miércoles, 20 de noviembre de 2013

Recordando a un líder del amor solidario.



Recordando un líder del amor solidario.
Albert Schweitzer
Kaysersberg, Alsacia, Alemania, 14 de enero de 1875
Lambaréné, Moyen-Ogooué, Gabón,
4 de septiembre de 1965

 «Vengo a preguntarle si necesitan a alguien para ir al Congo.  Con mucho gusto me pongo a su disposición».



El hombre que el 9 de julio de 1905 dirigía estas palabras al Director de la Sociedad de Misiones de Paris, es un candidato atípico, aunque es hijo de pastor.  Nacido en 1875 en Alsacia, de hecho es ciudadano alemán, ya que Alemania había anexado esta provincia en 1871.  En 1900 es designado vicario de la parroquia alemana de San Nicolás, y sus prédicas, imbuídas del mensaje de Jesús, no se limitan a reconfortar a sus fieles, también les enseñan que cada ser humano puede colaborar al advenimiento del Reino de Dios consagrándose a su prójimo, dentro de su profesión o a través de alguna acción benévola.
Desde 1902 Albert Schweitzer enseña también en la Facultad de Teología Protestante de la Universidad de Estrasburgo. En 1905 publica en francés una biografía extensa de Bach, al que califica de «músico poeta».  En esta obra, Albert Schweitzer que es un destacado concertista, también da consejos prácticos a los organistas para ejecutar las obras de Bach.

Cómo explicar que este hombre, cuyo ministerio pastoral, enseñanza universitaria y la música ocupaban toda su vida en Estrasburgo, haya optado por un camino riesgoso, que lo alejaba de todo lo que él había logrado? «Iré, pero cuál será mi destino? Cuál será mi muerte? Cuáles serán mis sufrimientos?  Voy para estar con Jesús, para que haga de mí lo que le plazca».
En sus escritos autobiográficos, Albert Schweitzer explica que la elección de Africa no representaba una ruptura con su trayectoria anterior. De niño había escuchado embelesado las prédicas que su padre consagraba a la obra misionera, y había leído artículos sobre las necesidades de las Misiones en el Congo.  Pero él había resuelto dedicarse al prójimo solo después de haber cumplido 30 años (edad en la que su modelo, Jesús, había empezado su ministerio público).  Además deseaba completar sus estudios de medicina, para ir al Africa como médico misionero que cura enfermedades y alivia los sufrimientos morales anunciando el mensaje liberador del Evangelio.

Esta decisión no le fue fácil, ya que su familia, a excepción de su esposa Hélène Bresslau, se mostró conmocionada por la noticia de su próxima partida al Africa, y le reprochó que abandonara una hermosa carrera en la que podría hacer mucho bien, para elegir otra que lo expondría a muchos peligros. 
A pesar de todos los obstáculos que se interpusieron en su camino, teológicos, políticos, financieros, y algunos relacionados con su salud, siguió adelante con su proyecto y en 1913 se dirigió a Lambarené, en el Congo francés (actual Gabón, al oeste de Africa Central) donde se quedaría mas de los 2 años que había previsto prudentemente en un primer momento, para finalmente dedicarle su vida entera. 
El 11 de mayo de 1913, menos de un mes de su llegada, pronuncia en Lambarené su primera prédica, a pesar de haberle manifestado a la Sociedad de Misiones que partía como médico y no como misionero.  Ese mismo año funda el hospital de Lambarené, en el que aplicaba su filosofía de la «ética del respeto por la vida» «el hombre debe actuar respecto a la naturaleza, los animales y los hombres con sentido de responsabilidad».  En 1927 se construye el gran hospital que lleva su nombre y que le valió en 1952 el Premio Nobel de la Paz, cuenta actualmente con 250 camas y cerca de 40.000 pacientes por año van a curarse distintas enfermedades como tuberculosis, paludismo, úlceras y sida.
Albert Schweitzer, médico, teólogo y filósofo comprometido, predicador exigente y expresivo, escritor, organista talentoso y apasionado de Bach, fué un hombre universal con múltiples facetas. Pero de todas ellas, la de médico humanitario, es quizás la que mejor lo define.  El mismo empleó el término «humanitario» por los años 1920, estableciéndose desde entonces una relación entre él y los médicos humanitarios de hoy en día.  El «Nganga», como lo llamaban sus enfermos (término que significaba que no solo curaba los cuerpos de sus pacientes, sino que también se ocupaba de sus enfermedades espirituales y de sus relaciones familiares y laborales), también llamado el «Gran Doctor Blanco» fue adquiriendo con el tiempo una dimensión cercana al mito.
Este año se cumplen 100 años de su primera prédica en el Congo y de la creación del Hospital de Lambarené, ocasión para recordar a este hombre, que abandonó una carrera brillante en su Alsacia natal para comprometerse en un camino difícil y arriesgado y que, cuando ya se estaba gestando la Primera Guerra Mundial, eligió el Congo francés en plena selva ecuatorial, con árboles altos como catedrales y mosquitos que diezmaban poblaciones enteras, sin rutas ni puentes, para dedicar su vida al cuidado de los cuerpos y de las almas de sus pacientes y para poner en práctica día tras día su inmenso amor al prójimo.


Fuente: Mission - Mensuel Protestant. - Traducido y adaptado por: Edith Naef.