viernes, 27 de mayo de 2011

¿Se puede ser cristiano sin creer en la trinidad?

“Diálogos con el pastor Paolo Ricca” del periódico Riforma del 26/02/2010
Traducido por el editor de "El Mensajero"

Ya en los mismos albores del cristianismo constituía un problema conciliar la divinidad de Jesús, creída y confesada por los cristianos, con la divinidad del único Dios de la fe hebraica. Pero también el como conciliar la divinidad de Jesús y del Padre con la experiencia del Espíritu en Pentecostés. Para aclarar este problema fueron necesarios más de tres siglos de encendidas discusiones y desencuentros entre los teólogos, hasta que en el concilio de Nicea del año 325 fue establecida como dogma, es decir como artículo de fe, la doctrina de Dios uno y trino, en los siguientes términos: “Creemos en un solo Dios, Padre Omnipotente, creador de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un solo Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, generado por el Padre, unigénito, de la misma sustancia del Padre. Dios de Dios, luz de la luz, Dios verdadero de Dios verdadero, generado pero no creado, de la misma sustancia del Padre… Y creemos en el Espíritu Santo…”. El concilio de Constantinopla del año 381 hizo algunos agregados, el más importante de los cuales se refiere al Espíritu Santo, que desde entonces suena así: “Creemos en el Espíritu Santo, que es Señor y da vida, que procede del Padre, y junto al Padre y al Hijo debe ser adorado y glorificado, que ha hablado por medio de los profetas”
El dogma trinitario es impuesto a toda la cristiandad como ley estatal por el emperador Teodosio con un edicto en febrero de 380, en el cual se declara que “según la disciplina apostólica y la doctrina evangélica nosotros creemos en una única Divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en igual majestad y trinidad”. Aquellos oque no creen en el Dios trinitario son considerados en el mismo edicto como “dementes y locos”, y llevarán la infamia de la herejía, sus locales de culto “no podrán llamarse iglesias” y sobre ellos caerá no sólo la “venganza divina”, sino a también el “castigo” del emperador.
Así, desde aquel año, no creer en la Trinidad se transforma no sólo en una posición heterodoxa, sino en un crimen político de primera magnitud, penado con la pena de muerte. Negar la Trinidad equivalía negar directamente al Dios cristiano, cuya típica fisonomía trinitaria lo diferenciaba netamente del monoteismo hebraico y, a partir del siglo VII, del musulmán.
En la iglesia antigua y en la medieval el doma trinitario no fue seriamente puesto en discusión, pero en cambio lo fue abiertamente en el 1500 por un denso grupo de “antitrinitarios”, entre los cuales se destacaba Miguel Servet, muerto en la hoguera en 1553. En los Estados Unidos existe todavía una Iglesia Unitariana, la que en 1961 se unió a la Iglesia Universalista de América dando vida a una Asociación que cuenta con unos 200.000 miembros.

¿Es o no Bíblica la Doctrina Trinitaria?
Es un hecho que la doctrina de la Trinidad no se encuentra en las Sagradas Escrituras tal cual. La palabra “trinidad” no está en la Biblia. El primer teólogo cristiano que la adoptó y la habría creado fue Tertuliano cerca de los años 155-225. Pero sobre todo, el aspecto-llave de la doctrina trinitaria, es es “sustancia” (al Hijo y el Espíritu son declarados “de la misma sustancia” del Padre), no es un aspecto bíblico. En cuanto al otro aspecto recurrente cuando se habla de la Trinidad, o sea de “persona” (“un Dios en tres personas”), es algo fuera de discusión, porque hoy tiene un significado muy diferente de aquel que tenía en el siglo IV. Entonces significaba la máscara que un actor llevaba sobre el rostro cuando debía interpretar un personaje. En cambio hoy significa un individuo, un sujeto único e irreductible a otra cosa. Por lo tanto, decir hoy “un Dios en tres personas” lleva a pensar en tres divinidades, una al lado de la otra, introduciendo así una forma larvada de politeísmo. En efecto, ésta fue una de las acusaciones dirigidas al cristianismo por ilustres pensadores paganos: con la doctrina trinitaria haber hecho reentrar por la ventana aquel politeísmo que se había echado por la puerta. Por esto hoy la teología tiende, con relación a la Trinidad, a sustituir el término “persona” con “modos de ser”. Concluyendo, el lenguaje tradicional de la doctrina trinitaria es imperfecto y debiera ser repensado, aunque su contenido es absolutamente conforme al mensaje cristiano. La doctrina trinitaria es bíblica en la sustancia aunque no lo sea en la forma. Es más, es el mejor modo de confesar el Dios de la revelación hebraico-cristiana en su inconfundible originalidad.

