JUAN CALVINO
INTERPRETACIÓN DE LA EPÍSTOLA
A LOS ROMANOS DEL APÓSTOL PABLO
(Selección)
Porque
en esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza,
porque, ¿quién espera lo que ya está viendo? Pero si lo que esperamos es algo
que todavía no vemos, tenemos que esperarlo con paciencia. De igual manera el
Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues no sabemos qué nos conviene
pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Pero el que examina los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu,
porque intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios. Romanos
8:24-27
El Apóstol quiere demostrar
sencillamente que como la esperanza es un bien futuro y no presente, jamás está
unida a una plena y evidente posesión.
(…) De la esperanza se sigue
necesariamente la paciencia. En vista de que es una cosa triste no disfrutar
del bien que se desea, si el hombre no se sostiene y se con-suela por la
paciencia desfallecerá y se desesperará. Así pues, la esperanza lleva siempre
consigo la paciencia. La conclusión que hace el Apóstol es muy correcta, pues
todo cuanto el evangelio nos promete sobre la gloria de la resurrección se
desvanece si no pasamos la vida soportando pacientemente la cruz y sus
tribulaciones.
(…) La salvación de los
creyentes está escondida, porque la esperanza no se sostiene más que por la
paciencia y por eso la salvación de los creyentes no tendrá lugar más que por
la paciencia. (…) La paciencia va siempre unida a la fe. La razón es evidente,
porque cuando nos consolamos con la esperanza de una mejor situación, el
sentimiento de las miserias presentes es por ella moderado y endulzado para que
no sean tan penosas de soportar.
(…) Para que los creyentes no
repliquen que son demasiado débiles para bastarse a sí mismos llevando cargas
tan numerosas y pesadas, el Apóstol les propone la ayuda y socorro del
Espíritu, más que suficiente para sobrepasar todas las dificultades. (…) El
Espíritu tomando sobre sí nuestra carga, no solamente nos ayuda y socorre, sino
que nos alienta y alivia ni más ni menos que si llevase con nosotros todo el
peso.
(…) San Pablo amonesta que en
todo somos débiles y hay en nosotros enfermedades sin número que amenazan con
hacernos caer; pero que hallaremos fuerza y socorro en el Espíritu de Dios para
no descorazonarnos y abatirnos por muchos que fueren los males que nos abatan.
Esta fuerza del Espíritu viene en socorro nuestro, nos muestra con seguridad
que procede de Dios, aun cuando alcancemos la alegría de nuestra redención
jadeando, gimiendo y suspirando.
(…) Me parece que San Pablo
quiere decir que estamos como ciegos cuando oramos a Dios, porque al sentir
nuestros males, el espíritu está confundido y embrollado de modo que no sabe
elegir rectamente ni distinguir lo bueno y provechoso. Si se nos dice que la
regla para gobernarnos la encontramos en la Palabra de Dios, digo que nuestros
afectos están totalmente llenos de tinieblas hasta que el Espíritu Santo les
guía con su luz.
(…) Aun cuando no parezca ni
por su afecto ni por su éxito que nuestras oraciones hayan sido escuchadas por
Dios, San Pablo afirma que ya en el ejercicio y deseo de orar resplandece la
presencia de la gracia celestial, porque nadie podría por sí mis-mo concebir en
su corazón una oración santa y buena.
(…) El Apóstol llama, pues, gemidos indecibles a cuantos se
expresan impulsados por el Espíritu Santo, porque sobrepasan incomparablemente
la capacidad de nuestro entendimiento. (…) Jamás podrá alguien por sí mismo
pronunciar con sabiduría una sola palabra si Dios no lo hace por un instinto
secreto de su Espíritu, y si no abre el corazón para que el Espíritu entre en
el creyente.
(…) He aquí una buena razón
para confirmarnos en la seguridad de que somos escuchados por Dios cuando
oramos por su Espíritu, porque Él conoce íntimamente nuestros deseos y
súplicas, siendo como son ideas y conceptos de su Espíritu. (…) San Pablo ha
afirmado que Dios nos ayuda sujetándonos para tenernos, por así decirlo, junto
a Él, añadiendo ahora un segundo consuelo, a saber, que nuestras oraciones no
serán en vano porque Dios mismo las conduce y gobierna.
(…) Aprendemos también por
esto que el punto principal y fundamental de la oración es la armonía con la
voluntad divina, porque nuestros propios deseos no le fuerzan ni obligan. Por
eso, si queremos que nuestras oraciones le sean gratas es preciso suplicarle
que sea Él quien las dirija.
(Tomado de JUAN CALVINO:
EPÍSTOLA A LOS ROMANOS, Grand
Rapids, Michigan, USA, Ed. por la Sub-comisión Litera-tura Cristiana de la
Iglesia Cristiana Reforma-da, 1977, págs. 215-218).
AFIRMACIONES DE ULRICO
ZUINGLIO
De la “Primera Disputación de
Zurich” (29/1/1523)
Las 67 Conclusiones o
Artículos (selección)
2. Resumido, lo esencial del
evangelio es lo siguiente: que nuestro Señor Cristo Jesús, el verdadero Hijo de
Dios, nos ha dado a conocer la voluntad de su Padre celestial y nos ha redimido
de la muerte y reconciliado con Dios por su inocencia 3. Por eso Cristo es el
único camino a la salvación para todas las personas que vi-vieron, viven y
vivirán.
