«Aconteció
después de la muerte de Moisés,
siervo de
Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés,
diciendo: Mi
siervo Moisés ha muerto:
ahora pues levántate y pasa este Jordán,
tú y todo tu
pueblo, a la tierra que yo les doy
a los hijos de Israel» ( Jos. 1: 1-2).
En el tiempo en
que Israel, delante del Jordán, está por entrar en la Tierra Prometida, sobre
el Mediterráneo va madurando la suerte de Troya: dentro de poco la soberbia
roca del rey Príamo tendrá sus días contados ya que en Grecia los héroes de Homero,
Aquiles, Agamenón y Ulises se están armando. Nos estamos acercando al año 1200
a.C., e Israel no podía elegir un momento más oportuno para ocupar Canaán. De
Egipto no cabía esperar peligro alguno, puesto que este país, luego de dos
milenios de esplendor se ha vuelto políticamente débil y su potencia se va esfumando
a ojos vista. Por lo que hace
a Canaán propiamente dicho, dividido en pequeños reinos y principados y
explotado por una corrupta política de ocupación por parte de Egipto, también
vive un momento de gran debilidad.
Después de
liberarse de los hicksos hacia el 1550 a.C., la Palestina quedó
ininterrumpidamente convertida en provincia egipcia, y el sistema feudal bajo
el dominio hickso fue sustituido por el simple ordenamiento patriarcal vigente
en las ciudades en tiempos de Abraham. Bajo un grupo de señores aristocráticos
que gobernaban despóticamente, el pueblo fue siendo despojado de derechos y
reducido a la condición de plebe, sistema feudal que Egipto dejó subsistir
siempre y cuando los tributos fuesen religiosamente pagados.
«Josué se
levantó de mañana, y él y todos los hijos de Israel partieron de Sitim y
vinieron hacia el Jordán… hasta que todo el pueblo hubo acabado de pasar el
Jordán en seco… y el pueblo subió del Jordán y acamparon en Gilgal, al lado
oriental de Jericó» (Jos. 3: 1 y 17 y 4: 19).
Hoy hay un puente para atravesar el río que es muy estrecho y desde
tiempos remotos tiene muchos puntos en los cuales se lo puede vadear. Cuando
Israel alcanza el Jordán, el río está en plena crecida, como consecuencia del
deshielo de la nieve del monte Hermón
(Jos. 3: 15-17), pero no es infrecuente presenciar el estancamiento de sus
aguas, dejando seco el curso inferior debido a movimientos telúricos. El último
conocido es del año 1927, pero se recuerdan otros en 1924 y 1906. Inscripciones
árabes mencionan otro hecho similar del año 1267.
«Entonces el
pueblo gritó, y los sacerdotes tocaron las bocinas; y aconteció que cuando el
pueblo hubo oído el sonido de la bocina, gritó con gran vocerío, y el muro de
se derrumbó. El pueblo subió luego a la ciudad, cada uno derecho hacia adelante
y la tomaron. Y consumieron con fuego la ciudad y todo lo que en ella había
(Jos. 6: 20 y 24).
La lucha de Josué para apoderarse de Jericó ha hecho célebre esta
ciudad. Hoy son los hombres de ciencia que luchan en ella con palas, picos y
tablas cronológicas. Josué la conquistó en siete días pero los estudios
arqueológicos se está prolongando por más de 50 años. Mas allá de lo que fue la
fortaleza bíblica, bajo los estratos de la edad del bronce duermen testimonios
de la edad de piedra. Las casas más antiguas de Jericó tienen siete mil años y
tienen muros circulares semejantes a las
tiendas de los nómades. El arte de la cerámica era desconocido para sus
habitantes y sus muros fueron puestos al descubierto recién en 1953 con la idea
que «Jericó pueda jactarse de ser la
ciudad más antigua del mundo». Un poco al norte de lo que fue la ciudad, bajo una colina de restos, entre
1907 y 1909, se descubrieron dos murallas fortificadas dispuestas concéntricamente.
Una interna situada a lo largo de la
cresta de la colina y otra externa al pie de la colina. Lo extraordinario es
que la interna, construida con ladrillos secados al sol, estaba formada por dos
muros paralelos separados por unos 3 a 4 metros, el más interno de los cuales
tiene un espesor de tres metros y medio en toda su longitud. La muralla
externa, es un muro con sólidos cimientos de unos dos metros de ancho y una
altura de 8 a 10 mts., el más interno de los cuales tiene un espesor de tres metros
y medio en toda su longitud. Tales eran los famosos
muros de Jericó!!!. Luego de no pocas disgresiones, los arqueólogos
legan a la conclusión que el bastión
externo se derrumbó hacia el 1200 a.C. o sea en tiempos de Josué. El jefe de
una nueva expedición, en 1930 se expresa sobre la destrucción de la
fortificación que formaba parte de la doble muralla interna: «El espacio entre
los dos muros está lleno de restos y escombros, con trazas evidentes de un gran
incendio, masas compactas de ladrillos ennegrecidos, piedras rajadas, madera
carbonizada y cenizas. Las casas a lo largo de la muralla han sido destruidas
por el fuego hasta los cimientos, y los techos han caído sobre los muebles y
utensilios domésticos.
