lunes, 2 de junio de 2014

LA BIBLIA TENIA RAZON - del libro de Werner Keller.


EN EL UMBRAL de la TIERRA PROMETIDA

“Y la ira de Jehová se encendió contra Israel y los hizo andar errantes cuarenta años por el desierto, hasta que fue acabada toda aquella generación que había hecho mal delante de Jehová. (Núm. 32:13)

Solo cuando se acerca el final de largos años de peregrinación, la Biblia retoma el relato sobre los hijos de Israel. Se ha formado una nueva generación, preparada para pisar el umbral de la Tierra Prometida, pero ninguno de los hebreos que dirigieron el éxodo de Egipto entrará a ella, según la Biblia, ni siquiera Moisés. El  nuevo  plan estratégico prevé la conquista de Canaán desde el este,  desde los territorios situados a oriente del río Jordán, siendo Edom el  primer reino que deberían atravesar, ya que constituía la ruta más corta. El rechazo de Edom al pedido de Moisés de dejarlo pasar, obliga a Israel a dar una larga vuelta hacia el norte, hacia el Mar Muerto, Jordania oriental. Continuando por la costa sud-oriental del Mar Muerto llegan al límite del reino amorreo, cuyo rey nuevamente les niega el paso que Moisés solicita. Esto da lugar a un combate, iniciándose la conquista armada, en la cual los israelitas obtienen su primer triunfo. Conscientes de su fuerza avanzan hacia el norte para conquistar el reino de Basán, con lo cual terminan ocupando la Jordania oriental desde el río Arnón hasta las riberas del lago Genezaret.
La noticia de la conquista de toda Jordania por parte de Israel, produce terror en Balac, rey de Moab, quien teme que su pueblo no pueda competir con aquellos rudos hijos de nómades, tanto desde el punto de vista físico como militar. El rey de Moab convoca a los ancianos de Madián y a Balaam, incitándolos  a emplear cualquier medio, salvo los militares, empleando particularmente la magia con encantamientos y maldiciones, en los cuales los pueblos orientales creían firmemente; para maldecir a los israelitas, pero éste, luego de un encuentro con Jehová no sólo se negó sino que incluso bendijo por tres veces al pueblo de Israel.

 
“Moraba Israel en Sitim; y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses” (Núm. 25:1-2).


Los hijos de Israel no se encuentran frente a la seducción del vicio que siempre existió y existe en todos los pueblos del mundo. No son prostitutas de profesión aquellas que desvían de la buena senda a Israel, sino que son las mujeres de los moabitas y de los madianitas.
Ellas seducen y corrompen a los hijos de Israel mediante los cultos del dios Baal, los ritos perversos y licenciosos de Canán. Lo que repugna a Israel, que reside todavía más allá del Jordán, son las ceremonias del culto de la Fenicia con sus impías y perversas divinidades inmorales, ante las cuales Israel, en los siglos sucesivos, deberá experimentar y confirmar la fuerza de su sentimiento ético.
 
En vano esperaron los moabitas y madianitas de atraer al joven e inexperto pueblo nómade a las fascinantes tentaciones de sus cultos.
En este primer choque es evidente que entre Johová y Baal jamás podrá existir compromiso alguno. Los  líderes de Israel reaccionaron con rapidez y energía, incluso frente a sus propios hombres, ya que, quien es descubierto culpable es estrangulado y ahorcado. Según Nú, 25:8, Fineas, descendiente de Moisés sorprende en la tienda a un israelita con una mujer madianita, toma una lanza y los alcanza a ambos. El pueblo Moab, con cual Israel está ligado por vínculos de parentesco, Lot, sobrino de Abraham es considerado el iniciador de la estirpe según Gen. 19: 37, es perdonado, pero contra los madianitas se desencadena una guerra de exterminio, tal como se indica en Núm.31: 7-17 y 18.
Subió Moisés de los campos de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Pisga, que está enfrente de Jericó y le  mostró Jehová toda la tierra de Galaad hasta Dan” (Dt. 34:1).
 
Moisés ha cumplido la difícil misión. De la esclavitud en Egipto, luego de largos decenios de privaciones en la estepa, ha recorrido hasta este momento una vida larga y amarga. Ahora ha  nombrado como sucesor al probado y fiel Josué, hombre de  habilidad estratégica excepcional. La vida de Moisés está cumplida y puede despedirse del mundo: No será concedido poner pie en la Tierra Prometida, pero desde lejos, desde el monte Nebo, puede contemplarla.
Si se quiere hacer una visita al bíblico monte partiendo desde Amman, capital del reino de Jordania, hay que recorrer sólo 27 kms, algo  más de media hora de viaje en dirección sud-este hacia el Mar Muerto.
Después de una pequeña ascensión se alcanza una meseta de 800 mts. sobre el nivel del mar. El flanco occidental cae a pico sobre la depresión del Jordán. Al sur, como un lago de plata brilla la vasta superficie del mar salado. A occidente, hacia el Mediterráneo se elevan, visibles sobre el perfil de las montañas que se destacan netamente en el horizonte, dos minúsculos puntos: las torres de Belén y de Jerusalén. Hacia el este la mirada se extiende sobre el altiplano de Samaria delante de Galilea, hasta la lejana cima del Hermón cubierto de nieve. Detrás del Mar Muerto se extiende la larga cadena de los montes calcáreos de color marrón de la tierra de Judá.

Al pie del Nebo se extienden estrechos vallecitos coloreados por el verde de los granados con sus frutos rojos y amarillos. Luego la mirada desciende en la árida estepa de la depresión del Jordán con sus colinas cretáceas de un blanco deslumbrante, sin un hilo de hierba, a lo largo de un Jordán de sólo 40 mts. de ancho. Una sola pequeña mancha verde llama la atención: es el oasis de Jericó.

Con esta visión de la Palestina desde las alturas del Nebo, Moisés concluyó su vida.

Traducido y adaptado por el editor