6. Pues Cristo Jesús es el
jefe y el capitán prometido y también enviado por Dios a toda la humanidad,
7. para que él fuese la
eterna salvación y la cabeza de todos los creyentes, que son su cuerpo; pero
sin él este cuerpo está muerto y nada puede hacer.
14. Por esta razón todos los
cristianos deberían poner el máximo empeño en que en todas partes sea predicado
sólo el evangelio de Cristo.
15. Porque nuestra salvación
consiste en la fe en el evangelio, y nuestra condenación consiste en la
incredulidad. Pues el evangelio contiene claramente toda la ver-dad.
17. Cristo es el único y
eterno Sumo Sacerdote (…).
18. Cristo, que se sacrificó
a sí mismo sólo una vez, es un sacrificio que vale y expía eternamente por los
pecados de todos los creyentes. Esto permite reconocer que la misa no es ningún
sacrificio, sino un memorial del sacrificio y la confirmación de la redención
que Cristo ha realizado en beneficio nuestro.
19. Cristo es el único
mediador entre Dios y nosotros.
21. Si en este mundo oramos
los unos por los otros, hemos de hacerlo en la con-fianza de que sólo por
Cristo nos son concedidas todas las cosas.
23. Cristo rechaza las
posesiones y la pretensión de poder de este mundo. De ello deducimos que
aquellos que en su nombre acumulan riquezas, lo deshonran en gran manera, pues
lo convierten en pretexto de su codicia y su arbitrariedad.
25. Las fechas y los lugares
están sometidos al cristiano y no al revés. De ello se de-duce que aquellos que
restringen las fechas y los lugares privan a los cristianos de su libertad.
28. Todo lo que Dios ha
permitido o lo que no ha prohibido, es legítimo. De ello se deduce que el
matrimonio es cosa lícita para todas las personas.
31. La excomunión no puede
ser impuesta por una persona sola, sino sólo por la iglesia; es decir, por la
comunión de aquellos con quienes convive quien ha de ser excomulgado,
juntamente con el vigía, o sea, el pastor.
33. Los bienes acumulados por
medios ilegales no deben servir para beneficio de los templos, conventos,
monjes, sacerdotes o monjas, sino de los necesitados, si es que no pueden ser
devueltos al dueño legítimo.
35. (…) La autoridad civil y
secular tiene su poder y fundamento en la doctrina y acción de Cristo.
37. Todos los cristianos, sin
excepción, deben obediencia a las autoridades seculares,
38. mientras ellas no ordenen
cosas que vayan contra Dios.
39. Por ello, todas sus leyes
deben estar en conformidad con la voluntad de Dios, de manera que concedan
protección jurídica al oprimido aunque éste no formule de-manda.
44. Los verdaderos adoradores
invocan a Dios en espíritu y en verdad, sin jactarse delante de la gente.
45. Los hipócritas realizan
sus obras para ser vistos por la gente (…).
47. Es preferible que una
persona sufra la muerte física en lugar de escandalizar a un cristiano o
causarle vergüenza.
48. Quien se escandaliza sin
motivo por debilidad o ignorancia, no se lo debe dejar en su debilidad o
ignorancia, sino que se lo debe fortalecer para que no considere pecado lo que
no es pecado.
50. Sólo Dios perdona el
pecado, por Cristo Jesús, su Hijo, nuestro Señor.
51. Quien permita a la
criatura humana perdonar pecados priva a Dios de su gloria y se la da a alguien
que no es Dios. Esto es verdadera idolatría.
52. Por ello, la confesión
hecha ante un sacerdote o ante el prójimo no debe considerarse como perdón de
los pecados, sino como la solicitud de consejo.
55. Quien diga que no se le
puede perdonar algún pecado a la persona arrepentida no obra en lugar de Dios
ni de Pedro, sino que actúa en nombre del diablo.
57. La verdadera Sagrada
Escritura no sabe nada de un purgatorio después de esta vida.
58. Sólo Dios conoce el
juicio sobre los fallecidos.
(Tomado
de: ULRICO ZUINGLIO – UNA ANTOLOGÍA, traductores y edi-tores: René Krüger y
Daniel Beros, Bs.As., Ed. La Aurora e I. U. ISEDET, 2006, págs. 79-84. El
capítulo presente fue traducido por R. Krüger)
U. Zuinglio
(1484-1531) fue un sacerdote suizo en Glarus (Einsiedeln) y en Zurich. Estudió
especialmente el Nuevo Testamento y los escritos de Lutero, convenciéndose de
los postulados del reformador alemán. Estuvo en desacuerdo con las “milicias mercenarias
suizas” que reclutaban a jóvenes para llevarlos a la guerra en el extranjero.
Predicó contra los abusos de las indulgencias, los ayunos y las peregrinaciones.
El Consejo de Zurich llamó a dos consultas teológicas llamadas “disputaciones”
o “disputas” en el año 1523. Desde entonces la ciudad opto por la Reforma,
aboliendo la liturgia de la misa y la veneración a las imágenes. Asimismo se
eliminaron las procesiones, las reliquias religiosas, la confirmación y la
extremaunción. Zuinglio murió como capellán de guerra en 1531 en la batalla de
Kappel entre católicos y protestantes.