miércoles, 14 de diciembre de 2016

PALABRA DE DIOS, Bautismo y Discipulado







29 El siguiente día Juan vio que Jesús venía hacia él, y dijo: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
30 Él es de quien yo dije: «Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.»
31 Yo no lo conocía; pero vine bautizando con agua para esto: para que él fuera manifestado a Israel.»
32 Juan también dio testimonio y dijo: «Vi al Espíritu descender del cielo como paloma, y permanecer sobre él.
33 Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquél sobre quien veas que el Espíritu desciende, y que permanece sobre él, es el que bautiza con el Espíritu Santo.»
34 Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»


Juan el Bautista y Jesús.
Los primeros discípulos

35 Al día siguiente, Juan estaba de nuevo allí con dos de sus discípulos.

36 Al ver a Jesús, que andaba por allí, dijo: «Éste es el Cordero de Dios.»
37 Los dos discípulos lo oyeron hablar, y siguieron a Jesús.
38 Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les dijo: «¿Qué buscan?» Ellos le dijeron: «Rabí (que traducido significa «Maestro»), ¿dónde vives?»
39 Les dijo: «Vengan y vean.» Ellos fueron, y vieron donde vivía, y se quedaron con él aquel día, porque ya eran como las cuatro de la tarde.
40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús.
41 Éste halló primero a Simón, su hermano, y le dijo: «Hemos hallado al Mesías (que traducido significa «el Cristo»).»
42 Entonces lo llevó a Jesús, quien al verlo dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas [a] (que quiere decir, Pedro[b]).»
[a] Juan 1:42 De la palabra piedra en arameo.
[b] Juan 1:42 De la palabra piedra en griego.

DOS MINISTERIOS PARA LA VIDA DE ACUERDO AL REINO DE DIOS: UN PRECURSOR Y EL PROTAGONISTA PRINCIPAL
El relato se desarrolla basándose especialmente sobre dos personas que marcan una nueva era para el mundo: Juan el Bautista y Jesús. A Juan, Dios lo envió como testigo para que diera testimonio de la luz…  a fin de que todos creyeran por medio de él: Jn.1:7-8. Juan no era la luz sino su testigo, es decir, un instrumento útil en las manos de Dios. Jesús, que es el verbo-palabra («logos» en griego) que se hizo carne y habitó entre noso-tros, lleno de gracia y de verdad (Jn.1:14), es la luz que debe alumbrar el mundo entero (Jn.1:9).
El capítulo 1 de Juan es muy rico en contenido porque nos habla de las identidades de Juan el Bautista y de Jesús. La identidad de cada uno/a, desde nuestro concepto cristiano, tiene que ver con la misión que estamos llamados/as a cumplir en el tiempo y en el espacio en los cuales Dios nos pone. En otros términos: vocación y dones puestos al servicio del Reino de Dios. Lo importante, entonces, más que el nombre y la procedencia familiar, es la vocación que hemos recibido de Dios.
Si miramos a estas personas, Juan reconoce su lugar, su tarea y  vocación, de manera que ni siquiera se siente digno de bautizar a Jesús (v. 27), debido a que Juan ya reconoce en Jesús al Mesías, el Enviado de Dios, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Jesús, por su parte, se acerca a Juan, y Juan lo identifica, como ya hemos visto.  Juan realiza una confesión de fe con respecto a Jesús, diciendo que «Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (v. 29; ver también v. 36). Tener la capacidad de confesar la propia fe es un acto de sanidad. Es reconocer que no puedo solo con mi vida, que no puedo ni debo ser autosuficiente, que necesito de mis prójimos y necesito confiar en Dios.
Juan el Bautista representa, por un lado, a un buen educador/a, ya que se siente una voz que habla en nombre de, y debe educar al pueblo… Oficia de puente entre Dios y el pueblo. Orienta al pueblo para el encuentro con Jesús.
Por otro lado también Juan representa el modelo del ministerio pastoral, ya que señala hacia Jesús, preparando al pueblo para que crea en Él y lo acepte como el especial Enviado de Dios al mundo.
Juan da testimonio de Jesús, habla de Jesús, expresa su convicción de fe y proclama lo que entiende sobre la persona de Jesús. De ese modo, Juan también representa a los cristianos/as comprometidos/as que tienen la convicción, la valentía y la decisión para compartir con otros aquello que creen.

