Comentando Juan 6: dice, en
efecto, «mis palabras son Espíritu y Vida», mostrando que hablaba de una
manducación espiritual, de la cual quien comiere, viviría, mientras que los
judíos creyeron que estaba hablando de una comida carnal y por ello se pusieron
a discutir. Ahora bien, ninguna manducación, si no es la de la fe, vivifica.
(…) No es el sacramento
privativo de los sacerdotes; pertenece a todos. Ni son los sacerdotes sus
señores, sino ministros obligados a dar ambas especies a quienes las soliciten
y siempre que lo pidan.
Sobre la doctrina de
la transustanciación:
Pan le llaman después el libro de los Hechos y el apóstol Pablo [Hechos
2:46; I Corintios 11:23]; luego hay que entender que es pan verdadero, y
vino de verdad, lo mismo que el cáliz es de verdad, puesto que nunca dicen que
el cáliz fuese transustanciado. Por consiguiente, al resultar innecesario el
recurso a una transustanciación hecha por Dios, y, como veremos, al no estar
respaldada por la Escritura ni por la razón, hay que tenerla como una ficción
de humanas invenciones.
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La fe no es obra, sino
maestra y vida de las obras.
Sacerdote y laicos, todos
somos iguales en cuanto a la realidad de la misa y del sacramento.
Los sacramentos no se
realizan cuando se ejecutan, sino cuando se creen.
Tiene más importancia la
palabra que el signo, la fe que la obra o el uso del signo (…). La fe es tan necesaria en el sacramento, que
puede salvar incluso sin él… Te has bautizado una vez sacramental-mente, tienes
que estarte bautizando siempre por la fe: siempre has de estar muriendo,
siempre viviendo (…). La realidad del
bautismo tiene que absorber tu vida entera en cuerpo y alma…
Comentando Mateo 18: Si
Cristo concedió a cualquier fiel la facultad de absolver incluso los pecados
manifiestos, tengo la seguridad de que podrá ser absuelto de los ocultos todo
aquel que, confesán-dolos espontáneamente o recibien-do la corrección, pida
perdón en privado a cualquier hermano y se enmiende…
Si queremos hablar con todo
rigor, sólo hay dos sacramentos en la Iglesia: el Bautismo y el Pan. Sólo en
ellos se encuentra el signo instituido por Dios y la promesa del perdón de los
pecados.
De su libro LA LIBERTAD
DEL CRISTIANO (1520)
El cristiano es un hombre
libre, señor de todo y no sometido a nadie; el cristiano es un siervo, al
servicio de todo y a todos sometido.
El alma puede prescindir de
todo menos de la Palabra de Dios, lo único capaz de ayudarla… Cristo mismo vino
con la única misión de predicar la Palabra de Dios. Incluso los apóstoles, los
obispos, sacerdotes y todos los eclesiásticos han sido llamados e instituidos
sólo en función de la Palabra (aunque, desgraciadamente, en nuestro tiempo no
actúen en consecuencia con este ministerio).
Para que puedas salir de ti
mismo y liberarte (es decir, de tu perdición), te presenta a su querido hijo
Jesucristo y te dice por medio de su Palabra viviente y conso-ladora que debes
rendirte a Él con fe firme y confiar en Él con alegría. Es entonces cuando en
fuerza de esa fe te serán remitidos todos los pecados, cuando se verá superada
tu perdición y te tornarás en justo, veraz, contento, bueno; cuando se
cumplirán todos los mandamientos y te liberarás de todas las cosas. En este
sentido dice san Pablo (Romanos 1): ‘El cristiano vive sólo por su fe’, y [en
el cap. 10]: ‘el fin y la plenitud de la ley es Cristo para quienes creen en
Él.’
Y aunque el cristiano sea
un hombre libre del todo, es necesario, sin embargo, que se convierta en siervo
para ayudar al prójimo; que le trate y se comporte con él como lo ha hecho Dios
por medio de Cristo. Y hacerlo todo gratuita-mente, sin buscar otra cosa que el
agrado divino (…). Ahí tienes cómo la fe
es la fuente de la que brota la alegría y el amor hacia Dios, y del amor esa
vida entregada libre, ansiosa y gozosamente al servicio incondicional del
prójimo. Nuestro prójimo está en la indigencia y necesitado de lo que nosotros
tenemos en abundancia, de la misma forma que nosotros hemos sido unos
indigentes ante Dios y hemos necesitado su gracia. Por eso al igual que Dios
nos ha socorrido graciosamente por Cristo, también nosotros tenemos que orientar
nuestro cuerpo y sus obras únicamente hacia la ayuda del prójimo.
n cristiano no vive en sí
mismo: vive en Cristo y en su prójimo: en Cristo por la fe, en el prójimo por
el amor. Por la fe se eleva sobre sí mismo hacia Dios, por el amor desciende
por debajo de él mismo, pero permaneciendo siempre en Dios y en el amor divino…
De los apuntes de sus
alumnos: CHARLAS DE SOBREMESA (1529-1546)
Quien se viere aquejado por
el espíritu de tristeza, que se defienda contra él pensando que no está solo.
Porque Dios ha creado la comunidad de la Iglesia, y esta hermandad ruega para
que sus miembros se sostengan unos a otros (…).
El cristiano ha de ser un
hombre alegre. Aunque tengas que sufrir tantas calamidades como te acosan desde
fuera y desde dentro, del mundo y del demonio, déjalo que pase. Consuélate,
acude a Dios y ten paciencia; el que es tu salvador no permitirá que te quedes
sin consuelo ni ayuda, ni que las tentaciones te venzan y te pierdan. Estas
tentaciones nos son necesarias y buenas, para que la potencia de Dios se
realice en nuestra debilidad.
Alvaro Michelín Salomón