Recordando un líder del amor solidario.
Albert Schweitzer
Kaysersberg, Alsacia, Alemania, 14 de
enero de 1875
Lambaréné, Moyen-Ogooué, Gabón,
4 de septiembre de 1965
«Vengo
a preguntarle si necesitan a alguien para ir al Congo. Con mucho gusto me pongo a su disposición».
El hombre que el 9 de julio de 1905 dirigía
estas palabras al Director de la Sociedad de Misiones de Paris, es un candidato
atípico, aunque es hijo de pastor.
Nacido en 1875 en Alsacia, de hecho es ciudadano alemán, ya que Alemania
había anexado esta provincia en 1871. En
1900 es designado vicario de la parroquia alemana de San Nicolás, y sus
prédicas, imbuídas del mensaje de Jesús, no se limitan a reconfortar a sus
fieles, también les enseñan que cada ser humano puede colaborar al advenimiento
del Reino de Dios consagrándose a su prójimo, dentro de su profesión o a través
de alguna acción benévola.
Desde 1902 Albert Schweitzer enseña también en
la Facultad de Teología Protestante de la Universidad de Estrasburgo. En 1905
publica en francés una biografía extensa de Bach, al que califica de «músico
poeta». En esta obra, Albert Schweitzer
que es un destacado concertista, también da consejos prácticos a los organistas
para ejecutar las obras de Bach.
Cómo explicar que este hombre, cuyo ministerio
pastoral, enseñanza universitaria y la música ocupaban toda su vida en
Estrasburgo, haya optado por un camino riesgoso, que lo alejaba de todo lo que
él había logrado? «Iré, pero cuál será mi destino? Cuál será mi muerte?
Cuáles serán mis sufrimientos? Voy para
estar con Jesús, para que haga de mí lo que le plazca».
En sus escritos autobiográficos, Albert Schweitzer
explica que la elección de Africa no representaba una ruptura con su
trayectoria anterior. De niño había escuchado embelesado las prédicas que su
padre consagraba a la obra misionera, y había leído artículos sobre las
necesidades de las Misiones en el Congo.
Pero él había resuelto dedicarse al prójimo solo después de haber
cumplido 30 años (edad en la que su modelo, Jesús, había empezado su ministerio
público). Además deseaba completar sus
estudios de medicina, para ir al Africa como médico misionero que cura
enfermedades y alivia los sufrimientos morales anunciando el mensaje liberador
del Evangelio.
Esta decisión no le fue fácil, ya que su
familia, a excepción de su esposa Hélène Bresslau, se mostró conmocionada por
la noticia de su próxima partida al Africa, y le reprochó que abandonara una hermosa
carrera en la que podría hacer mucho bien, para elegir otra que lo expondría a
muchos peligros.
A pesar de todos los obstáculos que se interpusieron
en su camino, teológicos, políticos, financieros, y algunos relacionados con su
salud, siguió adelante con su proyecto y en 1913 se dirigió a Lambarené, en el
Congo francés (actual Gabón, al oeste de Africa Central) donde se quedaría mas
de los 2 años que había previsto prudentemente en un primer momento, para
finalmente dedicarle su vida entera.
El 11 de mayo de 1913, menos de un mes de su
llegada, pronuncia en Lambarené su primera prédica, a pesar de haberle
manifestado a la Sociedad de Misiones que partía como médico y no como
misionero. Ese mismo año funda el
hospital de Lambarené, en el que aplicaba su filosofía de la «ética del
respeto por la vida» «el hombre debe actuar respecto a la naturaleza, los
animales y los hombres con sentido de responsabilidad». En 1927 se construye el gran hospital
que lleva su nombre y que le valió en 1952 el Premio Nobel de la Paz, cuenta
actualmente con 250 camas y cerca de 40.000 pacientes por año van a curarse
distintas enfermedades como tuberculosis, paludismo, úlceras y sida.
Albert Schweitzer, médico, teólogo y filósofo
comprometido, predicador exigente y expresivo, escritor, organista talentoso y
apasionado de Bach, fué un hombre universal con múltiples facetas. Pero de
todas ellas, la de médico humanitario, es quizás la que mejor lo define. El mismo empleó el término «humanitario» por
los años 1920, estableciéndose desde entonces una relación entre él y los
médicos humanitarios de hoy en día. El «Nganga»,
como lo llamaban sus enfermos (término que significaba que no solo curaba los
cuerpos de sus pacientes, sino que también se ocupaba de sus enfermedades espirituales
y de sus relaciones familiares y laborales), también llamado el «Gran Doctor
Blanco» fue adquiriendo con el tiempo una dimensión cercana al mito.
Este año se cumplen 100 años de su primera
prédica en el Congo y de la creación del Hospital de Lambarené, ocasión para
recordar a este hombre, que abandonó una carrera brillante en su Alsacia natal
para comprometerse en un camino difícil y arriesgado y que, cuando ya se estaba
gestando la Primera Guerra Mundial, eligió el Congo francés en plena selva ecuatorial,
con árboles altos como catedrales y mosquitos que diezmaban poblaciones
enteras, sin rutas ni puentes, para dedicar su vida al cuidado de los cuerpos y
de las almas de sus pacientes y para poner en práctica día tras día su inmenso
amor al prójimo.
Fuente: Mission -
Mensuel Protestant. - Traducido y adaptado por: Edith Naef.