martes, 3 de junio de 2014

El camino de Emaús (Lucas 24:13-35)

13. Aquel mismo día, dos de los discípulos se dirigían a un pueblo llamado Emaús a unos 11 kms. de Jerusalén. 14. Iban hablando de todo lo que había pasado. 15. Mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos. 16. Pero aunque lo veían, algo les impedía darse cuenta de quien era. 17. Jesús les preguntó: ¿De que van hablando Uds. por el camino?. 18. Se detuvieron tristes y uno de ellos llamado Cleofas, contestó: ¿Eres tú el único que ha estado alojado en Jerusalen y no sabe lo que ha pasado allí en estos días?

19. El les preguntó: ¿qué ha pasado?, le dijeron: Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en hechos y en palabras delante de Dios y de todo el pùeblo. 20. y de como los jefes de los sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. 21. Nosotros teníamos la esperanza de que él sería el que habría de libertar a la nación de Israel. Pero ya hace tres días que pasó todo eso. 22. Aunque algunas de las mujeres que están con nosotros nos han asustado, pues fueron de madrugada al sepulcro, y como no encontraron el cuerpo, volvieron a casa. 23. Y cuentan que unos ángeles se les han aparecido y les han dicho que Jesús vive.



La Biblia versión popular - Segunda Edición.

 

Entre la conciencia crítica

y la confianza.

 
Es significativo el hecho de que los discípulos varones tuvieron desconfianza hacia el testimonio de las mujeres, quienes habían sido las primeras en experimentar el mensaje de la Resurrección.

¡Cómo nos cuesta confiar en los demás! Cuando ésto llega a un grado enfermizo quedan desvalorizadas las relaciones humanas.

Claro: la ciencia, la filosofía y hasta la teología judía y cristiana académica nos enseñan a ser críticos con respecto a los modos de pensar de nosotros y de los demás.

Pero... ¿cómo podemos equilibrar una sana crítica con una sana confianza en los demás? ¿Cuál es el criterio para discernir hasta dónde va nuestra crítica e indagación de los por qué y las motivaciones, y hasta dónde nuestra confianza en la aceptación del semejante con alguien digno de crédito?. Dos caras distintas de la misma moneda humana y cristiana: discernimiento crítico - confianza análisis de la situación - entrega al Señor, obra humana (inteligencia en acción) - obra de Dios (produciendo fe) ciencia, estudio, empeño y compromiso humano – acción del Espíritu.

Los discípulos de Emaús tenían mucho de lo primero; pero les faltaba bastante de lo segundo… hasta que encontraron a Cristo resucitado. Necesitaron un signo o señal visible, por el cual pudieran captar la presencia especial del Resucitado con ellos, esa presencia poderosa en medio de la dura realidad de la cruz. No podían olvidar la crucifixión: injusticia, opresión, odio manifestado en el proceso judicial y condena de un justo; más la consecuente frustración y desesperanza que esa situación provoca en los seguidores/as de Jesús.

Pero el pan compartido, la reunión en torno a la mesa, la acción de gracias, la presencia del ‘Extraño’, se convirtió para ellos en la visita especial de Cristo mismo. Hoy diríamos: Dios se acordó de nosotros, nos visitó, nos inspiró, nos capacitó para superar nuestras pruebas, nos conmovió y nos devolvió la vida. Si nos ponemos en la piel de los discípulos de Emaús, podríamos meditar: al principio no pudimos captar el sentido de sus palabras, no era el momento. Pero estando juntos, habiendo escuchado sus relatos, sus testimonios, la explicación de la historia de Israel y de los profetas, habiendo estado con Él a la mesa; después de habernos tomado un tiempo para compartir… una nueva luz se encendió para nosotros. No fue una ilusión, fue una poderosa realidad interpersonal que nos hizo mirar más allá de la cruz.

La cruz tomada en sí misma, como condena histórica aplicada a miles de personas en el tiempo del Imperio Romano, y bajo la cual padecieron cientos de judíos, significa el triunfo del armamentismo, del militarismo, del orden de los poderosos de este mundo y de la aplicación de una justicia humana implacable.

