lunes, 8 de noviembre de 2010

Estado e Iglesia en Cotejo dialéctico sobre las urgencias sociales

Reflexiones de Mario Miegge sobre Calvino y la economía de la sociedad del siglo XVI.


Max Weber, en su libro “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, publicado en 1905, toma en consideración como el capitalismo empresarial moderno se ha ido configurando en los puritanos ingleses (y luego americanos) a partir de la segunda mitad del siglo XVI.
El hombre de negocios inglés debe comportarse de manera racional, ejerciendo un fuerte control también sobre si mismo, como los ascetas o los monjes de “ora et labora”. Pero, siendo un protestante, su ascetismo es “intramundano” porque la Reforma ha revolucionado el concepto de “vocación”, aplicándolo también a los oficios más humildes. El trabajo en el mundo ya no es entendido como una condena sino como misión, un valor positivo.
Por lo tanto el ascetismo calvinista empuja al empresario protestante ala organización de su tiempo, a la sobriedad de la vida, al ahorro y de ahí a reinvertir sus ganancias, al desarrollo del capital. Hasta aquí nada que objetar, pero la continuación del razonamiento es más discutible.
El calvinista dice Weber- es inquieto, preocupado frente a la elección divina, una decisión inescrutable, oscura, de Dios que provoca en él una soledad interior. Se pregunta “¿cómo podré estar seguro de formar parte de los elegidos?” Hay un modo práctico y seguro para poder responder al interrogante, aquel que Weber llama “la ética de la prueba”: si tengo éxito en mi actividad en el mundo podré tener la confirmación de mi elección divina. Un predicador inglés a fines del 600 dice en efecto a un parroquiano suyo: “Si tus negocios van mal quiere decir que también tu alma va mal”. Esta idea se encuentra aquí y allá en las predicaciones y en los escritos del puritanismo anglosajón tardío, pero ciertamente no puede ser generalizada como una doctrina oficial.
¿Qué tiene que ver todo esto con Calvino?. Absolutamente nada. Calvino nunca escribió que la predestinación pueda hacerse visible en los resultados de la actividad económica. El aspecto de la soledad del creyente está totalmente ausente en él. Para Calvino la vocación se ejerce de la mutualidad de la interacción: los hombres interactúan entre ellos. En efecto, escribe: “Con plena pertinencia la vida de los fieles es comparable al comercio: ellos deben en efecto hacer intercambio y permutar los unos con los otros para sostener la compañía. La laboriosidad por medio de la cual cada uno ejecuta el propio encargo, y la vocación misma, la habilidad en la conducta y todos los demás dones son como mercancías, porque su uso y fin es que haya una comunicación recíproca entre los hombres. Y el fruto o ganancia, de los cuales habla Cristo (en la parábola de los talentos) es el provecho o el sobrante de toda la compañía de fieles en común, que da gloria a Dios”.
Calvino es el primer teólogo en justificar el préstamo a interés, asegurando así la movilidad del dinero. La tasa de interés del 5% es un hecho público fijado por las leyes de la ciudad. Para Calvino la iglesia es una compañía de fieles, un término laico que proviene de las tradiciones comunales (las compañías eran las reuniones de los artesanos con sus estatutos democráticos).
Para evitar la ingerencia del gobierno de la ciudad Calvino crea un organismo a propósito para el autogobierno de la iglesia de Ginebra, el Consistorio, formado por pastores y laicos. En un primer tiempo debe aceptar un compromiso: los miembros laicos son designados por los Consejos de la ciudad en base a una lista presentada por los pastores. Pero luego los miembros laicos serán elegidos directamente por las parroquias. Con este instituto del “Consistorio” Calvino reivindica una forma institucional de gobierno de la iglesia que no tiene un igual en ninguno de los demás cantones evangélicos y en las ciudades-Estado. El gobierno de la iglesia es distinto de aquél del Estado.
Luego de la secularización de los bienes eclesiásticos y de la supresión de los conventos, el Estado asumió muchas funciones que antes estaban confiadas ala iglesia. La instrucción está garantizada para todos, también para las mujeres; el gobierno toma a su cargo el cuidado de los pobres, de los enfermos, de los desamparados: nace así el Estado de Bienestar. Pero la asistencia no es dejada solamente al Estado. Para Calvino los ministerios de la iglesia son cuatro: pastores, doctores, ancianos y diáconos. Y la diaconía asume la tarea específica de ocuparse de los pobres y de los enfermos para integrar la obra del Estado en un espíritu de plena colaboración.
Calvino está por lo tanto en el mismo origen de un Estado social, un proyecto de sociedad que dbe ocuparse del cuidado de cada aspecto de la vida del pueblo, comprendidos los desamparados y los inmigrantes. Este es su aporte a la modernidad.


