miércoles, 17 de julio de 2013

Prosiguiendo con los artículos del libro «La Biblia tenía razón» de Werner Keller, interrumpido por razones de espacio; hoy publicamos:

400 AÑOS DE SILENCIO

“Así habitó Israel en la tierra de Egipto, en la tierra de Gosén, y tomaron posesión de ella y se aumentaron, y se multiplicaron en gran medida”. (Gén. 47:27)

La Biblia se mantiene en silencio por un período de unos 400 años, en los cuales se transformó completamente la situación política de la «Medialuna Fértil». En estos cuatro siglos tienen lugar importantes cambios que interrumpen la milenaria historia de los reinos semíticos sobre el Tigris y el Eufrates. También Egipto se mantiene en silencio por unos 150 años, hasta que su despertar se anuncia con un extraño motivo: el bramido de los hipopótamos.
Según un papiro existente hoy en el Museo Británico, un enviado del rey hickso parte de Avaris en el delta del Nilo hacia Tebas en el sur, para pedir al príncipe egipcio Sekenenre que cambie de lugar el estanque de los hipopótamos en el Nilo porque sus bramidos no dejan dormir a su rey. Lo absurdo de este pedido, que en realidad no era mas que un verdadero acto de provocación, desencadenó una guerraa, unque no lo dice el papiro.
Como prueba se conserva en el Museo de El Cairo la momia de Sekenenre, cuyo cráneo presenta cuatro heridas cortantes demostrando que había perdido la vida en combate.

Desde Tebas se desencadena la revuelta contra los odiados opresores hicksos y los batallones egipcios marcharon a lo largo del Nilo y acompañaron una flota bien equipada en dirección al Norte remontando el río. Hacia el 1850 a.C., Avaris en mano de los hicksos cae luego de años de feroces combates. Un oficial de la marina egipcia dejó constancia sobre las paredes de su tumba de los detalles de esta guerra que terminó con el poder hickso.
Pero de la amarga experiencia del pasado los nuevos faraones aprendieron que no debían exponerse mas a un ataque sorpresa y no pierden tiempo en crear lejos de sus fronteras un estado tampón. El resto del reino de los hiksos es destruido y la Palestina se convierte en una provincia egipcia. En Canaán y en la costa fenicia se establecen puntos de apoyo fortificado y en fortalezas propias de un país sometido.

Después de más de dos milenios Egipto decide tomar parte activa de los acontecimientos que se desarrollan fuera de sus fronteras y se convierte en una potencia mundial. En esa expansión entra en contacto con el reino Mitani, un potente reino ubicado en la Mesopotamia septentrional, entre el curso superior de los ríos Tigris y Eufrates. Su rey pertenecía a la aristocracia guerrera con nombres indoarios. Estos guerreros del reino Mitani eran verdaderos maníacos de los caballos y en la orilla de los amplios ríos tuvieron lugar las primeras carreras de caballos del mundo. En verdaderas bibliotecas de tablillas de terracota se hallaron instrucciones para la alimentación, el amansamiento y el entrena-miento de este animal.
Fronterizo con Egipto, el reino Mitani fue causa de continuos conflictos, infinitas batallas y sangrientas masa-cres por aproximadamente un siglo. Poco antes del 1400 a.C. los belicosos mitanos ofrecen la paz a los egipcios; de enemigos se convierten en amigos y sus princesas se casan con faraones. En tres sucesivas generaciones de soberanos se mezclan sangre indoaria con sangre egipcia. Una de sus princesas, Nefertiti, que se convirtió en la más famosa entre todas las mujeres de faraones y cuya belleza todavía hoy es admirada en el mundo, fue esposa de Amenofis IV, algo así como el rey sol de los egipcios. El motivo del imprevisto cambio en los mitanos se debió sin duda a que su reino era amenazado por una guerra en dos frentes. Un nuevo frente enemigo venía del Asia Menor, un pueblo del cual los eruditos casi nada sabían antes del siglo pasado, pero que en el Antiguo Testamento tienen una parte importante: los hititas. Recién hacia 1905 el egiptólogo alemán H. Winkler descubre no lejos de Ankara, la capital de Turquía, una gran cantidad de tablillas con es-critura cuneiforme, las que permitieron tomar conocimiento de los desconocidos hititas.

Dos años más tarde, otra expedición pone al descubierto Hattusas, una ciudad entera, que había sido la capital de ese reino. Sus muros encerraban un área de 170 hectáreas y las puertas presentaban relieves con figuras de basalto negro de grandeza natural, lo que permitió conocer el aspecto de los reyes y de sus guerreros.
Llevaban largas cabelleras trenzadas, una corta pollerita sostenida por un ancho cinturón y calzaban zapatos con punta vuelta hacia atrás.

Hacia 1370 a.C. el reino de los mitanos fue ocupado por los hititas, los que luego se desplazaron hacia los montes del Líbano en el norte de Canaán, con lo cual Egipto se encontró con un nuevo frente vecino ávido de conquista.
Pocos años más tarde, ante la amenaza cada vez más evidente de los hititas, el faraón Ramsés II, el Grande, atravesó la Palestina en dirección a Siria y en el valle del río Orontes, delante de las puertas de la ciudad de Cadés choca con la infantería hitita. Si bien la batalla no le proporcionó la victoria esperada –por poco el mismo faraón cae prisionero- consiguió que con ella cesaran las hostilidades. En 1280 s.C. los hititas y los egipcios firmaron el primer pacto de no agresión y de mutua defensa de que se tenga noticia en la historia del mundo.
El acuerdo es sellado además por el matrimonio entre el faraón Ramsés II con una princesa de los hititas, según lo describen con riqueza de detalles y vivo realismo, numerosas inscripciones sobre los muros de los templos de Karnak y Abu Simbel.

Los hijos de Israel debieron ser testigos oculares de la llegada del cortejo nupcial en el delta del Nilo. Cuatrocientos años duró la emigración pacífica y feliz de los hijos de Israel sobre la tierra del Nilo y sobre este tiempo la Biblia se mantiene en silencio como no sea lo narrado en los últimos capítulos del Génesis.
Traducido y adaptado por el editor.