¿Es posible ser cristiano sin creer en la trinidad?
Aunque soy proclive a decir que no, no quisiera reducir el ser o no ser cristiano a la aceptación o menos de una doctrina, aunque ésta sea central como la trinitaria. “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” dice el evangelista Juan (Jn. 1:18). Es fundamental que el Dios creído y confesado por los cristianos sea aquel revelado por Jesús, y no otro.
Ser cristiano significa creer el testimonio de Jesús sobre Dios: llamando Dios su “Padre”, se ha revelado como Hijo y como tal, en el bautismo recibió el Espíritu, que descendió sobre él (Jn. 1:32): el bautismo de Jesús, como nos lo describen los evangelios, fue un hecho trinitario. Ha sido el propio Jesús al revelar con toda naturalidad, esto es sin esfuerzo y sin mínimamente renegar de su monoteismo hebraico, la naturaleza trinitaria de Dios, que no surge sólo de las páginas del Nuevo Testamento, sino también de aquellas del Antiguo. El Dios de Israel, en tantos pasajes es, de algún modo, amparado por el “ángel de Jehová” (EX. 3:2) que es su alter ego. En otros pasajes se habla directamente de “un varón” (Gn. 32: 24-32) que lucha con Jacob como contrafigura de Dios, o más bien como Dios mismo (vers. 28). Incluso en el Antiguo Testamento hay pasajes sobre el Espíritu Santo tan “pentecostales” como aquellos del Nuevo. El monoteísmo bíblico está, por así decir, poblado por muchas presencias y por lo que a m i se refiere no conozco una doctrina de Dios más hermosa, más profunda, más cautivante y convincente que la doctrina trinitaria. Pero ser cristiano, esto es creer en Jesús, significa también, como él, hacer la voluntad de Dios. “No sólo el que e dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 7: 21). Los cristianos se reconocen por los frutos más que por las doctrinas. No seremos juzgados sobre la base de las doctrinas, sino sobre aquella de la fe y de las obras. Concluyendo, puedo decir que la fe cristiana es trinitaria, pero que como dice Mateo (Mt. 25: 31-46), se puede hacer la voluntad de Dios incluso sin creer en la Trinidad.

¿ES O NO POSIBLE EXPLICAR DE ALGUNA MANERA LA DOCTRINA TRINITARIA?
Tal vez no sea posible explicar esta doctrina que ninguno jamás ha explicado, pero quizás sea posible ilustrarla. Cada uno de nosotros es al mismo tiempo muchas cosas: hijo, padre, tío, etc. O bien porteño, argentino, sudamericano. E incluso creyente (o no creyente), ciudadano (o inmigrante), obrero (o campesino). Y así podríamos seguir. Somos, aunque siendo uno, tantas cosas según las tantas relaciones que componen la trama de nuestra vida. Cada uno de nosotros es, al mismo tiempo, uno y muchos. Esto no compromete la unidad de la persona, más bien la enriquece. Así Dios es uno y tres: Padre, hijo y Espíritu Santo, tres modos diversos de ser el único Dios. No hay separación, ni confusión, ni contradicción. Hay en cambio comunión. La doctrina trinitaria, al fin de cuentas, quiere decir precisamente esto: que Dios es comunión, lo cual parece que es una muy buena noticia.