jueves, 24 de julio de 2008

LA BIBLIA Y LA CULTURA INDÍGENA

La primera edición de la Palabra de Dios en una lengua indígena argentina, corresponde al evangelio de Lucas en yahgan en el año 1881, luego se publicarían el evangelio de Juan y el libro de los Hechos de los Apóstoles. Esos serían a la postre los únicos libros de texto en esa lengua, hoy extinguida.

Según escribe el historiador Arnoldo Canclini en su libro “Así nació Usuahia”, la Sociedad Bíblica imprimió 1.000 ejemplares de cada uno de estos libros. Fueron distribuidos entre los indígenas, que lo leían en sus casas y utilizados en la escuela y en la iglesia. Es dramático pensar que, cuando se hizo la última edición, el número de indios era menor que el de libros ya que en 1886 solo quedaban 397 yahganes en el archipiélago.

La creencia general de que algunos indígenas hablan usando sólo unos cuantos vocablos ensartados sin ton ni son, ni gramática, es totalmente falsa. Cada lengua indígena es un idioma bien desarrollado y tan complejo como cualquiera de nuestros idiomas europeos.
Llamar a estos idiomas despectivamente dialectos es rebajar la mentalidad y el lenguaje de nuestros hermanos indígenas, quienes tienen todas las capacidades y recursos de lenguaje necesarios para expresar sus ideas, emociones y anhelos.

Volviendo al ejemplo de la lengua yahgán, Tomás Bridge, misionero anglicano dejó una obra monumental. El diccionario del idioma yaghán.
Darwin había dicho que “apenas merecía el nombre de lenguaje articulado y que se parecía al ruido que emite un europeo al hacer gárgaras”, pero dicha lengua tenía según el diccionario de Bridge, 32.000 palabras. ¡Muchas más que las que Darwin conocía en su idioma!

Bridge consideraba esta lengua “suave, agradable y sonora”. Esto es un misterio de la lingüística. Se dice que su forma de vida, que le obligaba a guarecerse en su choza, durante casi constantes tormentas, y a pasar el rato conversando, es una de las razones para tal prodigio, ya que los relatos que vivían imaginando aguzaban la significación de los términos.

El idioma es mucho más que una serie de palabras agrupadas con gramática. Es una manera de ver al mundo, una cosmovisión propia.
Ernesto Cardenal en un encuentro paralelo del III Congreso Internacional de la lengua española (Rosario, noviembre 2004) dijo al respecto: “Cuando se pierde una lengua, es una visión del mundo lo que se pierde”.

Es ya sabido que una de las áreas de discriminación más severas que sufre el indígena es la del idioma. Es muy raro el caso en que un indígena se le aprecie por lo bien que se exprese en su idioma materno; por lo general se los ridiculiza y discrimina.
En contraste con la abundancia de libros y materiales impresos en los idiomas oficiales para los indígenas, la Biblia es por lo general el primer libro del que disponen en su idioma materno. Y esto es ya un elemento de suprema importancia.

Con la traducción de la Biblia a una lengua indígena se inicia, por lo general, un proceso de estandarización del idioma. Además la Biblia dada en forma escrita, provee un material escrito que abre las posibilidades para que el indígena aprenda a leer y a escribir en su propio idioma. La Biblia así trasciende las fronteras religiosas y se convierte en un valioso instrumento de la sociedad, para la educación y el desarrollo de un sentimiento de identidad y autoestima. La distribución de la Biblia en el idioma indígena, ha abierto puertas para la inserción del indígena a la sociedad nacional. Algunos líderes de étnias indígenas manifiestan que la Biblia en su idioma es para ellos como un diccionario de su lengua materna.

Los idiomas originarios en nuestras tierras fueron orales o ágrafos. En el caso del proyecto a lengua chorote, al tiempo de recibir el pedido formal de los indígenas, el primer impedimento fue que se debía transformar la lengua oral en una escrita, como paso previo a la traducción. Esto hizo que la traducción de ese Nuevo Testamento demande 25 años de trabajo.

Según los wichí, lo más sorprendente en la revelación bíblica es que este Dios es un Dios que tiene palabra, que les habla y les enseña la verdad. ¡Y lo hace en su propia lengua! Por eso quisieron poner por nombre a su Biblia “Lhämtes tä Matchehen” cuya traducción más cercana es “Palabras verdaderas”.
Fray Bartolomé de la Casas, férreo defensor de los pueblos indígenas, comentó en un informe oficial una acción tomada por el cacique Hatuey en Cuba durante la expedición de Diego Velásquez: El cacique, buscando interpretar la verdadera religiosidad de los conquistadores dijo de ellos:

“Son de naturaleza crueles y malos porque tiene un dios a quien ellos adoran y quieren mucho”. Trajo una cestilla llena de oro en joyas y dijo: “Ves aquí el dios de los cristianos: hagámosle si os parece bailes y danzas y quizá le agrademos y les mandará que no nos haga mal. Y le bailaron delante hasta que se cansaron”.

Lamentablemente, esta confusión de la real adoración hoy sigue vigente. Vemos con estupor a poderosos citando a un Dios de la Biblia pretendiendo que todo el planeta o como lo llaman “la aldea global” baile la danza neoliberal alrededor del dios dinero.
Yo me quedo con el Cristo de los wichí. Según su experiencia, ellos encontraron en las páginas de su Biblia a un Dios que es el Señor de todas las cosas y al que no tienen que calmar su ira con rituales o sacrificios especiales, un Dios de amor y de esperanza.

Junio de 2008

Marcelo Figueroa
director General de la Sociedad Bíblica Argentina.