jueves, 25 de febrero de 2010

Caminando hacia la Pascua, en comunión



Hace apenas dos meses nos preparábamos espiritualmente para la Navidad, tiempo en que recordamos el inmenso misterio de la encarnación de Dios; la venida de “Dios con nosotros”.

Ahora ya comenzamos a caminar hacia la Pascua, otra fecha clave en la memoria del pueblo cristiano.

Transitamos la Cuaresma, 40 días que finalizarán en Semana Santa, y que son especiales para convertirnos, sanarnos, encontrarnos con Jesús y con nuestros hermanos y hermanas.

Encontrarnos en comunión. Y justamente, la comunión, compartida en los elementos de la Santa Cena, es símbolo muy fuerte en el tiempo pascual. Es fuerte porque la dejó Jesús mismo al dar a sus discípulos un nuevo significado a dos elementos comunes, que estaban en cualquier mesa: el pan y el vino.

El pan y el vino son elementos de la tierra trabajados por las manos humanas. El trigo, la vid, pasan por procesos de entrega, muerte y resurrección en forma de alimentos y alegrías nuevas. Que Jesús haya elegido estos dos símbolos no es casual; la Santa Cena es un símbolo de comunión también con la naturaleza, que nos rodea, nos contiene, nos da la vida y nos recibe en su seno. ¡Cuánto hemos descuidado este aspecto en nuestra vida cristiana!

Jesús entrega la copa y el pan estableciendo un nuevo Pacto, un acuerdo entre Dios y la humanidad (incluyendo, como ya dijimos, a la naturaleza implícitamente en él), ya sin fronteras de pueblos. Un Pacto que empieza con el Hijo de Dios entregando su vida en coherencia con un caminar de compromiso, denuncia de las injusticias y marginaciones que vive su pueblo. Un Pacto que se nutre de la memoria, de las raíces, de lo que fue, pero que se renueva hoy en el desafío del testimonio, de la entrega para resucitar a nueva vida, del encuentro y el compromiso del pueblo que cree.

“Hagan esto en memoria de mi”. Recreen este tiempo de encuentros, entregas y compromisos, en comunidad.

Caminemos hacia la Pascua, en comunión.


Colaboración de Claudia Florentín.