miércoles, 7 de octubre de 2015

Juan Calvino: comentario Epístola a los Romanos







Cuadro de texto: ROMANOS 1:16-17
16- Porque no me avergüenzo del evangelio porque es potencia de Dios (41) para salud a todo aquel que cree; al Judío primeramente y también
al Griego. 17 Porque en él la justicia de Dios se descubre de fe en fe; como está escrito: más el justo vivirá por la fe.
(42) 16. Porque no me avergüenzo del evangelio: porque es potencia de Dios para salud.
Comienza así el Apóstol, tomando la delantera, y advirtiendo que no se inquieta por las burlas de los perversos, sino que procura ensalzar la doctrina del Evangelio, para que no parezca menospreciable a los romanos. Ciertamente, da a entender que ella es despreciable para el mundo, al decir que no se avergüenza de ella; más por este medio los prepara para sufrir el oprobio de la Cruz de Cristo, a fin de que no desestimen al Evangelio, cuando lo vean como objeto de las risas y burlas de los inicuos. Pero, por otra parte, muestra cuán excelente es para los creyentes; porque en primer lugar, si debemos apreciar la potencia de Dios, ella es la que resalta en el Evangelio, y si la bondad de Dios es digna de ser deseada y amada, el Evangelio es el instrumento de esa bondad. En verdad, pues, debemos honrarlo y estimarlo mucho, sabiendo que el  poder de Dios merece tenerse en gran reverencia y, por otra parte, siendo el Evangelio el camino de nuestra salvación, debemos amarle. Notemos lo mucho que San Pablo atribuye al ministerio de la Palabra cuando asegura que Dios despliega en ella su virtud para salvar a los hombres; porque el Apóstol no habla aquí de ninguna revelación secreta, sino de la palabra predicada. De donde deducimos que, cuantos rehúyen la predicación, rechazan deliberadamente el poder de Dios, y alejan de sí mismos su mano poderosa extendida para libertarles.

Por lo demás, la predicación del Evangelio no opera eficazmente en todos, sino solamente cuando el Espíritu, dueño del hombre interior, ilumina los corazones; por eso el Apóstol añade: a todo aquel que cree, (43)  y en verdad el Evangelio es presentado a todos para salvación, mas su poder no aparece en todos. Sin embargo, aun cuando él sea olor de muerte (44) para los perversos, no es por culpa suya, sino por causa de la maldad humana. Al mostrar un solo camino de salvación echa fuera toda otra confianza, y quienes rechazan esta única salvación se condenan por el Evangelio. Así pues, convidando por igual a todos, el Evangelio, a la salvación, con razón y rectamente puede ser llamado doctrina de salvación, porque presenta a Cristo, cuya misión propia es la de salvar lo que se había perdido; mas quienes rehúsan salvarse por El es menester que lo sientan como juez. En cuanto a la palabra salud, (45) por todas partes en las Sagradas Escrituras es opuesta a los términos perdición y ruina. Cuando la encontremos en algún pasaje es menester observar de qué se trata en él. Y como el Evangelio nos liberta de la ruina y maldición de la muerte eterna, la salud del Evangelio es la vida eterna. Al Judío primeramente y después al Griego. Bajo la palabra griego el Apóstol comprende a todos los paganos, y así se entiende por la comparación que hace, pues con estos dos nombres ha querido designar a toda la raza humana. Es verosímil que haya elegido entre todas las naciones a Grecia, como representante de todos los pueblos, porque después de los judíos, esa nación fue la primera en recibir la participación en la Alianza del Evangelio; además, porque a causa de su proximidad y de su idioma, que era muy conocido, los griegos eran más tratados por los judíos que los demás pueblos. Hay, pues, en este modo de hablar, la figura llamada sinécdoque (46) por medio de la cual une a los paganos con los judíos en la participación del Evangelio. No obstante, jamás separa el Apóstol a los judíos del rango y orden en que Dios los puso, porque ellos fueron los primeros en la promesa y vocación; les concede, pues, esta prerrogativa; pero les hace compañeros de los paganos, aunque colocándolos en un grado inferior y secundario.

