche y el día, las fases de la luna, los tiempos de siembra y de cosecha, el tiempo de nacer, el de crecer y desarrollarse, el de madurar y el de morir. Cada planta, cada animal y cada persona tienen sus tiempos. En la vida pasamos por distintos momentos, algunos sublimes y otros para el olvido, algunos de éxitos y otros de fracasos, algunos de reconocimiento social y otros de introspección personal. Tenemos nuestros tiempos de viaje y los de reposo. Aprendemos muchas cosas y desaprendemos tantas otras (por olvido, desinterés o nuevos aprendizajes). Tenemos nuestros momentos de confianza en Dios, seguridad en nosotros/as mismos/as y certeza de esperanza; pero también caemos en momentos de grandes incertidumbres y planteos sobre la vida que nos hacen parar, preguntarnos muchas cosas y, en el mejor de los casos, pedir ayuda a otras personas.
Un nuevo año ha comenzado y cada uno se hará una idea de cómo lo afrontará, qué le puede esperar, qué planes tiene, así como las expectativas por lo nuevo que no se puede predecir. Con un poco de humor podemos decir que entre ¼ y 1/3 de nuestra existencia la pasamos durmiendo (entre 6 y 8 hs. diarias). El restante tiempo: ¿a qué lo destinamos? ¿En qué lo aprovechamos… o gastamos? ¿A qué cosas damos prioridad?
Es claro que no todo lo podemos medir. Se mide el tiempo (el krónos de acuerdo a la antigua palabra griega) pero también existe el tiempo o los momentos que no se miden ni por minutos ni horas ni días, sino por lo que representan para nosotros como experiencias de crecimiento espiritual (el kairós, otra palabra griega utilizada en el Nuevo Testamento). Hay determinados momentos especiales que son fundamentales para nuestro desarrollo espiritual, comunitario y social. Son aquellos destellos de Dios, inspiraciones o iluminaciones que nos vienen por la fe, que nos ponen en un estado particular del alma y que afirman nuestra existencia delante de Dios y con el recuerdo vivo de Jesucristo. No se trata de olvidarnos de nosotros mismos sino de ponernos en actitud de aprendizaje, de receptividad, de disposición a experimentar algo nuevo y fundamental que le dé a nuestra existencia un sentido de trascendencia y plenitud. Así lo experimentó el escritor del libro del Eclesiastés, también los autores de los Salmos y, por supuesto, el propio Jesús. Cuando Jesús comenzó su ministerio ya tenía una clara conciencia de su misión y de que su tiempo había llegado, y con Él, el nuevo tiempo del Reino de Dios para todos/as.
¿Cómo utilizaremos nuestros tiempos del año 2012? ¿Serán solamente un krónos, una sucesión de días, semanas y meses, o también tendremos algo de un kairós, un momento especial, algunos instantes de sana meditación, de inspiradora reflexión, de encuentros comunitarios y disposición para aprender algo nuevo? Hay enfermedades del alma que tienen que ver con el uso del tiempo: el estrés, la ansiedad, la depresión… Hay personas a quienes les falta el tiempo y otras a quienes les sobra, pues no saben cómo llenarlo. Una y otra experiencia conducen a verdaderos problemas que pueden ser serios y complicar no sólo a la persona en cuestión sino también a su entorno familiar y amistades.
Como iglesia también tenemos nuestros tiempos, nuestros momentos, nuestros encuentros, nuestras búsquedas compartidas. No tenemos la solución a todos los problemas, pero, al menos, somos conscientes de ello y buscamos la luz de Dios para que nuestras vidas tengan un sentido más claro para vivir, esperar y servir. Jesús anunció el Reino de Dios, el nuevo tiempo de Dios para el mundo. Por eso queremos utilizar una parte de nuestros tiempos, de nuestros momentos personales, compartiéndolos en comunidad.
Todo tiene su tiempo… también la iglesia los tiene. Somos iglesia si hay comunidad. Para que haya comunidad necesitamos reunirnos. Para reunirnos debemos disponer de alguna hora de nuestra vida para compartir. Para compartir con otras personas necesitamos disposición. Tendremos disposición si estamos convencidos de que la iglesia tiene su misión en la sociedad. Estaremos convencidos si también cada uno/a se siente parte comprometida. Si estamos convencidos de ello es porque un destello de fe hemos recibido de Dios. Si tenemos fe hemos encontrado la alegría de vivir en Dios… y este gozo nos permitirá afrontar toda circunstancia de la existencia desde la mirada del amor de Jesucristo por ti y por mí. Este amor nos permite sentirnos valorados por Dios y también hace que valoremos la existencia de la iglesia.
Entonces: ¿por qué no compartir una partecita de nuestros tiempos en algunos momentos especiales que podemos disfrutar como comunidad de fe? No es obligación… pero es para tomar en cuenta.
Álvaro Michelin Salomon
Pastor