miércoles, 17 de julio de 2013

El profeta es un personaje fundamental en la historia de Israel. La palabra nabí significa «el que habla en nombre de», es decir, el «portavoz» o «mensajero». El profeta es, entonces, el mensajero de Yavé (o, YAHVEH, tradicional-
mente «Jehová»), el que comunica aquellos mensajes oportunos de Dios en un momento determinado de la historia.
El profeta bíblico no hace alusiones a éxtasis individuales fuera del contexto de su pueblo, sino a revelaciones del Señor o inspiraciones especiales que siempre estarán relacionadas con el pueblo, sus gobernantes, los problemas económicos, las cuestiones de fe y las perspectivas futuras (críticas o de esperanza).
El mensaje profético viene por una vocación o llamado de Dios a la persona elegida para tal función, por lo tanto no se trata de un capricho sino de la necesidad de comunicar algo importante. Es frecuente encontrar que este llamado implica un real esfuerzo de aceptación por parte del profeta.
El desafío no es fácil; hay que «remar contra la corriente», a menudo el profeta emitirá juicios duros contra sus hermanos/as de fe.
Pero, si la persona vocacionada para esta misión aceptó el desafío que Dios le ponía por delante, significa que antepuso a sus intereses la voluntad de Yavé, Señor de la historia.
Entonces percibió la necesidad de que el Pueblo de Dios cumpla la Ley del Pacto. Por ello habrá reminiscencias de los mandamientos dirigidos a Dios y al prójimo, que Israel debe tener siempre presente.

Los exégetas hacen las siguientes distinciones en cuanto al ministerio profético en el Antiguo Testamento:
a) los profetas de culto son los que están abocados a interpretar la Ley en el santuario; su función puede confundirse fácilmente con la de los sacerdotes, ya que éstos también enseñan pero además se encargan de los sacrificios;
b) están también los profetas de corte o de palacio, como Natán, Gad y Ajías de Silo, pues los reyes disponían en su corte, además de sirvientes, escribas (secretarios) y soldados, de profetas a sueldo que actuaban como consejeros religiosos;
c) los profetas «clásicos», de quienes tenemos mayor información en la Biblia y que, para la historia de fe, resultan ser los más importantes. Elías abre la serie de este profetismo, el cual, mientras haya reyes, tendrá sus representantes en el Norte y en el Sur.

No es casual que el profetismo haya surgido en el tiempo de la monarquía. Los profetas se proclaman defensores de la exclusiva fe en Yavé y del reconocimiento de Yavé como autoridad absoluta, a quien el rey le debe obediencia. La tentación de muchos reyes fue la de «endulzarse» con el poder y sentirse como un dios. Muchos textos proféticos critican los abusos de los principales gobernantes en relación con las diferencias de clase, los privilegios hacia los más allegados y el enriquecimiento ilícito de algunos, a costa de la marginación de muchos. Ante ello aparecen los mensajeros de Yavé, primeramente en el Reino del Norte (con capital en Samaria) porque allí se dieron además las primeras influencias religiosas de los pueblos vecinos, particularmente de los fenicios.

Los profetas Natán, Elías y Eliseo no tienen libros con sus nombres, pero sus actuaciones fueron de particular importancia. A Natán lo vimos en ocasión de los textos sobre el Rey David (II Samuel 7), cuando el Reino de Israel aún estaba unido. Elías predicará en el Reino del Norte en el Siglo IX a.C. (I Reyes 17—19); 21; II Reyes 1—2). Eliseo será su sucesor (II Reyes 2—9; 13).

Los profetas Isaías, Jeremías (con el Libro de las Lamentaciones), Ezequiel y Daniel son llamados «Profetas Mayores» por la extensión de los libros que llevan sus nombres.
Por su parte, los profetas Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías son llamados «Profetas Menores», ya que sus libros son de menor extensión.

Algunos de los géneros literarios de los textos proféticos son:
1. Oráculos (las predicaciones);
2. Autobiografías (relatos en primera persona);
3. Biografías (relatos del escritor bíblico sobre un profeta);
4. Apocalipsis (oráculos sobre las naciones, el presente y el futuro inmediato).

Álvaro Michelin Salomon
Tomado del libro ESTUDIOS BÍBLICOS PARA CAMINAR CON EL PUEBLO DE DIOS
Antiguo Testamento, por A.M.S. con la colaboración de Wilma Rommel;
C. Valdense, Uruguay, Ed. de la Iglesia E. Val-dense del Río de la Plata, 2003, págs. 52-54.