jueves, 31 de agosto de 2017

RECORDANDO LA REFORMA PROTESTANTE a 500 AÑOS

JUAN CALVINO
INTERPRETACIÓN DE LA EPÍSTOLA A LOS ROMANOS DEL APÓSTOL PABLO
(Selección)

Porque en esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza, porque, ¿quién espera lo que ya está viendo? Pero si lo que esperamos es algo que todavía no vemos, tenemos que esperarlo con paciencia. De igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues no sabemos qué nos conviene pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Pero el que examina los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios. Romanos 8:24-27

El Apóstol quiere demostrar sencillamente que como la esperanza es un bien futuro y no presente, jamás está unida a una plena y evidente posesión.
(…) De la esperanza se sigue necesariamente la paciencia. En vista de que es una cosa triste no disfrutar del bien que se desea, si el hombre no se sostiene y se con-suela por la paciencia desfallecerá y se desesperará. Así pues, la esperanza lleva siempre consigo la paciencia. La conclusión que hace el Apóstol es muy correcta, pues todo cuanto el evangelio nos promete sobre la gloria de la resurrección se desvanece si no pasamos la vida soportando pacientemente la cruz y sus tribulaciones.
(…) La salvación de los creyentes está escondida, porque la esperanza no se sostiene más que por la paciencia y por eso la salvación de los creyentes no tendrá lugar más que por la paciencia. (…) La paciencia va siempre unida a la fe. La razón es evidente, porque cuando nos consolamos con la esperanza de una mejor situación, el sentimiento de las miserias presentes es por ella moderado y endulzado para que no sean tan penosas de soportar.
(…) Para que los creyentes no repliquen que son demasiado débiles para bastarse a sí mismos llevando cargas tan numerosas y pesadas, el Apóstol les propone la ayuda y socorro del Espíritu, más que suficiente para sobrepasar todas las dificultades. (…) El Espíritu tomando sobre sí nuestra carga, no solamente nos ayuda y socorre, sino que nos alienta y alivia ni más ni menos que si llevase con nosotros todo el peso.
(…) San Pablo amonesta que en todo somos débiles y hay en nosotros enfermedades sin número que amenazan con hacernos caer; pero que hallaremos fuerza y socorro en el Espíritu de Dios para no descorazonarnos y abatirnos por muchos que fueren los males que nos abatan. Esta fuerza del Espíritu viene en socorro nuestro, nos muestra con seguridad que procede de Dios, aun cuando alcancemos la alegría de nuestra redención jadeando, gimiendo y suspirando.
(…) Me parece que San Pablo quiere decir que estamos como ciegos cuando oramos a Dios, porque al sentir nuestros males, el espíritu está confundido y embrollado de modo que no sabe elegir rectamente ni distinguir lo bueno y provechoso. Si se nos dice que la regla para gobernarnos la encontramos en la Palabra de Dios, digo que nuestros afectos están totalmente llenos de tinieblas hasta que el Espíritu Santo les guía con su luz.
(…) Aun cuando no parezca ni por su afecto ni por su éxito que nuestras oraciones hayan sido escuchadas por Dios, San Pablo afirma que ya en el ejercicio y deseo de orar resplandece la presencia de la gracia celestial, porque nadie podría por sí mis-mo concebir en su corazón una oración santa y buena.
(…) El Apóstol llama, pues, gemidos indecibles a cuantos se expresan impulsados por el Espíritu Santo, porque sobrepasan incomparablemente la capacidad de nuestro entendimiento. (…) Jamás podrá alguien por sí mismo pronunciar con sabiduría una sola palabra si Dios no lo hace por un instinto secreto de su Espíritu, y si no abre el corazón para que el Espíritu entre en el creyente.
(…) He aquí una buena razón para confirmarnos en la seguridad de que somos escuchados por Dios cuando oramos por su Espíritu, porque Él conoce íntimamente nuestros deseos y súplicas, siendo como son ideas y conceptos de su Espíritu. (…) San Pablo ha afirmado que Dios nos ayuda sujetándonos para tenernos, por así decirlo, junto a Él, añadiendo ahora un segundo consuelo, a saber, que nuestras oraciones no serán en vano porque Dios mismo las conduce y gobierna.
(…) Aprendemos también por esto que el punto principal y fundamental de la oración es la armonía con la voluntad divina, porque nuestros propios deseos no le fuerzan ni obligan. Por eso, si queremos que nuestras oraciones le sean gratas es preciso suplicarle que sea Él quien las dirija.

(Tomado de JUAN CALVINO:
EPÍSTOLA A LOS ROMANOS, Grand Rapids, Michigan, USA, Ed. por la Sub-comisión Litera-tura Cristiana de la Iglesia Cristiana Reforma-da, 1977, págs. 215-218).

