En
el curso de este año 2017 se cumplen 500 años de la Reforma Protestante. Por
ese motivo vamos a editar una adaptación resumida del contenido
del libro "El Pensamiento de la Reforma" escrito por el historiador y
teólogo británico ALISTER E. Mc.GRATH, uno de los mayores especialistas sobre
la Reforma, docente de historia de la teología y de Sistemática en la
Universidad de Oxford.
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Seguramente la parte
más olvidada de la Reforma del Siglo XVI y del tiempo posterior es la participación
de las mujeres en ese movimiento. Comenzamos aquí con la reseña sobre una
de esas mujeres.
KATHERINA SCHÜTZ-ZELL
(1497 – 5 de septiembre de 15622)
Una
mujer de la Reforma que traspasó fronteras
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Catalina tomó partido rápidamente frente a las
acusaciones que le hacían sobre el pasaje de Pablo de «que las mujeres se
callen en las congre-gaciones» (I Corintios 14:33-36). Ella recordó enseguida
que el apóstol Pablo también había escrito en Gálatas 3:28 que, en Cristo, «ya
no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino
que todos ustedes son uno en Cristo Jesús». Asimismo recuerda el texto de Joel
2, donde dice: «Después de esto, derramaré mi espíritu sobre la humanidad
entera, y los hijos y las hijas de ustedes profetizarán… también sobre los
siervos y las siervas derramaré mi espíritu…» (vv. 28-32).
Cuando Mateo Zell predicaba, muchas personas iban a
escucharlo porque el mensaje que transmitía a partir de la relectura bíblica
que había aprendido de Martín Lutero impactaba a la gente; entre ellos también
a la joven Catalina. Ella había entendido, gracias a las predicaciones y el
encuentro directo con Dios mediante la Biblia, que Dios la liberaba del miedo y
se sentía llamada a servir al prójimo.
En 1523 Zell toma un sermón de Lutero que termina
siendo el primer manifiesto protestante de Estrasburgo, cuyo contenido era la
doctrina de la justificación por la gracia mediante la fe. Zell entra en una
crisis espiritual por la búsqueda de la salvación personal y decide, así,
dedicarse a realizar tareas de apoyo a los pobres y marginados. En 1525, en
ocasión de desatarse la Guerra de los Campesinos, hubo muchos refugiados que
llegaban a Estrasburgo, ciudad libre no sometida al control imperial.
Entonces el matrimonio Zell toma partido en defensa de
los perseguidos, algo así como tres mil refugiados que arriban a la ciudad de
aproximadamente veinte y cinco mil habitantes. Unos sesenta encontraron
albergue en la casa de los Zell. En ese mismo contexto, para consolar a las
mujeres de los refugiados que habían quedado en la ciudad y la zona de
Kensingen, Catalina escribió cartas animándolas a que confíen sólo en Dios, recordándoles
que la fe no es fe si no está puesta a prueba. Les pide que oren por los
perseguidores de sus propios esposos, en consonancia con la exhortación de
Jesús en el Sermón del Monte (Mateo 5:4,44-48).
El matrimonio Zell no sólo hospedaba a los perseguidos
sino que también se ocupaba de visitar a aquellos refugiados que estaban
alojados en campamentos especiales. En estas visitas ellos les exhortaban que
evitaran los enfrentamientos armados, lo cual fue desoído y se produjo una gran
masacre.
Las cartas de Lutero circulaban con mucha frecuencia a
manos de los sacerdotes excomulgados. Esas cartas contenían reflexiones
teológicas y diaconales. Entre las teológicas aparecía la doctrina sobre el
sacramento de la Santa Cena.
En ese mismo tiempo también surgió el teólogo suizo
Ulrico Zuinglio con un pensamiento propio sobre la Santa Cena. Catalina
participa de la discusión entre las diferentes comprensiones de este
sacramento. Mientras Lutero interpretaba que el pan y el vino contienen la presencia
real de Cristo, Zuinglio sostenía que el pan y el vino son un memorial de la muerte de Cristo.
Bucero y el pueblo de Estrasburgo optaron por la
interpretación espiritual de la presencia de Cristo en la Santa Cena.
Uno de los príncipes, ante tal disputa teológica,
exhorta a la inter-comunión protestante, ante la cual Lutero, en principio,
estaba de acuerdo. Pero Melanchton interviene objetando tal medida porque
explica que, de hacerlo así, se cortaría el diálogo entre protestantes y
católicos. Lutero se apoyo en su amigo Melanchton pero, cuando ello llega a
oídos de Catalina Zell, ella refuta la ruptura de la práctica de la comunión.
Catalina asumió el criterio de que el amor debe estar por encima de todo,
mientras que Lutero le argumenta que, si bien el amor es importante, la Palabra
de Dios es lo más importante. Éste fue un debate teológico sobre los criterios
que deben primar en la práctica eclesial.
Mateo Zell, haciendo una
síntesis de las posturas luterana y zuingliana, se animó a concluir que, «quien
reconoce a Cristo como el verdadero Hijo de Dios y único Salvador de la
humanidad, es bienvenido a mi mesa»1.
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Por
ejemplo, ante el «caso Servet», un renombrado médico que negaba la doctrina de
la Trinidad, Catalina no acompañaba su doctrina pero se manifestó en contra de
su condena porque afirmaba que todas las personas gozan del amor de Dios. La
práctica del amor misericordioso está por encima de las doctrinas porque, a
través de Cristo, somos invitados a la solidaridad y a la compasión.
Su
esposo la llamaba «mi colaboradora», pues no sólo se dedicaba al asistencialismo sino que se ocupaba también de hacer teología
inspirándose en las Sagradas Escrituras.
En
1548 fallece su esposo, en cuyo funeral ella misma tiene una alocución
afirmando que ella no quiere ser considerada doctora en teología, pero sí que
se siente identificada con María Magdalena como anunciadora de la resurrección
de Jesús a los discípulos (Juan 20:18). (En aquel tiempo tenía un carácter
revolucionario la idea de que una mujer pudiera ser doctora en teología y expresarlo
en público). El impacto de su mensaje que generó en los asistentes al funeral
fue tan profundo que, al fin y al cabo, ella fue reconocida como teóloga.
Catalina
acompañaba a los enfermos y hacía las denuncias ante las autoridades por el
estado deplorable en que los hospitales se encontraban. En algunas ocasiones
ella era invitada a hacer la prédica en los servicios fúnebres; en ese marco se
animó a realizar una interpretación contextual del Padre Nuestro, explicando
cada frase.
Concluyendo
podríamos decir que eran tres los ejes de su vida:
1.- la reflexión bíblico-teológica, sumándose así al movimiento de la Reforma que estaba abarcando buena
parte de Europa
2.- como consecuencia de lo primero, la acción diaconal recibiendo a refugiados y cuidando
a enfermos sin hacer distinciones doctrinales
3.- la educación popular.
Referente a esto último Catalina se ocupó de traducir al alemán una serie de
himnos del movimiento hussita, con el fin de ayudar a la gente a orar y alabar.
De
esta manera esta mujer olvidada por la historia, contribuyó a la conversión de
muchas personas desde la teología protestante.
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Bibliografía:
URSULA KOCH: Die gelebte Botschaft – Frauen der
Reformation, Hamburg, Agentur des Rauhen Hauses, 2010. ROLAND H. BAINTON:
Donne della Riforma in Germania, in Italia e in Francia, Torino, Ed. Claudiana,
1992.
Wilma E. Rommel - Pastora
de la IELU
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