Por lo demás, la predicación del Evangelio no
opera eficazmente en todos, sino solamente cuando el Espíritu, dueño del hombre
interior, ilumina los corazones; por eso el Apóstol añade: a todo aquel que
cree, (43) y en verdad el Evangelio es
presentado a todos para salvación, mas su poder no aparece en todos. Sin embargo,
aun cuando él sea olor de muerte (44) para los perversos, no es por culpa suya,
sino por causa de la maldad humana. Al mostrar un solo camino de salvación echa
fuera toda otra confianza, y quienes rechazan esta única salvación se condenan
por el Evangelio. Así pues, convidando por igual a todos, el Evangelio, a la
salvación, con razón y rectamente puede ser llamado doctrina de salvación,
porque presenta a Cristo, cuya misión propia es la de salvar lo que se había
perdido; mas quienes rehúsan salvarse por El es menester que lo sientan como
juez. En cuanto a la palabra salud, (45) por todas partes en las Sagradas
Escrituras es opuesta a los términos perdición y ruina. Cuando la encontremos
en algún pasaje es menester observar de qué se trata en él. Y como el Evangelio
nos liberta de la ruina y maldición de la muerte eterna, la salud del Evangelio
es la vida eterna. Al Judío primeramente y después al Griego. Bajo la palabra
griego el Apóstol comprende a todos los paganos, y así se entiende por la comparación
que hace, pues con estos dos nombres ha querido designar a toda la raza humana.
Es verosímil que haya elegido entre todas las naciones a Grecia, como
representante de todos los pueblos, porque después de los judíos, esa nación
fue la primera en recibir la participación en la Alianza del Evangelio; además,
porque a causa de su proximidad y de su idioma, que era muy conocido, los
griegos eran más tratados por los judíos que los demás pueblos. Hay, pues, en
este modo de hablar, la figura llamada sinécdoque (46) por medio de la cual une
a los paganos con los judíos en la participación del Evangelio. No obstante,
jamás separa el Apóstol a los judíos del rango y orden en que Dios los puso,
porque ellos fueron los primeros en la promesa y vocación; les concede, pues, esta
prerrogativa; pero les hace compañeros de los paganos, aunque colocándolos en un
grado inferior y secundario.
17. Porque en él la justicia de Dios se
descubre (49) de fe en fe.
Esta es una declaración y confirmación del
asunto precedente, es decir, que el Evangelio es el poder de Dios para salvar;
porque si nosotros buscamos la salvación o sea la vida cerca de Dios, es
menester, primeramente, que busquemos la justicia, por la cual, siendo
reconciliados con El obtenemos, si El nos es propicio, la vida, que consiste
totalmente en su buen afecto hacia nosotros. Para ser, pues, amados por Dios es
preciso, necesariamente, que seamos justos, pues en Dios hay adversión por la
injusticia. Quiere, por tanto, decirnos que nuestra salvación está sólo en el
Evangelio, porque no existe otro camino por el cual Dios nos justifique y su
justicia nos libra de la condenación. Porque esta justicia, que es fundamento
de nuestra salvación, es revelada en el Evangelio; de ahí que el Evangelio sea
llamado potencia de Dios para salvación. Así, el Apóstol, deduce la causa por
el efecto que de ella procede. Notemos una vez más, que tesoro tan excelente y
de tanto precio el Señor nos concede en el Evangelio, es decir, la comunicación
de su justicia. Por justicia de Dios, entiendo una justicia por el juicio de
Dios, ya que, por el contrario, el Apóstol acostumbra a llamar justicia humana
la estimada y declarada por la opinión de los hombres, aunque en verdad ésta no
sea sino humo. A pesar de esto, no dudo que San Pablo tenga en cuenta y haga
alusión a muchas profecías, en las cuales el Espíritu Santo, casi siempre,
celebra y magnifica la justicia de Dios en el reino de Cristo, que estaba por
venir. Las otras, explican la justicia de Dios por los términos: que nos es
dada por Dios. Confieso que las palabras encierran este sentido. Dios nos salva
justificándonos por el Evangelio, aunque de todos modos, la primera exposición
me parece más conveniente y no deseo discutirla demasiado. Hay otro punto que
merece más nuestra atención: algunos piensan que esta justicia no consiste
solamente en la remisión gratuita de los pecados, sino, en parte también, en la
gracia de la regeneración. Yo entiendo que somos restablecidos en la vida,
porque el Señor nos reconcilia consigo gratuitamente, y de esto ya trataremos
con más amplitud cuando analicemos el pasaje correspondiente. Además, mientras
que el Apóstol dice que tenía delante de sí a todos los creyentes, menciona
ahora la fe, porque la justicia ofrecida por el Evangelio la recibimos por la
fe. Después, dice en fe, pues mientras nuestra fe avanza, y según aprovechemos
en su conocimiento, la justicia de Dios crece también, aumentando en nosotros,
siendo por así decirlo tanto mejor establecidos y confirmados en su posesión.