Tomado de RIFORMA, periódico de las Iglesias Evangélicas Bautistas , Metodistas y Valdenses de Italia.
08-01-2010, pág. 5.

Navidad ¿Una mitología?

Con este título el pastor Paolo Ricca responde a un lector del periódico RIFORMA, que manifiesta su perplejidad ante la afirmación de algún autor en base a ciertas deducciones de los textos bíblicos- acerca de la existencia del mito de la Navidad.
Dado lo interesante de la respuesta dada por el pastor Ricca, trataremos de resumir su escrito.



Con este título el pastor Paolo Ricca responde a un lector del periódico RIFORMA, que manifiesta su perplejidad ante la afirmación de algún autor en base a ciertas deducciones de los textos bíblicos- acerca de la existencia del mito de la Navidad.
Dado lo interesante de la respuesta dada por el pastor Ricca, trataremos de resumir su escrito.Un primer dato seguramente histórico y para nada mítico o legendario, es el contenido en las “narraciones de la infancia” y de identidad de los padres de Jesús: José y María. Sobre esto no hay dudas, aquí no hay lugar para ninguna invención. No está clara en los textos evangélicos, la naturaleza de la paternidad de José con relación a Jesús. Según las dos genealogías y en esto concuerdan- se llega a Jesús a través de José que, por lo tanto, es su “padre”. ¿Pero en qué sentido? ¿En sentido físico? Parece que no, dado que María es constantemente calificada como “virgen” o como “muchacha no casada”: el término griego tiene los dos significados, pero, en el cuadro de la sociedad hebraica de entonces, indican la misma realidad e implican ambos la ausencia de una relación sexual antes del nacimiento de Jesús. Por lo tanto, José es padre de Jesús en el sentido de una paternidad legal, adoptiva, no en aquel de una paternidad física.
Por su parte, lo que se sabe de la vida de Jesús se ha obtenido casi exclusivamente de los Evangelios de Mateo y de Lucas, por cuanto los pocos textos clásicos (Tácito, Suetonio) o hebraicos (Flavio Josefo) que lo mencionan, no suministran mayores datos sobre su persona. Las dos narraciones están fuertemente impregnadas de espiritualidad hebraica y describen bien el ambiente religioso y social en el cual Jesús nació y creció. Su patria, la Galilea, era mal vista por las autoridades romanas por tratarse de una tierra políticamente inquieta, y por las autoridades religiosas de Jerusalén porque era semi pagana. Sin embargo, la familia de Jesús, como el resto de la población hebraica de la región, participaba de las fiestas y liturgias del Templo de Jerusalén y cultivaba la piedad de los “pobres de Israel”. El judaísmo de Jesús, fuertemente subrayado en las narraciones de la infancia, es fundamental para comprender su misión y su persona.
Por lo tanto hay mucha historia en estas narraciones, pero también mucha teología y mucha poesía. La teología surge al anunciar que Jesús es el Hijo de David y como tal el Mesías (Mateo) y que es “concebido del Espíritu Santo” y como tal Hijo de Dios (Lucas). En el fondo, las dos narraciones de la infancia no dicen otra cosa que aquello que dirá la entera narración evangélica y que dirán Pablo (Romanos 1:3, Jesús Hijo de David) y Juan (Jesús Hijo de Dios). Pero lo dicen al principio, como preludio del evangelio, narrando el hecho histórico del nacimiento de Jesús en forma poética y con finalidad teológica. No hablaría pues de “mitología” sino de teología y poesía entrelazadas en un núcleo histórico fundamental.
Los evangelistas Marcos y Juan no hablan del nacimiento de Jesús. Para Marcos el evangelio comienza no con el nacimiento, sino con el bautismo de Jesús en el Jordán. (Mr. 1: 9-11). Juan
se limita a declarar que “la Palabra se hizo carne”, sin precisar ni como ni donde. En su narración María aparece por primera vez en las bodas de Caná, en el capítulo 2: el hecho de dar a luz a Jesús es totalmente ignorado. ¿Por qué este doble silencio? La razón principal parece ser ésta: por cuanto fundamental, el nacimiento de Jesús no es, de por sí, un acto salvífico. Es su muerte y su resurrección que salvan, no su nacimiento. Tampoco el apóstol Pablo pone en relieve y atribuye algún significado particular al nacimiento de Jesús, que menciona una sola vez, al pasar, en la epístola a los Gálatas, donde habla de Jesús “nacido de mujer” (4: 4). La importancia que ha adquirido la fiesta de Navidad en el culto y en la piedad cristiana y que continúa a mantenerse también en nuestro tiempo tan secularizado, es desproporcionada con relación al lugar que el nacimiento de Jesús ocupa en el Nuevo Testamento.
Por otra parte, como es sabido, los primeros cristianos no festejaban la Navidad, incluso porque ni Mateo ni Lucas permiten establecer la fecha de nacimiento de Jesús. La indicación de Lucas según el cual, en la noche en la cual nació Jesús, “había pastores que velaban y guardaban la vigilia de la noche sobre su rebaño”, que hace pensar en un período comprendido entre marzo-abril hasta noviembre. Otras indicaciones no hay. También esto demuestra el escaso interés de los primeros cristianos por el nacimiento de Jesús. Para ellos, el único “día del Señor” era el domingo, esto es el día de la resurrección, no aquel del nacimiento.
Pero entonces, ¿cómo es que nació (tardíamente) la Navidad? ¿y por qué ha sido fijado el 25 de diciembre?. Lo que se sabe es lo siguiente:

