viernes, 7 de abril de 2017

EL PENSAMIENTO DE LA REFORMA

CONTINUANDO CON EL TEMA DE LA REFORMA  , VEREMOS COMO SE FUERON DESARROLLANDO LOS HECHOS  QUE MODIFICARON SUSTANCIALMENTE  EL DEVENIR HISTORICO Y RELIGIOSO.
 
INTRODUCCION

En el siglo XII se había manifestado tentativas de reformar la Iglesia en la Europa occidental pero nunca se usó la palabra “reforma” para indicar ese  movimiento anticipatorio. De hecho la palabra “reforma” es aceptada en general como una expresión correcta de ese evento del siglo XVI, también porque estaba ligado a la convicción que había llegado el momento de una drástica revisión de las instituciones, de las prácticas y de las ideas de la Iglesia de Occidente. O sea que esa palabra dejaba entender que el fenómeno que designa comprendía dimensiones tanto sociales como intelectuales.

A comienzos del siglo XVI era evidente que en Europa occidental la Iglesia tenía una urgente necesidad de ser reformada. Su estructura jurídica tenía urgente necesidad de revisión y la burocracia era ineficaz y corrupta. La moral del clero se había relajado con gran escándalo de los fieles. Los cargos eclesiásticos de algún nivel eran objetos de negociaciones espurias, como el pontificado de Alejandro VI de la familia Borgia, que fue nombrado, no obstante, sus numerosas amantes y sus siete hijos. Maquiavelo atribuyó el laxismo moral de la Italia de la época al triste ejemplo dado por la iglesia y por su clero. Para muchos la preocupación mas urgente se refería a la espiritualidad de la iglesia, al punto que la consideraban como cuestión de vida o muerte reencontrar la vitalidad y la frescura de la fe cristiana.

Además de esta demanda, otros agregaban otra exigencia: la de reformar  la doctrina cristiana, la teología y las ideas religiosas. Para hombres como Lutero en Wittemberg o Calvino en Ginebra, la iglesia había perdido de vista su heredad intelectual. Había llegado pues el momento de recuperar las ideas de la época de oro de la iglesia cristiana en sus cinco primeros siglos. La triste condición de la iglesia a comienzos del siglo XVI era simplemente el síntoma de una enfermedad más profunda, de una desviación de las doctrinas originales propias de la fe cristiana, de  una pérdida de la identidad intelectual y la incapacidad para comprender que cosa era realmente el cristianismo.

Pero no se podía reformar el cristianismo sin tener una idea clara de cómo debía ser. Para aquellos hombres los evidentes defectos de la iglesia del tardío renacimiento era la última etapa de un proceso iniciado aproximadamente a partir del siglo XIII, o sea  la corrupción de la doctrina y de  la ética cristiana. Las ideas que, para hombres como Lutero y Calvino, estaban en la base de la fe y de la praxis del cristianismo habían sido oscurecidas, por no decir totalmente pervertidas por distintos desarrollos que tuvieron lugar en el Medioevo. Para ellos había llegado el miento de revertir aquellas transformaciones, de destruir la obra del Medioevo para volver auna versión del cristianismo más pura y más auténtica, de la cual se percibían señales en siglos antiguos. Los Reformadores se habían hecho portavoces de la invocación de los humanistas “de volver a las fuentes”, de recuperar la autenticidad, la pureza y la vitalidad en una época de inmovilismo y corrupción.

Quien podía reformar la iglesia tal como se hacía evidente era sin dudas el papa, aunque en Europa, en el primer decenio del siglo XVI tuvo lugar una fundamental transferencia de poder: el poder del papa disminuyó mientras aumentaba el poder de los Estados nacionales. Por lo tanto, la capacidad de imponer una reforma de la iglesia por parte del papa fue disminuyendo cada vez más. Es por ello importante observar el modo con el cual los Reformadores protestantes se aliaron con los poderes regionales o civiles con el objeto de realizar sus programas de reforma. Lutero apeló a la nobleza alemana y Zwinglio al consejo de la ciudad de Zurich, de modo que implementaran la Reforma subrayando los beneficios que de ello obtendrían.

Mientras el monarca inglés Enrique VIII imponía de hecho una reforma a la iglesia de su país por mera decisión del poder estatal, en el resto de Europa el movimiento avanzaba por una simbiosis y libre alianza entre los Reformadores y el Estado, o la autoridad civil en el cual cada una de las partes estaba convencida que la Reforma obtenida habría sido de recíproca ventaja. Los Reformadores no se preocuparán excesivamente del hecho que su teoría sobre la función del Estado o del “pio príncipe” aumentará la autoridad del poder secular: lo que les  importaba es que el  poder secular apoyase la causa de la Reforma, aún cuando las razones para hacerlo no eran particularmente loables.