 

17. Porque en él la justicia de Dios se descubre (49) de fe en fe.

Esta es una declaración y confirmación del asunto precedente, es decir, que el Evangelio es el poder de Dios para salvar; porque si nosotros buscamos la salvación o sea la vida cerca de Dios, es menester, primeramente, que busquemos la justicia, por la cual, siendo reconciliados con El obtenemos, si El nos es propicio, la vida, que consiste totalmente en su buen afecto hacia nosotros. Para ser, pues, amados por Dios es preciso, necesariamente, que seamos justos, pues en Dios hay adversión por la injusticia. Quiere, por tanto, decirnos que nuestra salvación está sólo en el Evangelio, porque no existe otro camino por el cual Dios nos justifique y su justicia nos libra de la condenación. Porque esta justicia, que es fundamento de nuestra salvación, es revelada en el Evangelio; de ahí que el Evangelio sea llamado potencia de Dios para salvación. Así, el Apóstol, deduce la causa por el efecto que de ella procede. Notemos una vez más, que tesoro tan excelente y de tanto precio el Señor nos concede en el Evangelio, es decir, la comunicación de su justicia. Por justicia de Dios, entiendo una justicia por el juicio de Dios, ya que, por el contrario, el Apóstol acostumbra a llamar justicia humana la estimada y declarada por la opinión de los hombres, aunque en verdad ésta no sea sino humo. A pesar de esto, no dudo que San Pablo tenga en cuenta y haga alusión a muchas profecías, en las cuales el Espíritu Santo, casi siempre, celebra y magnifica la justicia de Dios en el reino de Cristo, que estaba por venir. Las otras, explican la justicia de Dios por los términos: que nos es dada por Dios. Confieso que las palabras encierran este sentido. Dios nos salva justificándonos por el Evangelio, aunque de todos modos, la primera exposición me parece más conveniente y no deseo discutirla demasiado. Hay otro punto que merece más nuestra atención: algunos piensan que esta justicia no consiste solamente en la remisión gratuita de los pecados, sino, en parte también, en la gracia de la regeneración. Yo entiendo que somos restablecidos en la vida, porque el Señor nos reconcilia consigo gratuitamente, y de esto ya trataremos con más amplitud cuando analicemos el pasaje correspondiente. Además, mientras que el Apóstol dice que tenía delante de sí a todos los creyentes, menciona ahora la fe, porque la justicia ofrecida por el Evangelio la recibimos por la fe. Después, dice en fe, pues mientras nuestra fe avanza, y según aprovechemos en su conocimiento, la justicia de Dios crece también, aumentando en nosotros, siendo por así decirlo tanto mejor establecidos y confirmados en su posesión. Desde el instante en que gustamos el Evangelio, contemplamos ya el rostro de Dios feliz y amable, aunque desde lejos, porque a medida que adelantamos en el temor de Dios, vemos más clara y familiarmente su gracia, como si nos aproximásemos más a algún objeto para verlo mejor. En cuanto a lo que piensan algunos sobre estas palabras, diciendo que encierran tácitamente una comparación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, digo que eso es un comentario muy sutil, (50) pues San Pablo no compara en este pasaje a los cristianos con los Padres que vivieron bajo la Ley, sino que se refiere únicamente a nuestro avance en el camino de la fe. Como está escrito: el justo vivirá por la fe. El Apóstol demuestra esta justicia de la fe por el testimonio del profeta Habacuc, pues éste, al profetizar la ruina de los soberbios, dice, a la vez, que la vida de los justos consiste y se afirma en la fe. Porque si nosotros no vivimos delante de Dios más que por la justicia, se comprende que nuestra justicia descansa en la fe. Emplea el tiempo futuro diciendo vivirá, para indicar la firme perpetuidad de esta vida a la cual se refiere, como si dijese que será, no transitoria, sino eterna; pues los perversos, por su parte, están bien engreídos con una vana fantasía de vida, (51) pero: «Cuando ellos digan: paz y seguridad, entonces les sobrevendrá una muerte repentina» (1 Tes. 5:3). Esa vida, en la cual ellos se apoyan, no es pues más que una sombra fugitiva; solamente la fe conduce a una vida verdadera. ¿Y de dónde puede proceder si no, de que ella nos une a Dios y coloca nuestra vida en El?  San Pablo no emplearía este testimonio si la intención del profeta no hubiera sido afirmar que nuestra situación es segura y firme, cuando por la fe reposamos en Dios. Ciertamente, él no atribuye a la fe la vida de los creyentes, más que cuando estos, reprobando y condenando el orgullo del mundo, se colocan únicamente bajo la protección de Dios. Es cierto que no trata deliberadamente este punto doctrinal, ni hace mención alguna de la justificación gratuita, pero considerando la naturaleza de la fe, este testimonio está bien y es rectamente aplicado al asunto. Además, el argumento empleado por el Apóstol, nos obliga a reconocer la existencia de una mutua correspondencia entre la fe y el Evangelio, pues al decir: el justo vivirá por la fe, deduce que esa vida se recibe por el Evangelio. [p 42] Tenemos, pues, el fin principal de esta primera parte de la Epístola: que somos justificados por la sola misericordia de Dios, por la fe. Es verdad que tal cosa no se encuentra todavía expresada literalmente por San Pablo, mas por la deducción que sigue, se ve fácilmente que la justicia

