lunes, 24 de octubre de 2016

31 de OCTUBRE: Día de la Reforma Protestante



Comentando Juan 6: dice, en efecto, «mis palabras son Espíritu y Vida», mostrando que hablaba de una manducación espiritual, de la cual quien comiere, viviría, mientras que los judíos creyeron que estaba hablando de una comida carnal y por ello se pusieron a discutir. Ahora bien, ninguna manducación, si no es la de la fe, vivifica.
(…) No es el sacramento privativo de los sacerdotes; pertenece a todos. Ni son los sacerdotes sus señores, sino ministros obligados a dar ambas especies a quienes las soliciten y siempre que lo pidan.
Sobre la doctrina de la transustanciación: Pan le llaman después el libro de los Hechos y el apóstol Pablo  [Hechos  2:46; I Corintios 11:23]; luego hay que entender que es pan verdadero, y vino de verdad, lo mismo que el cáliz es de verdad, puesto que nunca dicen que el cáliz fuese transustanciado. Por consiguiente, al resultar innecesario el recurso a una transustanciación hecha por Dios, y, como veremos, al no estar respaldada por la Escritura ni por la razón, hay que tenerla como una ficción de humanas invenciones.
Sobre la misa y el sacramento de la comunión: Lo primero que se impone para retornar de veras y con acierto al verdadero y libre conocimiento de este sacramento, es volver nuestros ojos y nuestra alma a la sola, pura y prístina institución de Cristo (…). Sólo debemos estar atentos a la Palabra de Cristo, en virtud de la cual instituyó, perfeccionó y nos confió el sacramento, puesto que en esta palabra, y en nada más, radica la fuerza, la naturaleza y la sustancia entera de la misa (…).  Lo que llamamos misa es la promesa que Dios nos hace de la remisión de los pecados; pero una promesa de tal magnitud, que ha sido sellada con la muerte del Hijo (…).  Si, como queda dicho, se trata de una promesa, no se puede acceder a ella con obras, con fuerzas, con mérito de ninguna clase, sino con la fe sola (…).  El comienzo de nuestra salvación es la fe; una fe que está pendiente de la Palabra del Dios que promete (…).  Lo primero de todo es la Palabra; la sigue la fe, y a la fe el amor.
La fe no es obra, sino maestra y vida de las obras.
Sacerdote y laicos, todos somos iguales en cuanto a la realidad de la misa y del sacramento.
Los sacramentos no se realizan cuando se ejecutan, sino cuando se creen.
Tiene más importancia la palabra que el signo, la fe que la obra o el uso del signo (…).  La fe es tan necesaria en el sacramento, que puede salvar incluso sin él… Te has bautizado una vez sacramental-mente, tienes que estarte bautizando siempre por la fe: siempre has de estar muriendo, siempre viviendo (…).  La realidad del bautismo tiene que absorber tu vida entera en cuerpo y alma…
Comentando Mateo 18: Si Cristo concedió a cualquier fiel la facultad de absolver incluso los pecados manifiestos, tengo la seguridad de que podrá ser absuelto de los ocultos todo aquel que, confesán-dolos espontáneamente o recibien-do la corrección, pida perdón en privado a cualquier hermano y se enmiende…
Si queremos hablar con todo rigor, sólo hay dos sacramentos en la Iglesia: el Bautismo y el Pan. Sólo en ellos se encuentra el signo instituido por Dios y la promesa del perdón de los pecados.
De su libro LA LIBERTAD DEL CRISTIANO (1520)
El cristiano es un hombre libre, señor de todo y no sometido a nadie; el cristiano es un siervo, al servicio de todo y a todos sometido.
El alma puede prescindir de todo menos de la Palabra de Dios, lo único capaz de ayudarla… Cristo mismo vino con la única misión de predicar la Palabra de Dios. Incluso los apóstoles, los obispos, sacerdotes y todos los eclesiásticos han sido llamados e instituidos sólo en función de la Palabra (aunque, desgraciadamente, en nuestro tiempo no actúen en consecuencia con este ministerio).
Para que puedas salir de ti mismo y liberarte (es decir, de tu perdición), te presenta a su querido hijo Jesucristo y te dice por medio de su Palabra viviente y conso-ladora que debes rendirte a Él con fe firme y confiar en Él con alegría. Es entonces cuando en fuerza de esa fe te serán remitidos todos los pecados, cuando se verá superada tu perdición y te tornarás en justo, veraz, contento, bueno; cuando se cumplirán todos los mandamientos y te liberarás de todas las cosas. En este sentido dice san Pablo (Romanos 1): ‘El cristiano vive sólo por su fe’, y [en el cap. 10]: ‘el fin y la plenitud de la ley es Cristo para quienes creen en Él.’
Y aunque el cristiano sea un hombre libre del todo, es necesario, sin embargo, que se convierta en siervo para ayudar al prójimo; que le trate y se comporte con él como lo ha hecho Dios por medio de Cristo. Y hacerlo todo gratuita-mente, sin buscar otra cosa que el agrado divino (…).  Ahí tienes cómo la fe es la fuente de la que brota la alegría y el amor hacia Dios, y del amor esa vida entregada libre, ansiosa y gozosamente al servicio incondicional del prójimo. Nuestro prójimo está en la indigencia y necesitado de lo que nosotros tenemos en abundancia, de la misma forma que nosotros hemos sido unos indigentes ante Dios y hemos necesitado su gracia. Por eso al igual que Dios nos ha socorrido graciosamente por Cristo, también nosotros tenemos que orientar nuestro cuerpo y sus obras únicamente hacia la ayuda del prójimo.
n cristiano no vive en sí mismo: vive en Cristo y en su prójimo: en Cristo por la fe, en el prójimo por el amor. Por la fe se eleva sobre sí mismo hacia Dios, por el amor desciende por debajo de él mismo, pero permaneciendo siempre en Dios y en el amor divino…

De los apuntes de sus alumnos: CHARLAS DE SOBREMESA (1529-1546)
Quien se viere aquejado por el espíritu de tristeza, que se defienda contra él pensando que no está solo. Porque Dios ha creado la comunidad de la Iglesia, y esta hermandad ruega para que sus miembros se sostengan unos a otros (…).
El cristiano ha de ser un hombre alegre. Aunque tengas que sufrir tantas calamidades como te acosan desde fuera y desde dentro, del mundo y del demonio, déjalo que pase. Consuélate, acude a Dios y ten paciencia; el que es tu salvador no permitirá que te quedes sin consuelo ni ayuda, ni que las tentaciones te venzan y te pierdan. Estas tentaciones nos son necesarias y buenas, para que la potencia de Dios se realice en nuestra debilidad.

Alvaro Michelín Salomón