Desde el instante en que gustamos el Evangelio, contemplamos ya el rostro de
Dios feliz y amable, aunque desde lejos, porque a medida que adelantamos en el
temor de Dios, vemos más clara y familiarmente su gracia, como si nos
aproximásemos más a algún objeto para verlo mejor. En cuanto a lo que piensan
algunos sobre estas palabras, diciendo que encierran tácitamente una
comparación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, digo que eso es un comentario
muy sutil, (50) pues San Pablo no compara en este pasaje a los cristianos con
los Padres que vivieron bajo la Ley, sino que se refiere únicamente a nuestro
avance en el camino de la fe. Como está escrito: el justo vivirá por la fe. El
Apóstol demuestra esta justicia de la fe por el testimonio del profeta Habacuc,
pues éste, al profetizar la ruina de los soberbios, dice, a la vez, que la vida
de los justos consiste y se afirma en la fe. Porque si nosotros no vivimos
delante de Dios más que por la justicia, se comprende que nuestra justicia
descansa en la fe. Emplea el tiempo futuro diciendo vivirá, para indicar la
firme perpetuidad de esta vida a la cual se refiere, como si dijese que será,
no transitoria, sino eterna; pues los perversos, por su parte, están bien
engreídos con una vana fantasía de vida, (51) pero: «Cuando ellos digan: paz y seguridad,
entonces les sobrevendrá una muerte repentina» (1 Tes. 5:3). Esa vida, en la
cual ellos se apoyan, no es pues más que una sombra fugitiva; solamente la fe
conduce a una vida verdadera. ¿Y de dónde puede proceder si no, de que ella nos
une a Dios y coloca nuestra vida en El?
San Pablo no emplearía este testimonio si la intención del profeta no
hubiera sido afirmar que nuestra situación es segura y firme, cuando por la fe
reposamos en Dios. Ciertamente, él no atribuye a la fe la vida de los creyentes,
más que cuando estos, reprobando y condenando el orgullo del mundo, se colocan
únicamente bajo la protección de Dios. Es cierto que no trata deliberadamente
este punto doctrinal, ni hace mención alguna de la justificación gratuita, pero
considerando la naturaleza de la fe, este testimonio está bien y es rectamente
aplicado al asunto. Además, el argumento empleado por el Apóstol, nos obliga a
reconocer la existencia de una mutua correspondencia entre la fe y el
Evangelio, pues al decir: el justo vivirá por la fe, deduce que esa vida se
recibe por el Evangelio. [p 42] Tenemos, pues, el fin principal de esta primera
parte de la Epístola: que somos justificados por la sola misericordia de Dios,
por la fe. Es verdad que tal cosa no se encuentra todavía expresada
literalmente por San Pablo, mas por la deducción que sigue, se ve fácilmente
que la justicia
tiene su fundamento en la
fe, si está apoyada en la misericordia de Dios.
Notas al pie.
(41)
1 Cor. 1:18. - (42) Habacuc 2:4. Gal. 3:11. - (43) «A todos los creyentes», en
el original. N. del T. (44) «Olor de
muerte», equivale a «lo que desagrada a Dios», sean cosas o personas; en este
caso significaría que el Evangelio «desagrada» a los perversos. Puede tomarse
también aquí como «sentencia de muerte». N. del T. (45) «Salud» en término
teológico equivale a «salvación». N. del T. (46) «Sinecdoque» es una figura
gramatical que consiste en poner «una parte» por «el todo» o al revés. N. del
T. (49) «Le revela», en el original francés. N. del T. - (51) Una vida imaginaria.
N. del T. Tomado de: JUAN CALVINO: Comentario a la Carta a los Romanos, Ed.
Libros Desafío, Grand Rapids, Michigan, EE.UU., 1ª ed. en 1977, última ed. en
1995:
disponible
en http://www.iglesiareformada.com/
Calvino_Comentario_a_la_Epístola_a_los_Romanos.pdf (Footnotes)