«Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios.
Nosotros somos colaboradores de Dios,
y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.»
(I Cor.3:6,9)
En el marco de una Asamblea del Presbiterio del Este de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata realizada en Montevideo años atrás, la Pastora Wilma Rommel expuso sobre algunas de las condiciones imprescindibles a tener en cuenta para que una iglesia crezca en calidad. Anotamos un apretado resumen de su exposición.
1.- Para el crecimiento como comunidad de fe debemos aportar entusiasmo, que es fe en acción. El entusiasmo implica ánimo, dinamismo, ganas, fuerza, alegría, a los efectos de poder realizar algo en concreto. No se trata de cumplir una responsabilidad como una carga. Donde hay entusiasmo se generan vínculos entre las personas.
2.- El crecimiento por sí mismo forma parte de los principios del Reino de Dios: véanse las parábolas de la semilla y del grano de mostaza; también I Cor.3:1-9. Somos colaboradores de Dios.
3.- Tenemos la gracia de poder pensar, proyectar, trabajar, pero es Dios quien da el crecimiento. Fuimos creados para la libertad y en libertad. La iglesia no es una máquina o un robot que obedece órdenes y las cumple sin razonar; la iglesia es un organismo vivo que necesita sus tiempos para crecer y desarrollarse. No deberíamos ponernos ansiosos por esperar un crecimiento numérico a corto plazo. Lo fundamental es la calidad de las tareas que se desarrollan en la comunidad de fe.
4.- Así como la agricultura tiene sus leyes, también el crecimiento de la iglesia las tiene; y estas normas de desarrollo son comparables entre sí. Se necesita sembrar y cuidar en los momentos adecuados. Es fundamental observar atentamente la vida de la comunidad, de sus miembros y allegados. En ese sentido se debe cultivar la experiencia del entendimiento y el entrenamiento, es decir, la sabiduría para comprender cada situación particular en la vida de una persona, de un grupo y de una comunidad mayor. No valen las recetas que se apliquen a toda circunstancia. Es necesario preguntarse: ¿qué está pasando realmente aquí?
5.- El trabajo duro es insustituible. No hay crecimiento sin trabajo, sin compromiso. Tampoco lo hay sin motivación. El compromiso implica la metodología a aplicar en una tarea, aquello que debe contestar a la pregunta «¿cómo lo haré?». La motivación, por su lado, implica el grado de creatividad con el cual podemos involucrarnos personalmente e involucrar a otros, con total respeto.
6.- En base a varias intervenciones de los presentes se habló sobre las formas de comunicación que podemos aprovechar para la vida de la iglesia: la visitación domiciliaria, el llamado telefónico, los mensajes de texto de los celulares, los correos electrónicos, etc.- Todas estas son oportunidades.
7.- Finalmente la expositora enfatizó los conceptos de trabajo compartido, «edificación» comunitaria y el cuidarse los unos a los otros. Todo ello es absolutamente fundamental.
LA SEMILLA DE MOSTAZA Y EL SEMBRADOR
– dos parábolas de Jesús en síntesis -
«También dijo Jesús: ¿A qué se parece el Reino de Dios, o con qué podremos compararlo? Es como una semilla de mostaza que se siembra en la tierra. Es la más pequeña de todas las semillas del mundo, pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las otras plantas del huerto, con ramas tan grandes que hasta las aves pueden anidar bajo su sombra.»
(Marcos 4:30-31)
«Oigan esto: un sembrador salió a sembrar. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino… otra parte cayó entre las piedras… otra parte de la semilla cayó entre espinos… pero otra parte cayó en buena tierra, y creció, dando una buena cosecha: algunas espigas dieron treinta granos por semilla, otras sesenta granos, y otras cien.»
(Marcos 4:3-8)
Apuntes: A.M.S.