Pero la cruz de Cristo, para nosotros/as, es el triunfo de la vida, la comunión y la paz, pues Cristo aún se hace presente de una manera especial entre nosotros. Así como acompañó a aquellos amigos (¿esposos?), el misterio de Dios nos acompaña en nuestro diario caminar. El testimonio de las mujeres no había sido producto de la locura o la ilusión.

Los varones tuvieron que reconsiderar, entonces, su criterio de discernimiento entre la crítica y la confianza, entre la ciencia y la fe en Dios, entre el análisis humano y la acción del Espíritu y el poder de Dios, entre la obra y la gracia.

Combinar ambas realidades no es fácil. Una persona cristiana madura no anula la ciencia, la cultura, el discernimiento crítico… los integra. Podríamos decir que la teología es la fe más la cultura. En las relaciones humanas pasa lo mismo que en la relación consigo mismo: demasiada confianza es peligrosa porque puede hacernos personas serviles de otra que, eventualmente, se puede equivocar, engañarnos y abusar del poder e influencias, etc. (demasiada confianza en sí mismo lleva a la ceguera y la soberbia).

Por otra parte: muy poca confianza en el prójimo no nos permite crecer en las relaciones humanas (como muy poca confianza en sí mismo lleva a la depresión, la baja auto-estima, etc.).

La sana confianza y la sana crítica son ingredientes imprescindibles para que el Espíritu de Cristo obre con mayor libertad en nosotros/as. De ese modo participamos de la presencia de Dios que llena nuestra vida y nos hace caminar con gozo en el encuentro con los demás hermanos/as.


Álvaro Michelin Salomon
 
 

lunes, 2 de junio de 2014

LA BIBLIA TENIA RAZON - del libro de Werner Keller.


EN EL UMBRAL de la TIERRA PROMETIDA

“Y la ira de Jehová se encendió contra Israel y los hizo andar errantes cuarenta años por el desierto, hasta que fue acabada toda aquella generación que había hecho mal delante de Jehová. (Núm. 32:13)

Solo cuando se acerca el final de largos años de peregrinación, la Biblia retoma el relato sobre los hijos de Israel. Se ha formado una nueva generación, preparada para pisar el umbral de la Tierra Prometida, pero ninguno de los hebreos que dirigieron el éxodo de Egipto entrará a ella, según la Biblia, ni siquiera Moisés. El  nuevo  plan estratégico prevé la conquista de Canaán desde el este,  desde los territorios situados a oriente del río Jordán, siendo Edom el  primer reino que deberían atravesar, ya que constituía la ruta más corta. El rechazo de Edom al pedido de Moisés de dejarlo pasar, obliga a Israel a dar una larga vuelta hacia el norte, hacia el Mar Muerto, Jordania oriental. Continuando por la costa sud-oriental del Mar Muerto llegan al límite del reino amorreo, cuyo rey nuevamente les niega el paso que Moisés solicita. Esto da lugar a un combate, iniciándose la conquista armada, en la cual los israelitas obtienen su primer triunfo. Conscientes de su fuerza avanzan hacia el norte para conquistar el reino de Basán, con lo cual terminan ocupando la Jordania oriental desde el río Arnón hasta las riberas del lago Genezaret.
La noticia de la conquista de toda Jordania por parte de Israel, produce terror en Balac, rey de Moab, quien teme que su pueblo no pueda competir con aquellos rudos hijos de nómades, tanto desde el punto de vista físico como militar. El rey de Moab convoca a los ancianos de Madián y a Balaam, incitándolos  a emplear cualquier medio, salvo los militares, empleando particularmente la magia con encantamientos y maldiciones, en los cuales los pueblos orientales creían firmemente; para maldecir a los israelitas, pero éste, luego de un encuentro con Jehová no sólo se negó sino que incluso bendijo por tres veces al pueblo de Israel.

 
“Moraba Israel en Sitim; y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses” (Núm. 25:1-2).


