viernes, 12 de octubre de 2012

ABRAHAM y LOT EN CANAAN

«…entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta mas y mas, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo». (Gén. 18: 20).
«… entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades y el fruto de la tierra. Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal». (Gén. 19: 24-26).
«… Abraham miró hacia Sodoma y Gomorra y hacia la toda la tierra de aquella llanura miró, y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno». (Gén. 19: 28).

  Este siniestro relato bíblico ha impresionado profundamente el ánimo de los hombres de todos los tiempos. Sodoma y Gomorra se convirtieron en el símbolo de la depravación y de la impiedad, y se los nombra cuando se habla de una completa destrucción. Ciertamente deben haber ocurrido hechos notables e increíbles en la vecindad del Mar Muerto, el «mar de sal», donde, según la Biblia, tuvo lugar la catástrofe. El historiador Flavio Josefo lo menciona repetidamente como «lago de asfalto» y los griegos decían que de ese mar se desprendían gases venenosos en tal cantidad que los pájaros que lo sobrevolaban caían muertos antes de llegar a la otra orilla.

Sin embargo, hasta hace más de un siglo faltaba un conocimiento preciso de este singular y misterioso mar de Palestina, o sea hasta que en 1848 una expedición estadounidense dirigida por el geólogo W.F. Lynch llega al puerto de Haifa trayendo dos grandes botes metálicos. Luego de una larga marcha por tierra hasta el lago de Genezeret son colocados en el agua. La primera gran sorpresa fue constatar que su superficie se hallaba a 208 mts. Bajo el nivel del Mediterráneo. Buscando la surgente del Jordán, Lynch se dirige hacia el nevado monte Hermón donde encuentra que desde la profundidad de una caverna surge una corriente de agua límpida: es la primera de las tres surgentes del Jordán. Aquí se encontraba un antiguo templo al dios Pan que Herodes había hecho construir en homenaje al emperador Augusto, y en los nichos tallados en la roca todavía es posible leer «Sacerdotes de Pan» escrito en griego. A pocos kilómetros de esta primer surgente brota una segunda, cerca de donde estaba la ciudad de Dan (Jue. 18:29) y una tercera aflora algo mas arriba en la ladera del Hermón. Reunidas las tres surgentes va descendiendo hacia el sud para alcanzar el pequeño lago de Hule. 10 kms. más adelante alcanzará el lago Genezaret y en los sólo 40 kms. desde las faldas del Hermón habrá alcanzado un desnivel de 700 metros.
Desde Tiberíades, la expedición americana recorre en los dos botes las numerosas sinuosidades del bajo Jordán. Poco a poco la vegetación se hace más rala y sobre las costas sólo crece una fina maleza. Bajo el sol tropical aparece a la derecha el oasis de Jericó. Algo más adelante, encastrada entre paredes rocosas casi verticales se extiende delante de aquella la gigantesca superficie del Mar Muerto.

Los hombres que descienden al agua tienen la sensación de ser empujados hacia arriba, como si tuvieran un salvavidas. En este mar ninguna persona puede ahogarse. El sol ardiente seca casi inmediatamente a los bañistas a la sutil crosta de sal que el agua deposita sobre los cuerpos los hace aparecer completamente blancos. Aquí no hay moluscos, ni peces, ni algas, ni otro signo de vida. Sus costas son desoladamente desnudas. Sobre la playa y sobre las paredes rocosas enormes sedimentos de sal incrustados brillan como diamantes. El aire está saturado de olores fuertes y acres, a petróleo y azufre. Manchas oleosas de asfalto flotan sobre las olas.
Durante 22 días los botes americanos cruzan el Mar Muerto en diversas direcciones, toman muestras y determinan la profundidad. Encuentran que en el punto en que desemboca el Jordán el nivel se halla a 393 mts. Este siniestro relato bíblico ha impresionado profundamente el ánimo de los hombres de todos los tiempos. Sodoma y Gomorra se convirtieron en el símbolo de la depravación y de la impiedad, y se los nombra cuando se habla de una completa destrucción. Ciertamente deben haber ocurrido hechos notables e increíbles en la vecindad del Mar Muerto, el «mar de sal», donde, según la Biblia, tuvo lugar la catástrofe. El historiador Flavio Josefo lo menciona repetidamente como «lago de asfalto» y los griegos decían que de ese mar se desprendían gases venenosos en tal cantidad que los pájaros que lo sobrevolaban caían muertos antes de llegar a la otra orilla.

Sin embargo, hasta hace más de un siglo faltaba un conocimiento preciso de este singular y misterioso mar de Palestina, o sea hasta que en 1848 una expedición estadounidense dirigida por el geólogo W.F. Lynch llega al puerto de Haifa trayendo dos grandes botes metálicos. Luego de una larga marcha por tierra hasta el lago de Genezeret son colocados en el agua. La primera gran sorpresa fue constatar que su superficie se hallaba a 208 mts. Bajo el nivel del Mediterráneo. Buscando la surgente del Jordán, Lynch se dirige hacia el nevado monte Hermón donde encuentra que desde la profundidad de una caverna surge una corriente de agua límpida: es la primera de las tres surgentes del Jordán. Aquí se encontraba un antiguo templo al dios Pan que Herodes había hecho construir en homenaje al emperador Augusto, y en los nichos tallados en la roca todavía es posible leer «Sacerdotes de Pan» escrito en griego. A pocos kilómetros de esta primer surgente brota una segunda, cerca de donde estaba la ciudad de Dan (Jue. 18:29) y una tercera aflora algo mas arriba en la ladera del Hermón. Reunidas las tres surgentes va descendiendo hacia el sud para alcanzar el pequeño lago de Hule. 10 kms. más adelante alcanzará el lago Genezaret y en los sólo 40 kms. desde las faldas del Hermón habrá alcanzado un desnivel de 700 metros.