AFIRMACIONES DE ULRICO ZUINGLIO
 De la “Primera Disputación de Zurich” (29/1/1523)
 Las 67 Conclusiones o Artículos (selección)

2. Resumido, lo esencial del evangelio es lo siguiente: que nuestro Señor Cristo Jesús, el verdadero Hijo de Dios, nos ha dado a conocer la voluntad de su Padre celestial y nos ha redimido de la muerte y reconciliado con Dios por su inocencia 3. Por eso Cristo es el único camino a la salvación para todas las personas que vi-vieron, viven y vivirán.
6. Pues Cristo Jesús es el jefe y el capitán prometido y también enviado por Dios a toda la humanidad,
7. para que él fuese la eterna salvación y la cabeza de todos los creyentes, que son su cuerpo; pero sin él este cuerpo está muerto y nada puede hacer.
14. Por esta razón todos los cristianos deberían poner el máximo empeño en que en todas partes sea predicado sólo el evangelio de Cristo.
15. Porque nuestra salvación consiste en la fe en el evangelio, y nuestra condenación consiste en la incredulidad. Pues el evangelio contiene claramente toda la ver-dad.
17. Cristo es el único y eterno Sumo Sacerdote (…).
18. Cristo, que se sacrificó a sí mismo sólo una vez, es un sacrificio que vale y expía eternamente por los pecados de todos los creyentes. Esto permite reconocer que la misa no es ningún sacrificio, sino un memorial del sacrificio y la confirmación de la redención que Cristo ha realizado en beneficio nuestro.
19. Cristo es el único mediador entre Dios y nosotros.
21. Si en este mundo oramos los unos por los otros, hemos de hacerlo en la con-fianza de que sólo por Cristo nos son concedidas todas las cosas.
23. Cristo rechaza las posesiones y la pretensión de poder de este mundo. De ello deducimos que aquellos que en su nombre acumulan riquezas, lo deshonran en gran manera, pues lo convierten en pretexto de su codicia y su arbitrariedad.
25. Las fechas y los lugares están sometidos al cristiano y no al revés. De ello se de-duce que aquellos que restringen las fechas y los lugares privan a los cristianos de su libertad.
28. Todo lo que Dios ha permitido o lo que no ha prohibido, es legítimo. De ello se deduce que el matrimonio es cosa lícita para todas las personas.
31. La excomunión no puede ser impuesta por una persona sola, sino sólo por la iglesia; es decir, por la comunión de aquellos con quienes convive quien ha de ser excomulgado, juntamente con el vigía, o sea, el pastor.
33. Los bienes acumulados por medios ilegales no deben servir para beneficio de los templos, conventos, monjes, sacerdotes o monjas, sino de los necesitados, si es que no pueden ser devueltos al dueño legítimo.
35. (…) La autoridad civil y secular tiene su poder y fundamento en la doctrina y acción de Cristo.
37. Todos los cristianos, sin excepción, deben obediencia a las autoridades seculares,
38. mientras ellas no ordenen cosas que vayan contra Dios.
39. Por ello, todas sus leyes deben estar en conformidad con la voluntad de Dios, de manera que concedan protección jurídica al oprimido aunque éste no formule de-manda.
44. Los verdaderos adoradores invocan a Dios en espíritu y en verdad, sin jactarse delante de la gente.
45. Los hipócritas realizan sus obras para ser vistos por la gente (…).
47. Es preferible que una persona sufra la muerte física en lugar de escandalizar a un cristiano o causarle vergüenza.
48. Quien se escandaliza sin motivo por debilidad o ignorancia, no se lo debe dejar en su debilidad o ignorancia, sino que se lo debe fortalecer para que no considere pecado lo que no es pecado.
50. Sólo Dios perdona el pecado, por Cristo Jesús, su Hijo, nuestro Señor.
51. Quien permita a la criatura humana perdonar pecados priva a Dios de su gloria y se la da a alguien que no es Dios. Esto es verdadera idolatría.
52. Por ello, la confesión hecha ante un sacerdote o ante el prójimo no debe considerarse como perdón de los pecados, sino como la solicitud de consejo.
55. Quien diga que no se le puede perdonar algún pecado a la persona arrepentida no obra en lugar de Dios ni de Pedro, sino que actúa en nombre del diablo.
57. La verdadera Sagrada Escritura no sabe nada de un purgatorio después de esta vida.
58. Sólo Dios conoce el juicio sobre los fallecidos.

(Tomado de: ULRICO ZUINGLIO – UNA ANTOLOGÍA, traductores y edi-tores: René Krüger y Daniel Beros, Bs.As., Ed. La Aurora e I. U. ISEDET, 2006, págs. 79-84. El capítulo presente fue traducido por R. Krüger)


U. Zuinglio (1484-1531) fue un sacerdote suizo en Glarus (Einsiedeln) y en Zurich. Estudió especialmente el Nuevo Testamento y los escritos de Lutero, convenciéndose de los postulados del reformador alemán. Estuvo en desacuerdo con las “milicias mercenarias suizas” que reclutaban a jóvenes para llevarlos a la guerra en el extranjero. Predicó contra los abusos de las indulgencias, los ayunos y las peregrinaciones. El Consejo de Zurich llamó a dos consultas teológicas llamadas “disputaciones” o “disputas” en el año 1523. Desde entonces la ciudad opto por la Reforma, aboliendo la liturgia de la misa y la veneración a las imágenes. Asimismo se eliminaron las procesiones, las reliquias religiosas, la confirmación y la extremaunción. Zuinglio murió como capellán de guerra en 1531 en la batalla de Kappel entre católicos y protestantes.