Los hijos de Israel no se encuentran frente a la seducción del vicio que siempre existió y existe en todos los pueblos del mundo. No son prostitutas de profesión aquellas que desvían de la buena senda a Israel, sino que son las mujeres de los moabitas y de los madianitas.
Ellas seducen y corrompen a los hijos de Israel mediante los cultos del dios Baal, los ritos perversos y licenciosos de Canán. Lo que repugna a Israel, que reside todavía más allá del Jordán, son las ceremonias del culto de la Fenicia con sus impías y perversas divinidades inmorales, ante las cuales Israel, en los siglos sucesivos, deberá experimentar y confirmar la fuerza de su sentimiento ético.
 
En vano esperaron los moabitas y madianitas de atraer al joven e inexperto pueblo nómade a las fascinantes tentaciones de sus cultos.
En este primer choque es evidente que entre Johová y Baal jamás podrá existir compromiso alguno. Los  líderes de Israel reaccionaron con rapidez y energía, incluso frente a sus propios hombres, ya que, quien es descubierto culpable es estrangulado y ahorcado. Según Nú, 25:8, Fineas, descendiente de Moisés sorprende en la tienda a un israelita con una mujer madianita, toma una lanza y los alcanza a ambos. El pueblo Moab, con cual Israel está ligado por vínculos de parentesco, Lot, sobrino de Abraham es considerado el iniciador de la estirpe según Gen. 19: 37, es perdonado, pero contra los madianitas se desencadena una guerra de exterminio, tal como se indica en Núm.31: 7-17 y 18.
Subió Moisés de los campos de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Pisga, que está enfrente de Jericó y le  mostró Jehová toda la tierra de Galaad hasta Dan” (Dt. 34:1).
 
Moisés ha cumplido la difícil misión. De la esclavitud en Egipto, luego de largos decenios de privaciones en la estepa, ha recorrido hasta este momento una vida larga y amarga. Ahora ha  nombrado como sucesor al probado y fiel Josué, hombre de  habilidad estratégica excepcional. La vida de Moisés está cumplida y puede despedirse del mundo: No será concedido poner pie en la Tierra Prometida, pero desde lejos, desde el monte Nebo, puede contemplarla.
Si se quiere hacer una visita al bíblico monte partiendo desde Amman, capital del reino de Jordania, hay que recorrer sólo 27 kms, algo  más de media hora de viaje en dirección sud-este hacia el Mar Muerto.
Después de una pequeña ascensión se alcanza una meseta de 800 mts. sobre el nivel del mar. El flanco occidental cae a pico sobre la depresión del Jordán. Al sur, como un lago de plata brilla la vasta superficie del mar salado. A occidente, hacia el Mediterráneo se elevan, visibles sobre el perfil de las montañas que se destacan netamente en el horizonte, dos minúsculos puntos: las torres de Belén y de Jerusalén. Hacia el este la mirada se extiende sobre el altiplano de Samaria delante de Galilea, hasta la lejana cima del Hermón cubierto de nieve. Detrás del Mar Muerto se extiende la larga cadena de los montes calcáreos de color marrón de la tierra de Judá.

Al pie del Nebo se extienden estrechos vallecitos coloreados por el verde de los granados con sus frutos rojos y amarillos. Luego la mirada desciende en la árida estepa de la depresión del Jordán con sus colinas cretáceas de un blanco deslumbrante, sin un hilo de hierba, a lo largo de un Jordán de sólo 40 mts. de ancho. Una sola pequeña mancha verde llama la atención: es el oasis de Jericó.

Con esta visión de la Palestina desde las alturas del Nebo, Moisés concluyó su vida.

Traducido y adaptado por el editor



VALDENSES EN NORTEAMERICA

por Mark McMeley, actualmente concurre a IERBA.

 
Imagínense una iglesia evangélica fundada por valdenses del Piamonte, por evangélicos de Suiza y de Francia, quienes, a pesar de encontrarse en un país donde se habla otro idioma, utiliza el francés, entendido por todos, como lenguaje de conversación e idioma de liturgia. El pastor Jean Pierre Michelin Salomon, oriundo de Villar Pellice en el Piamonte italiano, guía los cultos y se preocupa por el bienestar de sus feligreses. La iglesia es pequeña en tamaño pero llena de espíritu y comprometida con el estudio de la Biblia como camino a la salvación.