Desde Tiberíades, la expedición americana recorre en los dos botes las numerosas sinuosidades del bajo Jordán. Poco a poco la vegetación se hace más rala y sobre las costas sólo crece una fina maleza. Bajo el sol tropical aparece a la derecha el oasis de Jericó. Algo más adelante, encastrada entre paredes rocosas casi verticales se extiende delante de aquella la gigantesca superficie del Mar Muerto.

Los hombres que descienden al agua tienen la sensación de ser empujados hacia arriba, como si tuvieran un salvavidas. En este mar ninguna persona puede ahogarse. El sol ardiente seca casi inmediatamente a los bañistas a la sutil crosta de sal que el agua deposita sobre los cuerpos los hace aparecer completamente blancos. Aquí no hay moluscos, ni peces, ni algas, ni otro signo de vida. Sus costas son desoladamente desnudas. Sobre la playa y sobre las paredes rocosas enormes sedimentos de sal incrustados brillan como diamantes. El aire está saturado de olores fuertes y acres, a petróleo y azufre. Manchas oleosas de asfalto flotan sobre las olas.

Durante 22 días los botes americanos cruzan el Mar Muerto en diversas direcciones, toman muestras y determinan la profundidad. Encuentran que en el punto en que desemboca el Jordán el nivel se halla a 393 mts. Debajo del nivel del Mediterráneo y que su fondo marino es de unos 400 mts. Sus aguas contienen un 25 % de compuestos sólidos, mayoritariamente cloruro de sodio, mientras que los océanos sólo contienen entre un 4 y un 6%. Tiene 76 km de largo por 17 de ancho y no presenta ningún descargo además de los 8 millones de mts. cúbicos de agua que diariamente evapora el ardiente sol del desierto.

Remando en una barca hacia la punta meridional del Mar Muerto, (contraria a la de la desembocadura del Jordán) y con el sol en posición favorable, se pudo pbservar algo extraordinario: a cierta distancia de la orilla, bajo el espejo de agua, se vieron claramente los contornos de bosques conservados debido al elevadísimo contenido de sal del agua. Los troncos y los restos de árboles en la profundidad deben ser antiquísimos, y es posible que cuando vivían hayan sido testigos de los rebaños de Lot que pastaban debajo de su follaje, puesto que esta zona constituía el valle de Sidim (Gen. 14: 3).

Lynch había comprobado la notable pendiente del Jordán en su breve recorrido a través de Palestina. Ulteriores investigaciones establecieron que el hundimiento del lecho del río bajo el nivel de los océanos representa un fenómeno geológico excepcional. El valle del Jordán es sólo una pequeña parte de una inmensa grieta de la corteza terrestre, la cual ha sido explorada con gran precisión. Comienza muy al norte, al pie de la cadena de Tauro en el Asia Menor, se extiende de la orilla meridional del Mar Muerto a través del desierto hasta el golfo Aqaba y termina mas allá del mar Rojo en Africa. En muchos puntos de esta gigantesca «fosa tectónica» o «falla geológica» se pueden individualizar signos de actividad volcánica. En las montañas de galilea, en el altiplano de la Jordania oriental, en las riveras del Jabbok, un afluente del Jordán, en el golfo de Aqaba, es posible encontrar basalto negro y lava.

Cuando se abrió esta grieta, que pasa precisamente por el valle de Sidim con Sodoma y Gomorra, se produjo en hundimiento de la zona, habiéndose establecido geológicamente con suficiente precisión, poco después del 2.000 a.C. casi con exactitud, alrededor del 1900 a.C, es decir la época de Abraham. La causa de la destrucción fue un gran terremoto, acompañado por explosiones y rayos, con producciones de gases y fenómenos ígneos.

El Mar Muerto termina al sur en una depresión salitrosa peligrosa para quienes distraídamente se internen en ella. Algo más adelante se encuentra un lugar en el que abundan bloques de sal con extrañas formas, algunos están rígidos como estatuas que se asemejan a seres humanos. Estas singulares columnas de sal recuerdan vivamente la representación de la mujer de Lot. Dada la cercanía de este lugar con el hundimiento del valle de Sidim, incluso los que huyeron del epicentro de la catástrofe difícilmente pudieron salvarse de los gases venenosos que se extendían sobre gran parte de la región. Todo lo que se encuentra en las proximidades del mar salado, incluso hoy, se cubre en poco tiempo con una costra de sal.

«Abraham, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mambre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová» (Gén: 18).

Cerca de la actual Hebrón, Abraham transcurre sus últimos días, en la pequeña localidad de Mambre, donde había erigido el altar. Aquí adquirió el primer pedazo de tierra a los hititas, de los hijos de Het (Gén. 23) para preparar la tumba de su mujer Sara, como era costumbre entre los semitas. En la misma caverna también fue sepultado Abraham (Gén. 25: 9-10).

Las excavaciones parecen confirmar también este hecho. En las cercanías de Hebrón los árabes veneran un lugar que llaman santuario de la altura del «Amigo de Dios», que es la designación mahometana de Abraham. El arqueólogo A.E. Mader encontró, en efecto, las piedras de un altar de tiempos remotos, sobre las cuales se podían distinguir trazas de fuego. En 1927, Maer también descubrió los restos de un grueso árbol que se alzaba en ese lugar. Se podían distinguir claramente en el terreno los restos de sus antiguas raíces.

También la tumba de Abraham es mostrada hoy como un lugar sacro y es visitada por peregrinos.

Así, entre las tantas cosas que parecían inexplicables, que los hombres se transmitieron de generación en generación, también estos hechos han sido aclarados por la investigación científica.

Tomado y adaptado de «La Biblia tenía Razón» del escritor Werner Keller.