Según Juan 17, Jesús ora una larga oración
antes de su arresto. Esta oración es como un testamento espiritual que concierne
tanto a Jesús mismo como a sus discípulos y a la iglesia naciente. Compartimos
la reflexión sobre un fragmento de esta oración que fue llamada oración
sacerdotal, o de intercesión de Jesús por sus discípulos.
v.13 – «Pero ahora voy a Ti» (versión Reina-Valera Contemporánea): Jesús vuelve a Dios después de su
ministerio en este mundo. Sabe que le espera el final terrenal pero un nuevo
comienzo junto a Dios.
«…y hablo de esto en el mundo, para que mi gozo
se cumpla en ellos mismos»:
Jesús se va de la presencia de sus discípulos pero ellos deben vivir en el gozo
de la comunión con su Maestro. El gozo de Jesús por haber cumplido su misión
debe manifestarse también en los suyos, quienes quedan viviendo en este mundo.
La íntima comunión entre el Buen Pastor y sus ovejas debe continuar más allá de
la cruz.
v.14 – «Yo les he dado tu Palabra»: la Palabra de Dios fue comunicada por Jesús en su ministerio. Ahora le
toca el turno a sus discípulos para comunicar la Palabra de Dios desde la fe en
Jesús. La Palabra de Dios se volvió en Jesús persona humana e historia de vida
comunitaria. Son sus discípulos quienes deben seguir compartiendo la Palabra,
los testimonios y las historias de vida en comunidad.
«…y el mundo los aborreció porque no son del
mundo, como tampoco yo soy del mundo»: vendrán dificultades para la iglesia naciente, así como las tuvo
Jesús. No todos siguen a Jesús ni confían en su predicación ni se identifican
con su misericordia y solidaridad. Y la
iglesia pasa a ser un movimiento de minorías, donde son necesarios: fuerza,
convicción y compromiso personal.
v.15 – «No ruego que los quites del mundo, sino que los protejas del mal»: Jesús no le pide a Dios que su iglesia sea
una orden religiosa apartada del mundo, como una sociedad ideal que no se toque
con «este mundo». Le pide para ellos protección, ayuda, cuidado, porque el
testimonio cristiano puede volverse muy difícil de sostener. La iglesia en el
mundo, no fuera del mundo, pero tampoco una iglesia que sea igual al mundo, sino que presente un mensaje y una
experiencia de vida alternativos.
v.16 – «Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo»: Jesús reafirma la condición diferente del
ser cristiano, no para que sus discípulos se vanaglorien de ser superiores a
los demás, sino para que dejen una
huella en la sociedad: la huella del amor de Jesús. Sin el amor solidario,
compro-metido y valiente, no está el Espíritu de Jesús, por lo tanto la iglesia
pasa a ser una institución humana más.
v.17 – «Santifícalos en tu Verdad»: la Verdad de Dios se mostró en Jesús. La santificación es el
acto de separar, apartar para una misión especial, divina, que sale de la
rutina. Jesús ora por la santificación de sus discípulos en la
Verdad: es decir, que los suyos sigan comprometidos en su misión. Pues esta misión asumida por Jesús supera su vida
terrenal y se proyecta en la misión de la iglesia.
«Tu Palabra es Verdad»: en la Palabra de Dios comunicada por Jesús,
y convertida en persona humana en Jesús, está la Verdad del evangelio. Se trata
de una verdad para creer y practicar, para confiar y celebrar,
para recibir con gozo y transmitir con gozo. Es la verdad para
caminar y vivir, atravesando toda cruz, aún la más dura e incomprensible.
Es la verdad que se expresa en la oración y la predicación, en el testimonio
personal y comunitario, en la forma de vivir y de esperar en Dios.
v.18 – «Tal como Tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo»: Dios envió a Jesús al mundo para darle la
misión de compartir su Palabra. Del mismo modo Jesús envía a sus discípulos al
mundo para que compartan la Palabra de Dios. Este mensaje tiene a Jesús como
centro y a la iglesia como comunidad reunida que celebra, anuncia, sirve,
consuela y comparte la esperanza. La iglesia sólo cumplirá su misión si se
apropia de la misión de Jesús como el criterio supremo de su existencia.
v.19 – «Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean
santificados en la Verdad»:
Jesús, al considerar el grupo de sus seguidores/as, tanto de los doce
discípulos directos como de todas las personas que lo han seguido y confiado en
Él, manifiesta a Dios su gratificación por la labor cumplida. Ahora les toca a
sus seguidores/as la continuación de la misión por Jesús empezada. Si la vida
de Jesús estuvo acotada en el tiempo y confinada particularmente a un país,
ahora su iglesia deberá pasar de generación en generación y avanzar en muchos
países.
v.20 – «Pero no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de
creer en Mí por la palabra de ellos»: Jesús es consciente de que, después de su ministerio, la misión de la
iglesia trascenderá al pueblo de Israel y su tierra.
Jesús ora por quienes no conoce, pero que lo conocerán a Él por
la fe, no por el conocimiento cara a cara.
A la iglesia se irán sumando innumerables personas porque muchos están y
estarán inquietos por encontrar el Camino, la Verdad y la Vida.
v.21 – «Para que todos sean uno: como Tú, oh Padre, en Mí, y yo en Ti, que
también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que Tú me enviaste»: la unidad en Cristo es una oración, una
exhortación y una esperanza. La iglesia está muy dividida, lo cual no es para
alegrarse; pero tampoco se debe pensar que la podremos unir por decreto. Oración, exhortación y esperanza:
acciones y actitudes que tienen que marcar nuestra existencia. Orando por la
unidad de los cristianos/as en Cristo; exhortando o llamando para compartir lo
que nos une; y esperando con humildad y alegría que el Señor corrija nuestros
errores.
Álvaro Michelin Salomon