a) el primer indicio de una celebración de Navidad de la que se tiene noticia se encuentra en el ámbito de una escuela cristiana gnóstica que floreció entre los años 120 y 140 después de Cristo. El 6 de enero de cada año se festejaban, no ya el nacimiento de Jesús, sino su bautismo, en el cual tuvo lugar su “manifestación” o “aparición” como “Hijo de Dios”, siendo así llamado, y por lo tanto constituído, por la voz celeste. “Aparición” en griego es “epifanéia” de donde proviene el término “epifanía”, que cae precisamente el 6 de enero.
Pero por qué el 6 de enero?. Porque en este día tenía lugar una fiesta pagana del dio Eón, hijo de la virgen Kore, relacionada también a poderes especiales atribuidos a las aguas del Nilo. Basílide, un gnóstico, quiso sustituir en el siglo I la fiesta pagana por una fiesta cristiana: el verdadero Hijo de Dios, Cristo, que es manifestado como tal en su bautismo, en el lugar del dios Eón, y las aguas del Jordán en lugar de aquellas del Nilo.

b) La Iglesia de Oriente, aún condenando a Basílide por sus doctrinas gnósticas, adoptó su fiesta, uniendo sin embargo a la memoria del bautismo de Jesús, también aquella de su nacimiento: ésta se celebraba en la noche entre el 5 y el 6 de enero, mientras que el día 6 se celebraba el bautismo. Incluso se conserva una liturgia de Navidad (nacimiento y bautismo) de inicios del siglo IV.

c) Desde Oriente la fiesta de Navidad se desplaza a Occidente, y aquí la fecha del nacimiento fue fijada el 25 de diciembre, separándola de aquella del bautismo que continuó a celebrarse el 6 de enero. ¿Por qué el 25 de diciembre? Por la misma razón por la cual Basílide había elegido el 6 de enero para celebrar el bautismo de Jesús, esto es, para sustituir una fiesta pagana. Aquí la fecha era aquella del dios Sol, querida parece- entre otros por el emperador Constantino, que la cristianizó sustituyendo el dios Sol con el “verdadero sol”, Cristo. La fiesta del dios Sol era celebrada el 25 de diciembre y esto explica porqué nuestra Navidad se celebra en esa fecha.
Como se ve la historia de la fiesta de la Navidad es más bien compleja, por no decir complicada. La narración evangélica de la Navidad es en cambio límpida, lineal en las dos versiones distintas de Mateo y de Lucas, y extraordinariamente hermosa, de una hermosura no sólo poética, sino también espiritual.
Por ello la Navidad se ha convertido en la fiesta cristiana más amada y más universalmente celebrada de todas. Lamentablemente, es también la más mundanizada. Sin embargo, esto no es motivo suficiente para no celebrarla, sino que es más bien un motivo para celebrarla BIEN, esto es, en simplicidad de ánimo y de fe responsable, conservando la capacidad de sorprendernos ante la grandeza de Dios. No festejarnos a nosotros mismos (nuestros afectos, el gozo de volver a vernos, volvernos a abrazar y transcurrir juntos hermosos momentos en compañía) sino festejar a Jesús que vino a buscarnos, para ser él el camino de nuestra vida.

Traducido por el editor