 
La iglesia de la que hablamos no es nuestra querida IERBA en Buenos Aires, sino una colectividad valdense-francesa-suiza en el centro del continente norteamericano. Esta comunidad no marca sus comienzos en 1972 (como IERBA) sino un siglo antes, en el momento en que un nuevo ferrocarril se extendía desde Saint Louis, a la orilla del Río Mississippi, depositando inmigrantes europeos en praderas y bosques a medida que los rieles se colocaban en una carrera implacable para alcanzar el Océano Pacífico. El Pastor Michelin Salomon, su señora Rachel Odin, y un rebaño de 50 padres, abuelos y niños, habían hecho un viaje de cuatro meses y asi se inicia una curiosa historia que une su historia con la de valdenses de Europa, de viticultores de Francia y de relojeros de Suiza, marcando el inicio de la primera iglesia valdense en el continente norteamericano.


En noviembre 1874 el Pastor Jean Pierre Michelin Salomon envía su dimisión desde la precaria colonia valdense en el Uruguay al comité ejecutivo de la Iglesia Valdense en Italia. Incesantes disputas entre los primeros colonos valdenses en América del Sur y una renovada ola de violencia en la guerra civil uruguaya pusieron en aprietos a esta aislada colectividad de agricultores. Michelin Salomon había sucedido a Miguel Morel, y éste sería sucedido por el pastor Daniel Armand-Ugon luego de un lapso de varios años sin guía espiritual. “Marseille, el militarismo y Montevideo han sido las tres maldiciones del pueblo valdense,” escribió desanimado el Pastor Michelin Salomon a un colega en Italia, refiriéndose a las persecuciones del siglo XVIII en Europa y al imparable recurso de las armas para resolver disputas políticas en el Viejo y en el Nuevo Mundo. Con Michelin Salomon y su familia se fueron otras: Lautaret, Catalin, Courdin, Hugon y Coisson, temerosos por su seguridad en Uruguay, o tal vez apostando en un mejor futuro en otro continente, apenas unas gotas en las mareas gigantescas de migración que pronto comenzarían a cruzar el Océano Atlántico.

 

Entre este desprendimiento de Colonia Valdense estuvo Jean Pierre Planchon, oriundo de Villar Pellice, quien en 1852, sin destino fijo, había embarcado en Génova, y luego de varias semanas desembarcó en Montevideo, donde encontró empleo como mesero en una confitería. Pronto escribió a un hermano en Val Pellice contando de nuevas chances de vida en el continente suramericano, noticias que llegaron a los oídos de los miles de pequeños agricultores de los superpoblados Valles Valdenses, iniciando así la migración de los valdenses al Río de la Plata. Luego de más de veinte años probando suerte en Uruguay, Planchon se fue con el Pastor Michelin Salomon, ya no como soltero como cuando llegó, sino como marido y padre de nueve hijos, todos nacidos en América del Sur y quienes no conocían otra vida que el campo uruguayo.

 
El lento viaje en barco desde el pequeño puerto fluvial de Rosario Oriental hasta Montevideo, el traslado a otro barco que seguía la costa atlántica del Brasil, un nuevo cruce del Océano hasta Le Havre, Francia y un nuevo barco desde Le Havre hasta Nueva York dejó al intrépido grupo en el puerto de Manhattan justo el 4 de julio de 1875, cuando los fuegos artificiales que conmemoraban el Día de la Independencia norteamericana dejaron a algunos horrorizados, pensando que habían escapado de una guerra civil en Uruguay para caer en medio de otra. En Nueva York el Pastor Michelin Salomon, el único en el grupo que hablaba inglés, se encontró con un colega, un pastor evangélico francés, el Reverendo Henri Grandlienard, quien había propuesto que el grupo arreglara con la compañía del ferrocarril Saint Louis y San Francisco para comprar terrenos en medio del continente, a más de dos mil kilómetros de Nueva York. Varios trenes y días después, el grupo bajó cerca de donde la construcción ferroviaria había llegado, en el estado de Missouri, en medio de extensas praderas y bosques de roble, poco habitados desde la expulsión de los indígenas Osage cinco décadas antes. La misma compañía ferroviaria vendía terrenos a los colonos y donó dieciséis hectáreas “para su uso en perpetuidad” como iglesia y cementerio.