Para este arqueólogo la muralla interna era la más nueva, siendo la que
destruyó Israel alrededor del 1400 a.C. En cambio Vincent, uno de los excavadores
de Jerusalén, considera que la
destrucción de Jericó tuvo lugar entre los años 1225-1200 a.C.
Un hecho curioso en las excavaciones de Jericó muestran que las casas
destruidas estaban vacías y no hay fragmentos de cerámica. Por lo tanto queda
todavía mucho por dilucidar, entre otras cosas ¿Qué fue lo que provocó el
derrumbe de las murallas?.
Al examinar las piedras del bastión, el arqueólogo Garstamg observó
algo singular: las piedras del bastión externo habían caído hacia afuera a lo
largo de la pendiente, mientras que aquellas de la muralla interna que bordea
la cresta de la colina, habían caído exactamente en sentido opuesto, o sea
hacia el interior y habían sepultado las casas situadas detrás. Además, los
muros presentaban numerosas y grandes fisuras y grietas, lo cual lo llevó a concluir
que había habido un terremoto muy
destructor en la ciudad. Los modernos estudios y mapas geofísicos
muestran que Jericó se encuentra en una zona fuertemente sujeta a terremotos y
temblores que atraviesan Asia, pasando por el Himalaya y el Tibet.
Jericó fue la primera plaza fuerte de la Tierra Prometida. Los
arqueólogos también pudieron establecer el sucesivo camino de los israelitas
hacia Canaán. A unos 20 kms. de Hebrón se encuentra Dabir, que dominaba el
Neguev y cuyas excavaciones en 1926 mostraron restos y cenizas provenientes del
siglo XIII a.C. que corresponde a lo escrito en Jos. 10: 38-39.
A 45 kms. Al sudeste de Jerusalén, se halla Laquis, la que para Canaán
debió haber sido una ciudad extraordinariamente grande, ya que en la década del
’30 del siglo pasado, una expedición inglesa pone al descubierto un área
edificada de seis hectáreas protegidas por un fuerte bastión, y también esta
ciudad cayó víctima de un incendio devastador. Una taza encontrada entre los
escombros lleva una fecha que correspondería al 1230 a.C. y que sería lo
señalado en Jos. 10: 32.
En el Museo de El Cairo existe una piedra proveniente de un templo
funerario en la cual se celebran las victorias de un faraón que subió al trono
en 1234 a.C. y en cuya parte final dice: «Canaán ha sido conquistada con todos
los malos. Ascalon ha sido tomado prisionero, Geser ha sido tomada y Jenoam
destruida. El pueblo de Israel está desesperado y la Palestina es como viuda
para Egipto». Esto fue escrito en el año 1229 a.C. y por muchos motivos es un documento
precioso. Por primera vez en la historia humana se inmortaliza el nombre
«Israel» y lo que es más importante por un extranjero y contemporáneo. Además
Israel es citado como «pueblo» y asociado a nombres de ciudades palestinas, lo
que prueba que Israel en el 1229 a.C. estaba instalado en Canaán y era bien
conocido.
Poco antes del 1200 a.C. Israel
había alcanzado la deseada meta, es decir: Canaán, a pesar de no haber
alcanzado todavía a dominar todo el
país. Es necesario reconocer la muy hábil estrategia de Josué, que esquivó
las fortalezas más sólidas de Geser y Jerusalén, siguiendo el principio de la
menor resistencia. A Israel le faltaban armas para oponerse a los temibles
carros de guerra y además le faltaba
técnica y experiencia en la lucha contra ciudades fuertemente defendidas, pero
puso el pie en las regiones menos pobladas y en los pueblos de las colinas de
ambas orillas del Jordán.
La misión de Josué ha sido cumplida. Muere a tardía edad y es
sepultado, según Jos. 24: 30 en el monte de Efraín, al norte del monte de Gaas.
Según Jos. 5: 3-7, dado que los israelitas nacidos en el desierto no
habían sido circuncidados, Jehová le ordena hacerlo con cuchillos de piedra, un
cierto número de los cuales fueron incorporados a las cavernas sepulcrales en
Gilgal donde había tenido lugar la ceremonia.
Cuando se realizaron excavaciones en 1870, aparecieron numerosos
cuchillos de piedra…
Traducido y
adaptado por el editor.