domingo, 31 de mayo de 2009




“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”Juan 14:18

Yo quedé huérfana de padre y por ello sé lo difícil que es el estado de orfandad. Aun cuando mamá procuró llenar ese vacío, siempre eché de menos la presencia de mi padre.
Con todo y sus dificultades para enfrentar la vida, siempre disfruté los momentos a su lado: caminatas, la compra de zapatos o vestido, saborear el helado o la comida, aprender un versículo de la Biblia o un canto, ir de su mano a la iglesia. Durante mucho tiempo añoré todo aquello, ahora eso forma parte de mis recuerdos, de mis buenos recuerdos.

Comienzo haciendo una reflexión sobre mi propia experiencia de ser huérfana de padre por que, desde hace algunos días, la frase de Jesús ha estado dando vuelta en mi cabeza: “No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros”. Y es que Jesús tiene que haber leído en los ojos, de sus discípulos, esa sensación de orfandad. Conforme les hablaba de su pronta muerte, resurrección y vuelta al Padre, seguramente, los discípulos evidenciaban una profunda tristeza. ¿Qué sucederá cuando ya no esté aquí? ¿Volverían a lo mismo que vivían antes de lo conocieran y tocara sus vidas con su propuesta de vida abundante? Por eso tiene que infundirles seguridad, paz, fuerza, certeza, de que El estaría siempre a su lado. La frase echa promesa sale de lo más profundo de su corazón: “No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros”.

Esa promesa, que empezó a ser realidad desde la noche misma de la resurrección cuando Jesús se encontró con ellos y, poniéndose en medio les dio su paz, sopló el Espíritu y los envió (Juan 20: 19-22); y que más tarde se evidenció en forma por demás extraordinaria, en el día de Pentecostés; fue la que mantuvo viva la esperanza de aquellos discípulos y discípulas. Sí, la presencia del Espíritu Santo es la seguridad que tiene cada cristiano y cristiana, de que no se vive en orfandad sino en su compañía real, transformadora, constante y tierna.

¡Cómo necesitamos, los cristianos y cristianas de hoy día, recordar la promesa de Jesús y aferrarnos a la presencia del Espíritu Santo! que ha sido enviado por el Padre. En un era de constantes angustias, donde la primera sensación que tenemos es la de sentirnos huérfanos/as, habrá que encontrarnos los signos de Su Presencia en medio de nosotros.