CUARENTA
AÑOS EN EL DESIERTO
Sobre la ruta del
Sinaí
«Partieron los hijos de Israel de Ramsés a Sucot, como seiscientos
mil hombres de a pie, sin contar los niños. (EX. 12:37). Mas hizo Dios que
el pueblo rodase por el camino del desierto del Mar Rojo (Ex. 13:18). Y
partieron de Sucot y acamparon en Etam, a la entrada del desierto (Ex. 13:
20). Siguiéndolos los egipcios, con toda la caballería y carros de Faraón,
su gente a caballo y todo su ejército, los alcanzaron acampados junto al
mar, al lado de Pi-hahirot, delante
de Baalzefón» (Ex. 14: 9)
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«Y extendió
Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio
viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas
quedaron divididas. Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del
mar en seco, teniendo las aguas como muro a su derecha y a su izquierda»
Ex. 14: 21-22.
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El tramo que unía el canal de Suez con los
Lagos Salados era transitable en muchos puntos y se descubrieron trazos de
vados, demostrando que la fuga de Egipto a través del mar de las cañas es
verosímil.
En los primeros años del cristianismo se llegó
a pensar que la fuga de los israelitas tuvo lugar a través del Mar Rojo, en las
vecindades del actual Suez, lo cual no sería de descartar considerando que a
veces los fuertes vientos del noroeste empujan las aguas de la punta
septentrional del golfo de Suez con tal violencia que se puede atravesar a pie.
«E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y
salieron del desierto y anduvieron tres días por el desierto sin hallar
agua. Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran
amargas EX. 15: 22-23. Y llegaron a Elim, donde había doce fuentes de agua
y setenta palmeras… Ex. 15: 27. Partió luego de Elim toda la congregación
de los hijos de Israel, y vino al desierto de Sin, que está entre Elim y
Sinaí» Ex. 16: 1.
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Desde el Nilo hasta las montañas de la
península de Sinaí corre un antiquísimo sendero, camino por el cual llegaban
los trabajadores y esclavos que, desde el 3000 a.C, extraían cobre y turquesas
de los montes de Sinaí. En el curso de los milenios las minas fueron
abandonadas más de una vez, pero Ramsés II recobró los tesoros escondidos y las
hizo reactivar. A lo largo de esta ruta Moisés conduce a su pueblo.
«Y venida la tarde, subieron codornices que cubrieron
el campamento; y por la mañana
descendió rocío en derredor del campamento. Y cuando el rocío cesó de
descender, he aquí sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda,
menuda como una escarola sobre la tierra. Y viéndolo los hijos de Israel,
se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? Porque no sabían que era. Entonces
Moisés les dijo: es el pan que Jehová os da para comer». Ex. 16: 13-15.
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El capítulo 16: 35 del Exodo relata:
«Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta
años, hasta que llegaron a tierras habitadas en los límites de la tierra de
Canaán. Salieron de Elim y acamparon junto al Mar Rojo. Salieron del Mar
Rojo y acamparon en el desierto de Sin. Salieron del desierto de Sin y
acamparon en Dofca» (Núm. 33: 10-12)
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La Tamarix mannifera, (tamariscos) que
producen maná crecen todavía hoy en el Sinaí y a lo largo del desierto arábigo
hasta el Mar Muerto y constituye un valioso producto de exportación desde la
península de Sinaí.
Varios centenares de metros sobre el nivel del
Mar Rojo se extiende el vasto desierto de Sin y hacia el sudeste se puede gozar
de una inolvidable vista a distancia del Sinaí. Hasta fines del siglo XIX
ninguno sabía donde buscar la localidad de Dofca porque este nombre es un
término hebreo que equivale a «proceso de fusión», y éstos procesos tienen
lugar donde hay metales.
En la primavera de 1904, el inglés Flinders
Petrie, famoso arqueólogo bíblico, parte de Suez para seguir la ruta del Exodo
desde Egipto. Llegada la caravana al Sinaí, de pronto sobre una terraza rocosa
aparece un templo con pequeños altares, y alrededor sobre la amarilla arena se
ven trazas de cenizas de holocaustos. Sobre las ruinas del templo Petrie
encuentra esculpido el nombre de Ramsés II. Se trata de un antiguo centro
minero e industrial del cobre y de la turquesa, como lo probó luego el hallazgo
en la vecindad de restos de las habitaciones donde vivían los mineros. A pocos
pasos del templo aparecen bajo la arena, fragmentos de tablillas de piedra
sobre las cuales hay grabados signos muy extraños nunca vistos antes, que no
pueden ser descifrados. Después de mucho analizarlos, Petrie llega a la
conclusión, en base a la frecuencia con que son nombrados, que son los
operarios cananeos reclutados por los egipcios quienes usaban este sencillo
sistema de signos lineales. De esto se deduce un hecho importante: los
operarios cananeos sabían escribir 1500 años a.C, y esta grafía no tiene
nada que ver con los jeroglíficos ni con la escritura cuneiforme. Esto refuta
la hipótesis de que los israelitas venidos de Egipto no supiesen escribir.
Esta explicación suscitó gran impresión entre
los arqueólogos, de los estudiosos de la Biblia y de los historiadores.
Expertos de todos los países se vuelcan al estudio de estos caracteres que
Petrie había divulgado, pero ninguno logró atribuirle un sentido, hasta que
diez años más tarde el genial e incansable traductor de los textos egipcios,
Alan Gardiner, alcanza a descifrar una parte de las inscripciones. El «bastón
del pastor» repetidamente impreso lo puso sobre la justa vía. En la combinación
de cuatro o cinco signos que aparecen varias veces, Gardiner reconoce palabras
del antiguo lenguaje hebraico. Los cinco signos l-B-‘-l-t los interpreta
como dedicados a la «diosa Baalath», una diosa que era venerada en la costa de
Biblo en el segundo milenio a.C. A la misma divinidad los egipcios le habían
erigido un templo en el lugar de las excavaciones de Petrie, el lugar donde
operarios cananeos extraían cobre y turquesas.
La cadena de pruebas se cerró. La importancia
del hallazgo sobre el Sinaí alcanza toda su amplitud después de otros estudios,
y seis años después de la muerte de Petrie. Gardiner había descifrado sólo una
parte de aquellos extraños símbolos. Treinta años después, en 1948, un grupo de
arqueólogos californianos realiza una fiel traducción de todos los signos
impresos sobre las tablillas del Sinaí. Las inscripciones provienen ya sin duda
alguna de una época situada alrededor del 1500 a.C en un dialecto de Canaán.
Las famosas inscripciones del Sinaí
representan el primer estadío del alfabeto nord-semítico que es el progenitor
directo de nuestro actual alfabeto. Es la escritura que se usaba en Canaán y en
las repúblicas marítimas de los fenicios. Y hacia fines del siglo IX
precristiano fue adoptado por los griegos. De Grecia pasó a Roma y de Roma a
todo el mundo.
«Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en
un libro… (Ex. 17:14)
Por
primera vez en el Antiguo Testamento se habla de «escribir», cuando el pueblo
de Israel llegó a la etapa en Dafca. Nunca antes aparece esta palabra.
Descifrar las tablillas del Sinaí llevó este pasaje de la Biblia a una luz
absolutamente nueva de testimonio histórico, puesto que desde entonces sabemos
que 300 años antes que Moisés condujese a su pueblo fuera de Egipto, hombres de
Canaán «escribieron» en su lengua en esta región, estrechamente relacionada con
aquella de Israel.
Adaptado y traducido por el editor.