Pronto se sumaron a la pequeña colonia en Missouri varias familias francesas y suizas. El Reverendo Grandlienard en Nueva York instó a evangélicos de habla francesa recién desembarcados en Nueva York a juntarse a la colonia valdense en Missouri. Los Arnaud, de Jersey, y Bariquand, viticultores que habían sufrido la devastación de la vid por la filoxera, llegaron de la Drôme y de la Saône-et-Loire.

La familia Cuendet, con tradición relojeros del canton de Vaud, también fueron asesorados por Grandlienard para probar su suerte como agricultores en la colonia evangélica francesa de Missouri.

La colonia pronto se esmeró por crear prósperos campos de trigo y otros granos. “Nos colons se sont gagné l’estime de leurs voisins,” escribió Michelin Salomon, “Nuestros colonos han ganado el respecto de sus vecinos por su conducta y actividad. Los niños ya hablan todos inglés y el contacto con los americanos hace correr la sangre un poco más rápido por sus venas valdenses.”

Gran alegría sintieron al ver tantos bosques, en lugar de las montañas desnudas en el Piamonte y la falta de madera dura en el Río de la Plata, sin embargo encontraron que el suelo era rocoso, y por el clima continental se congelaban los pozos de agua en el invierno y sufrían de calores infernales en el verano. “Nous avons quelquefois froid à pierre fondre.” “Tenemos a veces un frio terrible, y a la semana siguiente se está muy bien con todas las puertas abiertas.”

Otras familias llegaron desde Europa para aumentar la colonia original. Entre ellos se encontraban los Balmas, Bertalot, Combe, Bounous, Caïrus, Griset, Long, Avondet, Gaydou, Beux, Reynaud, Vigne, Meynier, Plavan, y Malan, portando sus costumbres valdenses y su patois original.

Los Hugon, pronto se marcharon desde Uruguay para el nuevo destino en Texas, donde en el siglo XX sus descendientes descubrirían yacimientos de petróleo bajo los campos donde cultivaban trigo en el siglo anterior. Muchos otros inmigrantes valdenses utilizaron la colonia de Missouri como punto de tránsito, aprendiendo el inglés e insertándose en la cultura norteamericana para luego seguir a California, donde se dedicaron a la agricultura o a la construcción.

 
La iglesia fundada por los colonos en 1875 pronto fue recibida por el Presbiterio Juan Calvino de la iglesia presbiteriana en Estados Unidos, visto que las autoridades valdenses en Italia recomendaron su incorporación a la iglesia reformada local, y que el rápido éxito agrícola auguraba una estabilidad material suficiente para mantenerse en los Estados Unidos. Hoy día la iglesia sigue portando el nombre “Iglesia Valdense Presbiteriana,” una de las dos que hay en Norteamérica.

 
Luego de casi 140 años de vida, la Iglesia Valdense Presbiteriana de Monett se encuentra en circunstancias cambiadas. Sólo una familia sigue con el trabajo del campo. Los hijos con formación profesional se van buscando mayores oportunidades en las ciudades más grandes. El número de miembros activos disminuye, contando unos 50 en el 2014. Sin embargo, se conserva la memoria de sus orígenes en Piamonte, Francia y Suiza, de los años en el Uruguay, y de la convicción de los Reformados que sólo mediante la gracia el creyente puede obtener su salvación espiritual.
 

 
 

Fuentes: Le Témoin. (Torre Pellice). Febrero 1879.Tron, Ernesto y Emilio Ganz.

Historia de las Colonias Valdenses Suramericanas. 1958. Watts, George.The Waldenses in the New World. 1937.