Cuadro de texto: JUAN CALVINO fue uno de los grandes reformadores de la iglesia europea en el Siglo XVI. Nació en Noyon, Francia, el 10 de junio de 1509, y murió en Ginebra, Suiza, el 27 de mayo de 1564. Dedicó su vida a escribir comentarios bíblicos y teológicos, a predicar, aconsejar sobre la ética protestante, especialmente en Ginebra,  y a redactar versiones de los Salmos para el canto congregacional. Propuso también una nueva liturgia cristiana, fundó la Facultad de Teología en Ginebra  y diseñó la vida eclesial sobre la base de cuatro ministerios: el del pastor, de los ancianos, diáconos y profesores de teología. Su influencia directa se hizo sentir asimismo en la ciudad de Estrasburgo. Sus enseñanzas traspasaron rápidamente las fronteras de Suiza y Francia. La Iglesia Valdense se incorporó a la familia de iglesias calvinistas o, propiamente dichas, «reformadas». Para las iglesias que derivan directa-mente de Lutero se utiliza el apelativo «luteranas».tiene su fundamento en la fe, si está apoyada en la misericordia de Dios.

 

Notas al pie.

(41) 1 Cor. 1:18. - (42) Habacuc 2:4. Gal. 3:11. - (43) «A todos los creyentes», en el original. N. del T. (44)  «Olor de muerte», equivale a «lo que desagrada a Dios», sean cosas o personas; en este caso significaría que el Evangelio «desagrada» a los perversos. Puede tomarse también aquí como «sentencia de muerte». N. del T. (45) «Salud» en término teológico equivale a «salvación». N. del T. (46) «Sinecdoque» es una figura gramatical que consiste en poner «una parte» por «el todo» o al revés. N. del T. (49) «Le revela», en el original francés. N. del T. - (51) Una vida imaginaria. N. del T. Tomado de: JUAN CALVINO: Comentario a la Carta a los Romanos, Ed. Libros Desafío, Grand Rapids, Michigan, EE.UU., 1ª ed. en 1977, última ed. en 1995:



Cuadro de texto: ROMANOS 1:16-17
16- Porque no me avergüenzo del evangelio porque es potencia de Dios (41) para salud a todo aquel que cree; al Judío primeramente y también
al Griego. 17 Porque en él la justicia de Dios se descubre de fe en fe; como está escrito: más el justo vivirá por la fe.
(42) 16. Porque no me avergüenzo del evangelio: porque es potencia de Dios para salud.


Calvino_Comentario_a_la_Epístola_a_los_Romanos.pdf (Footnotes)