El Nuevo Testamento se formó gracias a la recopilación de testimonios acerca de Jesús y de su movimiento. Jesús y sus discípulos fueron hebreos, y también lo fueron muchos de sus seguidores. Pero, después de la muerte y resurrección del Señor, muchas personas de otros orígenes, tradiciones y culturas pasaron a formar parte de la iglesia, es decir, del movimiento de fe, comunidad, acción, solidaridad y esperanza que fue motivado por Jesús.
Desde el tiempo de vida de Jesús surgieron
relatos orales sobre la vida y su ministerio, los cuales, con el pasar de los
años, fueron volcados a la escritura
y luego recopilados en lo que llamamos el Nuevo
Testamento. Los cuatro documentos que tratan directamente de Jesús son
llama-dos evangelios. La palabra griega euaggelion significa «buena noticia».
En el N.T. encontramos los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los tres
primeros son denominados evangelios sinópticos, lo cual significa que están
escritos de manera similar... pero aún así presentan diferencias entre
ellos. La crítica especializada de la
ciencia bíblica expone la teoría de que las fuentes originales de la tradición
sobre Jesús están en el Evangelio de Marcos y en una fuente común a los
evangelios de Mateo y de Lucas, a la cual se la llama simplemente «Q» (del
alemán «Quelle», que significa fuente).
La fuente «Q» presentaría muchas de las enseñanzas
fundamentales de Jesús.
u Hay algunas de las
bienaventuranzas: sobre los pobres, los hambrientos y los que lloran.
u Está la exhortación a amar
a los enemigos y bendecir a quienes nos maldicen.
u También el mandato de
ofrecer la otra mejilla y no oponerse cuando, además de la camisa, nos quieran
robar la capa.
u Amar sólo a quienes nos
aman, dice Jesús, no tiene ningún mérito.
u Otra exhortación se
refiere al prestar sin esperar recompensa.
u El seguimiento de Jesús o
la vida de acuerdo al Reino de Dios consiste en practicar la misericordia.
u Asimismo no hay que
apresurarse en condenar al prójimo, juzgándolo sin sentimiento.
Primeramente hay que fijarse en la viga que uno
tiene en su propio ojo, antes que juzgar por la vara que está en el ojo ajeno.
u Seguir a Jesús significa
poner en práctica lo que El dice; de esa manera, el cristiano/a será firme como
aquella persona que construyó su casa sobre la piedra.
u Jesús, según el testimonio
de «Q», advierte a sus discípulos que no tiene paradero fijo.
u Quien dispone su vida para
la causa del Reino de Dios debe fijar su prioridad en el futuro y en la esperanza,
porque quien pone su mano en el arado y mira hacia atrás está desobedeciendo a
la exhortación urgente de Jesús.
u Los discípulos deben orar
para que el Señor envíe más obreros a su viña.
u Pero la misión no es
fácil, pues los trabajadores del Reino son enviados al mundo como ovejas en
medio de lobos. Los obreros de Jesús no deben llevar más equipaje que el mínimo
necesario. Deben visitar hogares y desear la paz a quienes los reciban.
u Jesús enseña a orar con la
oración modelo del Padre Nuestro, por la cual se pide a Dios que haga realidad
su Reino entre nosotros.
u El creyente debe orar con
fe, sabiendo que no hay nada oculto que no haya de revelarse.
u Hay quienes pueden matar
el cuerpo de los seguidores de Jesús, pero no pueden matar su presencia ante
Dios.
u El ser humano no debe
desesperarse por sus bienes; así como Dios alimenta a las aves, que no siembran,
ni hilan ni cosechan, y da vida a las hierbas y flores del campo, también dará
vida a sus hijos/as, sin que para ello debamos ponernos ansiosos por el día de
mañana. Dios sabe que tenemos necesidad del alimento, de la bebida y del
vestido. Pero lo primero es ocuparse del Reino de Dios y su justicia, que lo
demás vendrá por añadidura.
u La verdadera riqueza está
en el compartir los bienes con los pobres y necesitados.
u De esa manera crece el
Reino de Dios, aunque, en principio, sea apenas comparable al tamaño de un
grano de mostaza.
u Asimismo el Reino es como
la levadura, que luego fermenta, aumentando mucho el tamaño original de la
masa.
u El secreto de Jesús
consiste en humillarse, no en vanagloriarse.
u La vida del Reino está
reservada para todos, y en particular para los pobres, lisiados y enfermos.
u Quien quiera resguardar su
vida de cualquier peligro, o compromiso por los demás, o acción de solidaridad,
perderá la vida del Reino que ofrece Jesús. La salvación está en «perderse» en
beneficio de los demás.
Los biblistas o exegetas consideran que el
primer escrito que apareció del N.T. fue la Primera Carta o Epístola de Pablo a
los Tesalonicenses, escrita alrededor del año 50 d.C.- El Evangelio de Marcos
(abreviado Mr. o también Mc), por su parte, habría sido escrito en la década
del 70 d.C.; el Evangelio de Mateo (Mt.) en la década del 80 d.C.; el Evangelio
de Juan (Jn.), en la década del 90 d.C.; el Evangelio de Lucas (Lc.) y el libro
de los Hechos de los Apóstoles (Hch.), hacia el año 100 d.C., al igual que los
restantes escritos que no fueron redactados por el apóstol Pablo.
La mayoría de los exegetas consideran que Pablo
escribió las siguientes cartas: Primera a los Tesalonicenses (I Tes.), Gálatas
(Gál.), Filipenses (Fil.), Primera y Segunda a los Corintios (I y II Cor.),
Filemón (Flm.), Colosenses (Col.) y Romanos (Rm.). Son las llamadas cartas
paulinas.
Las cartas a los Efesios (Ef.), Segunda a los
Tesalonicenses (II Tes.), Primera y Segunda a Timoteo (I y II Tim.), y a Tito
(Tit.), fueron escritas por teólogos que recibieron la influencia directa o
indirecta del apóstol Pablo. Estas cartas reciben la denominación de déutero-paulinas.
Completan los 27 escritos del N.T., además de
los ya mencionados cuatro evangelios, los siguientes: Hechos de los Apóstoles,
cartas paulinas y cartas déutero-paulinas, la Carta a los Hebreos (Hbr.), las
llamadas Siete Cartas Universales (Santiago - Stg.; Primera y Segunda de Pedro
- I y II Pe.; Primera, Segunda y Tercera de Juan - I, II y III Jn.; y Judas
-Jds.), y el libro del Apocalipsis (Ap.).
Álvaro Michelin Salomon
Tomado de: ESTUDIOS
BÍBLICOS PARA CAMINAR CON EL PUEBLO DE DIOS (NUEVO TESTAMENTO), escrito por
Á.M.S. con la colaboración de Wilma Rommel;
Col. Valdense, edición de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la
Plata, 2004, págs. 26-28.