LA PALABRA DE DIOS, EL MINISTERIO DE JESÚS Y EL ENVÍO DEL ESPÍRITU SANTO
Los grandes protagonistas del relato en los vv.32-34 son Dios, Jesús y el Espíritu Santo. Juan pasa, conscientemente, a un segundo plano. Reconoce que él es un instrumento en manos de aquel que lo envió a bautizar, es decir, está al servicio de Dios, quien le confió la misión en relación con Jesús y su Reino. El Espíritu es poder (como un fuerte viento), vida (la dinámica de la Creación) y es presencia de Dios en el mundo. La misión de Dios a través de Jesús, entonces, estará sellada por su comunicación del Espíritu Santo, es decir, por la autoridad y el poder para iluminar la vida de las personas, fortalecerlas y purificar-las. Eso pasará con Andrés, Simón, Felipe, Natanael, Nicodemo y la mujer samaritana…
El teólogo Agustín de Hipona dijo: «ni siquiera hubiéramos podido empezar a buscar a Dios, si Dios no nos hubiera encontrado antes». Si facilitamos a otras personas el acercamiento a Jesús y a su mensaje del Reino, el Espíritu Santo bautizará con poder de vida nueva a quienes buscan a Jesús.

EL DISCIPULADO CRISTIANO: ALGUNAS PREGUNTAS Y ANOTACIONES
1.- Juan ve a Jesús viniendo hacia Él y comparte una confesión de fe. ¿Percibimos la presencia de Cristo Jesús en nuestras vidas? ¿Encontramos algunas palabras para expresar lo que creemos? ¿Compartimos con gozo la experiencia de estar acompañados por Cristo?
2.- Juan se ubica personalmente con respecto a la persona de Jesús, reconoce su lugar en el mundo, pero también la vocación o el llamado de Dios para ejercer un ministerio determinado (en su caso: el de predicar y bautizar). ¿Cómo nos ubicamos personalmente frente a Cristo? ¿Cómo definiríamos nuestro lugar en el mundo? ¿Cuál ha sido el llamado de Dios que hemos recibido como parte del Pueblo de Cristo, la iglesia?
3.- Juan dio testimonio de la presencia del Espíritu de Dios en Jesús. Ello forma parte imprescindible del mensaje cristiano, de nuestra predicación.  Anunciar que el Espíritu Santo está actuando es proclamar que Dios habita en Jesús, y que la misión de Jesús viene marcada desde el principio como la misión de Dios en el mundo y a favor del mundo. Esta misión lleva el sello del amor puro, la misericordia y la solidaridad.  Si creemos esto, nos involucramos conscientemente en la misma misión de Dios que Jesús encarnó hasta lo último. Seguir a Jesús es comprometernos en su misión y continuarla.
4.- Los dos discípulos de Juan entablan un diálogo con Jesús y se quedan conversando con él durante un buen rato, compartiendo varias horas de encuentro.  Habían seguido a Jesús y Jesús les había preguntado qué buscaban. Así empezó el vínculo personal con el Maestro. Sin la inquietud por aprender de Jesús no podremos progresar en la vida cristiana. Sin la oración que es nuestro diálogo con Dios, no podremos «vivir» o «habitar» en el ámbito donde encontramos el permanente vínculo con nuestro Creador.
5.- Andrés encuentra a su hermano Simón y le comunica: «hemos encontrado al Mesías».  Y Andrés acerca a Simón hasta Jesús. Utiliza la palabra y el gesto, la comunicación oral y el movimiento para que Simón también pueda encon-trarse con Jesús, como Andrés ya lo había experimentado previa-mente. Si tenemos una grata experiencia de nuestra fe en Cristo y de nuestra participación en la iglesia, ¿cómo no compartir esta alegría con otras personas?
Álvaro Michelin Salomon